Salónica: el incendio de 1917

Por María Palomar

En agosto de 1917, en plena guerra mundial, la milenaria ciudad de Salónica (la Tesalónica de San Pablo) tenía alrededor de 120 000 habitantes, sin contar los miles de soldados griegos, franceses, rusos, italianos y serbios del Ejército Aliado de Oriente estacionado ahí. El avituallamiento y los movimientos de las tropas significaban un intenso tráfico en la más cosmopolita de las ciudades de los Balcanes.

Pero Salónica, la antigua capital de Macedonia, sólo era griega desde cinco años antes. En 1881 había nacido en ella Mustafá Kemal Atatürk, padre del moderno Estado turco. Salónica fue desde su fundación en 315 AC, en tiempos de Filipo y Alejandro Magno (su nombre es el de una hermana de éste), un puerto importante que luego, bajo el Imperio romano, floreció gracias a la vía Egnatia, la gran ruta trasbalcánica meridional rumbo a Constantinopla. Se instaló ahí una numerosa colectividad de mercaderes judíos e italianos, y su importancia seguiría creciendo a lo largo del periodo Bizantino y de la ocupación otomana.

En 1492, a raíz de la expulsión de los judíos de España, Salónica se convirtió en el centro mundial del judaísmo sefardita, que aún la recuerda como “la Jerusalén de los Balcanes” y “la madre de Israel”. A lo largo del tiempo la comunidad fue creciendo con la afluencia de judíos de Italia y la Europa oriental que se acogieron a la protección relativamente benévola del Imperio otomano. Desde principios del siglo XV y hasta 1917 sería una ciudad de mayoría judeoespañola, con una fuerte presencia musulmana (Salónica cayó en manos del sultán Murad II en 1430) y una minoría cristiana. El comercio y las manufacturas eran las principales fuentes de riqueza. En el siglo XIX hubo una burguesía ilustrada que creó industrias y aprovechó las posibilidades del transporte marítimo y ferroviario.

Pero en la larga historia de la ciudad el peor desastre ocurrió en el verano de 1917, cuando el sábado 18 de agosto comenzó en una cocina doméstica un incendio que en 32 horas destruyó la tercera parte de Salónica,  la más cercana al frente marítimo y cuyos edificios eran casi todos de madera. El equipamiento urbano y los rudimentarios servicios municipales fueron  impotentes para contener el fuego. Las reservas de agua de la ciudad se habían visto mermadas por la necesidad de abastecer los campamentos de las tropas aliadas en los alrededores.

Más de 70 000 personas (incluyendo unos 50 000 judíos) quedaron sin vivienda; muchas perdieron cuanto tenían y también sus fuentes de trabajo. Buena parte de esas familias se vieron obligadas a emigrar. El incendio de Salónica fue el primer gran trastorno de la otrora floreciente capital sefardí, una ciudad rica, cosmopolita y refinada; pero el golpe de gracia llegaría con la ocupación alemana de Grecia durante la segunda guerra mundial. Todavía entonces la comunidad sefardita representaba casi la mitad de los habitantes de Salónica. Más del 90 por ciento (alrededor de 54 000 personas) serían deportados y asesinados en los campos de exterminio. En la actualidad quedan en Salónica cerca de 1 300 judíos.

 

Fuente: opinion.informador.com.mx

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