Hace cien años era el idioma más hablado en Tesalónica. Ahora, Jacky Benmayor es el único hablante que queda. Y tiene una misión.
Mientras caminas por el centro de la ciudad de Tesalónica, probablemente al principio no oirás nada más que el rugido de los scooters que recorren las calles de la segunda ciudad más grande de Grecia.
Por lo general, los lugareños más mayores escapan del tráfico de la ciudad en los cafés, comiendo el tradicional buñuelo cubierto de sésamo, kouloroi, y contándose anécdotas en griego.
Pero si tienes la suerte de conocer a Jacky Benmayor, podrás escuchar otra historia, contada en un idioma completamente diferente: el ladino.

Jacky Benmayor es el último hablante en Grecia del judeoespañol, o ladino, una lengua derivada del español antiguo hablada por los judíos expulsados de la España católica en 1492.
Como guardián de una lengua en peligro de extinción, el objetivo de Benmayor es recuperar el sonido de su lengua materna. Hace dos años, tras jubilarse, Benmayor, que ahora tiene 75 años, empezó a impartir clases de ladino en la Universidad de Tesalónica.
El ladino suena a lengua exótica para la mayoría de los estudiantes de Benmayor, pero hace poco más de cien años era la lengua más hablada en Salónica. “Mucha gente todavía considera a los judíos como extraños a la ciudad, cuando en realidad son sus residentes más antiguos”, explica Benmayor a Euronews.
A principios del siglo XX, la comunidad judía de Salónica, conocida como «la madre de Israel», era la más numerosa y la primera lengua que resonaba en las calles de la ciudad no era el griego sino el ladino, transmitido a lo largo de los siglos por las familias judías que se habían refugiado en la ciudad y que coexistían con las comunidades griega y turca.
“En 1492 los judíos de España se convirtieron o fueron expulsados. Muchos de ellos encontraron refugio en Salónica, que en aquella época estaba bajo el dominio del Imperio Otomano y estaba despoblada”, explica a Euronews Evangelos Hekimoglu, conservador del Museo Judío de Salónica.
“El núcleo del vocabulario y la morfología del ladino es el español, pero a lo largo de los años, los refugiados judíos lo han enriquecido con palabras griegas, turcas y hebreas, por lo que los estudiosos aún se preguntan si el ladino debe considerarse un dialecto del español o un idioma por derecho propio”, explica Hekimoglu.
Además, aunque el ladino se deriva del español, su escritura generalmente no se realiza en caracteres latinos sino en el alfabeto hebreo.

La comunidad judía tuvo tal influencia en la vida de Tesalónica que a principios del siglo XX la mayoría de los periódicos se imprimían en ladino, mientras que los viernes por la tarde, al comienzo del día sagrado para los judíos, el silencio caía sobre la ciudad.
Luego, tras la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad judía prácticamente desapareció: 46.000 judíos fueron deportados y menos de 2.000 regresaron a Salónica. Más del 90% de la población judía total fue aniquilada: sólo los judíos de Polonia sufrieron un nivel de destrucción mayor.
Después del Holocausto, las familias judías lucharon por transmitir su ladino, incluso por razones políticas. “Muchos supervivientes no querían hablar la lengua que los había convertido en blanco de ataques. Creían que si el exterminio había ocurrido una vez, podría volver a ocurrir. Como consecuencia, las familias judías afirmaron que eran, ante todo, griegos”, señala Hekimoglu.
El padre de Benmayor, León, fue deportado a Auschwitz a los 27 años. “Mi padre fue el único miembro de su familia que sobrevivió: no estaba dispuesto a hablar de su experiencia en el campo de concentración, pero me enseñó ladino, que fue la primera lengua hablada en mi familia”, dice Benmayor.

Durante la ocupación alemana, el antiguo cementerio judío fue destruido para liberar espacio en el centro de la ciudad y miles de lápidas se utilizaron como material de construcción para nuevos edificios. Hasta la fecha, muchas de estas lápidas escritas en ladino se han encontrado en la ciudad en lugares inusuales como almacenes, villas privadas o incluso en el fondo del mar del Golfo de Tesalónica.
Cada vez que se descubre una lápida antigua, Benmayor es el miembro de la comunidad encargado de traducirla. “Se retiraron alrededor de 150.000 lápidas del cementerio. Muchas inscripciones revelan información importante no solo sobre la muerte, sino también sobre la vida de los miembros de la comunidad: es como leer los periódicos de la época”, explica Benmayor.

En el período de posguerra, la historia de la comunidad judía, reducida a unos pocos cientos de personas, estaba en peligro de caer en el olvido. “El Holocausto era un tabú para la sociedad: incluso los supervivientes de los campos de exterminio sentían la necesidad de ocultar lo vivido para poder llorar. Recién en los años 80 sus hijos y algunos historiadores se adentraron en la historia de la comunidad y empezaron a difundirla”, afirma Hekimoglu.
En Tesalónica se está extendiendo un renovado interés por preservar el patrimonio cultural judío de la ciudad. La mayoría de los estudiantes que asisten a las clases de Benmayor no son judíos, sino historiadores y arqueólogos interesados en leer las fuentes históricas de la ciudad, como archivos y lápidas.
Además, está previsto construir un museo y un centro cultural dedicado al Holocausto en el paseo marítimo de Tesalónica, mientras que antes de la pandemia, el turismo procedente de Israel estaba en constante aumento.
Fuera de Grecia, existen otras comunidades que descienden de los judíos expulsados de España en 1492 y que hablan ladino. La comunidad más grande de hablantes se encuentra actualmente en Estambul. Benmayor se comunica con algunos de sus miembros en un grupo de WhatsApp llamado ‘Estamos uatsappeando’, que significa ‘estamos chateando a través de WhatsApp’.
Al mismo tiempo, el ladino ha ido despertando cada vez más interés en el ámbito académico: universidades de Europa, Israel y Estados Unidos han abierto cursos de este idioma. “Espero que hoy los académicos se conviertan en futuros embajadores del ladino en el mundo”, afirma Benmayor.
Sobre la tumba de su padre quiso inscribir “Non ti scordar di me”, el nombre de una canción italiana que significa “no te olvides de mí”.
“A mi padre le encantaba cantar esa canción”, recuerda Benmayor. “Al fin y al cabo, preservar la memoria de nuestro pasado significa recordar a nuestros seres queridos”.
Fuente: Euronews | 27.1.2022