Una sinagoga no parece un lugar muy indicado para hablar de la Inquisición y sin embargo es lo que he hecho en agosto de este año en los Ángeles, California.
Conocí en octubre de 2024, en un Congreso de Inquisición en Ciudad de México, a Seth Ward, académico de enorme prestigio, graduado en Yale y en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ha sido profesor muchos años en las universidades de Wyoming y de Denver en temas de estudios judíos, islámicos y de Oriente Medio. Fue él quien organizó la 35 conferencia anual sobre cripto judíos y este año iba a ser en Los Ángeles, en la sinagoga Tifereth y fue él quien me convocó.
La sinagoga Tifereth es la primera que visitó un rey español tras la expulsión de 1492 y fue en 1987 en un viaje del rey Juan Carlos y la reina Sofia a los estados de California, Nuevo México y Texas. La visita fue organizada por el entonces cónsul en los Ángeles, Pedro Temboury, mi padre. Por tanto, mi presencia en el Congreso tenía dos motivos: participar en un panel que recordaría la visita real y dar una charla sobre uno de los casos de cripto judíos perseguidos por la Inquisición en Lima, el cura Núñez Magro de Almeyda en 1625, uno de los contenidos en el libro “La Inquisición desconocida. El Imperio español y el Santo Oficio”
Me sorprendieron varias cosas: en una de las mesas, Arthur Benveniste habló elogiosamente del general Primo de Rivera por la ley que promulgó para que los sefarditas adquirieran la nacionalidad española y también habló bien de Francisco Franco por la ayuda prestada en los consulados españoles a los judíos europeos durante la persecución nazi y durante la guerra mundial.
El discurso genérico, como no podía ser de otra forma, fue destacar la horrenda crueldad de la Inquisición, su supuesto poder omnímodo y el sufrimiento de los cripto judíos a manos del tribunal. Por eso, cuando mencioné el número de condenas a muerte entre 1540 y 1700, unas 1.696 en todo el imperio (entre ellas 540 fueron de judaizantes), Abraham Gross, de la Universidad Ben Gurion, me interpeló preguntándome si había ignorado la terrible persecución del siglo XVIII. Es cierto que yo me he ceñido a los siglos XVI y XVII, por la disponibilidad de los resúmenes de procesos en el Archivo Histórico Nacional, ya que, a partir del siglo XVIII las relaciones de causas están incluidas en la correspondencia y no aparte. He comprobado a mi regreso la dimensión de esa andanada anti- judía del s XVIII, leyendo los trabajos de López Belinchón encontré ocho ejecuciones en Cuenca entre 1718 y 1725, cinco en Madrid en 1720 y una en Murcia en 1723.
Por otra parte, fue revelador descubrir que muchos descendientes de judíos valoran la nacionalidad española, y para encontrar genealogías los expedientes inquisitoriales pueden resultarles muy útiles. Así podrían demostrar en los consulados de España que cumplen los requisitos para obtener la ciudadanía, al ser descendientes de judíos perseguidos por causas religiosas. Tanto es así que, hace unos años, en Nuevo México se descubrió un fraude genealógico a gran escala, que había falseado documentos antiguos. Los requisitos oficiales a veces son poco conocidos y algunos descendientes de judíos creen que el otorgar la nacionalidad, lleva también aparejado el retorno y ayudas a instalarse en España.
Recordaron con inmenso cariño la visita de los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía en 1987 y cómo suponía un hito histórico, de reencuentro y amistad.
Es curioso constatar a la vez la añoranza que sienten por España, como una tierra prometida y el rencor por el recuerdo del nacimiento de la persecución. Pero en cierto modo, comprenden mal el mestizaje, pues creen que un aporte de sangre cripto-judía de hace varios siglos, definiría la fe y la pertenencia de una persona hoy en día. Investigan ascendencias, ya sea con documentos, ya sea con las dudosas y caras pruebas de ADN, y piensan que la etnicidad dictamina la creencia. Eso en el fondo, es muy estadounidense, la obsesión permanente por la raza.
Por Mercedes Temboury
Fuente: El Adelantado de Segovia | 23.10.2025
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