Esas que al borrarlas nos instalan en el olvido, en la ignorancia. Habló en un espacio singular: el Monasterio de Santo Tomás. Sobre el lugar donde estuvieron depositados los restos del inquisidor Torquemada.
En los terrenos expropiados a la comunidad judía de Ávila. Junto al convento de la Encarnación del que salió huyendo Teresa de Jesús, hija de conversos, y que está construido sobre el cementerio judío. Cementerio donde, comentan las crónicas, está enterrado el sabio Moshe de León, autor de El Zohar. Convento en el que se refugió el Mancevo de Arévalo, místico sufí y morisco. Todo esto en Ávila, mucho más que la ciudad de la Santa. Una experiencia excepcional.
Todos sufrimos un cierto vértigo. La memoria tiene (y produce) a veces ese efecto.