A los 79 años falleció en Jerusalén Shmuel Hadas, que nació en el Chaco y fue el primer embajador de Israel en España y en la Santa Sede, dos destinos de enorme relevancia histórica para el Estado que representó.
Gran conocedor del Medio Oriente y del mundo político del Mediterráneo, Hadas fue un hombre que sabía escuchar a los otros y hacer un análisis sereno, con respeto a los límites que marca la realidad y el afán por llegar a soluciones posibles.
Su paciencia y buena voluntad lo hicieron un elemento clave en las relaciones entre judíos y cristianos, para procurar un entendimiento, y también intentó hasta su muerte trabajar por el acercamiento entre Israel y los palestinos.
Nacido en Resistencia, en 1931, Hadas simpatizó desde joven con el partido laborista Avodá y en 1954 emigró a Israel, donde vivió en un kibutz, cerca de Gaza. Colaboró en la Histadrut, central de trabajadores, y en 1964 ingresó en la diplomacia. Estuvo en México y en Colombia y fue embajador en Bolivia, entre 1971 y 1975. Fue director de relaciones culturales de la Cancillería israelí.
Shmuel Hadas inició su labor diplomática en España como representante de Israel ante la Organización Mundial del Turismo, con sede en Madrid, entre
1982 y 1986. Al establecerse ese año relaciones diplomáticas, se convirtió en el primer embajador de Israel en España, puesto que ocupó un año.
En 1994, presentó sus cartas credenciales a Juan Pablo II como primer embajador de Israel ante la Santa Sede, y puso empeño en superar malentendidos. En 2004, participó en Buenos Aires de una cumbre mundial de católicos y judíos.
En 2007, con ocasión de disertar en la Universidad Austral sobre «Las relaciones Santa Sede-Israel», LA NACION lo entrevistó en su sección «Los intelectuales del mundo». «El diálogo debe penetrar en la mente y en el corazón, y esto sólo se logrará con paciencia y perseverancia», dijo quien conocía de cerca los tropiezos, errores y dificultades que afrontaba una región que pasaba de una crisis a otra peor que la anterior. Acumulaba una rica experiencia de vida.
El embajador de Israel, Daniel Gazit, dijo: «Fue un gran hombre, un gran embajador, un gran filósofo, un gran profesional». La AMIA, la DAIA y otras entidades judías exaltaron su «bendita memoria».
«Fue una gran persona, amante de la paz, un estudioso de la cultura sefardí, un hombre que buscaba las buenas relaciones con las otras religiones», dijo aquí un buen amigo suyo, Mario Cohen, presidente del centro sefardí Cidicsef.
Quienes lo trataron lo recuerdan como un caballero, un hombre de palabra justa y meditada, pronto a acercar posiciones, a reconocer los valores presentes en los representantes de otros países y confesiones. Con su sencillez, alejada de poses y protagonismos personales, Hadas deja una huella honda en su paso por la vida. restigió a la comunidad judía y a la Argentina, que visitaba con frecuencia y por la que nunca perdió su afecto. Le gustaba el mate, era hincha de Independiente, tenía un resabio de acento chaqueño. Su esposa, Lea, madre de sus dos hijos, nació en Buenos Aires. El sepelio se efectuó en Jerusalén.
Fuente: La Nación
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