Jaen :: La huella sefardí en la capital, parte de la historia

El legado judío nutre y enriquece a la ciudad en los más recónditos rincones.

JAVIER GALLARDO

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El pasado es parte del presente, porque sin los cimientos de antaño no se podrían construir los edificios de hoy día. Jaén mora, Jaén cristiana, pero también Jaén judía. La capital de Santo Reino, que tantos monumentos y enclaves tiene entre sus calles cuenta, entre todos ellos, con una huella sefardí de gran importancia.

Sería sencillo simplificar en la judería, pero la cosa no queda en ese entramado de calles estrechas y empinadas que desde el año 612 comenzó a albergar a familias judías. Recorrerlas significa acercarse al legado hebreo dejado en la ciudad, como lo es conocer a una figura universal como Hasday ibn Shaprut, consejero de dos califas de Córdoba, uno de los primeros poetas hispano-hebreos y precursor de la llamada Edad de Oro de los Judíos Españoles.

Nada queda ya de la Puerta de Baeza, que daba entrada al antiguo barrio judío, tan solo un dibujo con el que tratar de imaginar lo que fue y no llegó a nuestros días. Como homenaje, una menorá —el simbólico candelabro de siete brazos habitual en el culto hebreo— de gran tamaño, sita en la plaza de los Huérfanos, recuerda la vinculación de la ciudad con los judíos de la diáspora sefardita. La capilla de San Andrés fue una antigua sinagoga antes de convertirse en un templo cristiano, como demuestran las estrellas de David que puede verse en su interior y que se repiten en varias fachadas de calles cercanas, al igual que ocurre con la antigua sinagoga de Santa Cruz.

Un elemento tan presente en la vida de la capital como es la Catedral, de presencia hegemónica y una belleza fuera de toda duda, cristiana, también tiene sus pinceladas judías, aunque no sean muy conocidas: en la sillería del coro —obra del escultor Gutierre Gierero, que también participó en el tallado de la de Burgos, de motivos muy similares— aparecen rodeando a Jesucristo crucificado, en vez de soldados romanos; o La Mona que luce en su exterior, que en este caso la iconografía la enlaza con una representación antijudías de la Edad Media que recuerda al converso que la salvación está en el cristianismo.

La gastronomía, que tan de enhorabuena está en la provincia en los últimos tiempos, también fue de gran importancia en la época sefardí, logrando que esta representara una de sus señas de identidad con el paso de los siglos. El cordero deshuesado o algunos dulces, elaborados con nueces, naranjas y especias, son algunos de los principales ejemplos que se mantienen hoy día y tienen su origen en la época en la que los judíos compartían Jaén con cristianos y musulmanes que dejó un poso para que la ciudad sea lo que es hoy día.

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Fuente: diariojaen.es

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