
A estas alturas de la querella española en Jot Down, donde tan razonadas y razonables perspectivas se han desplegado, la tarea de añadir algo de interés o nuevo parece improbable. Pero como la cuestión me interesa y he dedicado (y dedico) a ella no pocas horas de estudio y docencia me he animado a plantear un experimento mental, o si prefieren, un ejercicio de imaginación filosófica que no va a deshacer la querella, si acaso, la volverá más compleja y poliédrica.
Vamos a imaginar, por buenas razones, que Spinoza pensaba, también, en (judeo)español. Que sea Spinoza el protagonista de nuestro experimento es una feliz coincidencia, pues si hay un especialista en querellas filosóficas, ese es nuestro filósofo sefardí. No en vano, la rehabilitación de Spinoza en la filosofía alemana del siglo XIX se produce como fruto de una querella que emplazó a la inteligencia europea del momento y que, como veremos más adelante, ha condicionado que durante mucho tiempo no nos hayamos preocupado de recuperar (y preservar) la memoria sefardí, y en esta precisa medida española, que anida en el pensamiento del judío de Amsterdam.
Hay indicios materiales más que serios que nos despejan el camino para nuestro experimento mental y que liberan a nuestra imaginación, sin introducir teleologías espurias, para que pueda recrear a Spinoza pensando en (judeo)español. Los indicios los encontramos en el legado que dejó Spinoza como biblioteca o, al menos, el inventario que se hizo de ella. Al fallecer Spinoza en 1677 se realizó un inventario notarial de su modesta herencia. Entre sus pocas pertenencias, se habla de ropa sencilla y herramientas de pulir lentes, destacaba un estante de roble con aproximadamente 40 libros “meticulosamente ordenados en cinco anaqueles”. Investigaciones posteriores han revelado que, en realidad, su biblioteca constaba de 161 volúmenes en diferentes formatos, lo que demuestra que, pese a su vida austera, Spinoza era un ávido lector. Lo notable es la composición lingüística y temática de esa biblioteca: además de obras filosóficas en latín y tratados en holandés, un número significativo de libros estaba en castellano y algunos, posiblemente, en judeoespañol como el Poema de la Reyna Ester. No es exagerado imaginar que esta selección bibliográfica refleja la continuación de su lazo con la cultura sefardí e hispánica incluso tras la separación forzosa de la sinagoga.
Según el inventario, Spinoza poseía diccionarios en varias lenguas (griego, latín, hebreo y español), así como una variedad de obras originales o traducidas al castellano. Por ejemplo, tenía los Diálogos de amor de León Hebreo, un famoso diálogo filosófico-renacentista escrito por el sefardí Judá Abravanel. También figuraban en su colección las Obras completas de Luis de Góngora, las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes y al menos un volumen de El Criticón de Baltasar Gracián. Junto a la literatura, hallamos textos pedagógicos: gramáticas (incluyendo posiblemente una de castellano) y diccionarios que sugieren que Spinoza estudiaba y dominaba el idioma español.
De especial interés es la Biblia en español citada en el inventario. Muy probablemente se trataba de la Biblia de Ferrara (edición de 1553), traducción al castellano realizada por judíos sefardíes para uso de conversos y judíos de habla hispana, aunque también podría ser la conocida como Biblia del Oso. El hecho de que Spinoza leyera la Biblia en castellano, además del hebreo original, indica su vínculo con la tradición judeoespañola: recordemos que los sefardíes exiliados solían usar traducciones al judeoespañol y castellano en el estudio bíblico y ritual. Tener una Biblia en lengua romance en su estante sugiere también que Spinoza valoraba el español como lengua de conocimiento religioso, no solo para lecturas profanas.
¿Qué nos dice la presencia de libros en español en la biblioteca de Spinoza? En primer lugar, indica que el español (y el judeoespañol) seguía siendo una lengua importante para él, una lengua culta de lectura y pensamiento. En segundo lugar, muchas de estas obras españolas tenían contenido filosófico o moral, así El Criticón de Gracián, los Diálogos de amor exploran la filosofía neoplatónica proyectada sobre la Cábala, las Novelas ejemplares contienen crítica social y ética, incluso Góngora y Cervantes aportan miradas sobre la naturaleza humana. Esto evidencia que Spinoza se nutría, también, de la literatura y pensamiento hispano como parte de su bagaje intelectual. En tercer lugar, la inclusión de una Biblia en español y obras devocionales nos habla, al menos, de una memoria conservada de la piedad sefardí, aunque Spinoza no practicara la religión judía. Así, podemos considerar la biblioteca de Spinoza como un espacio para imaginarlo pensando en (judeo)español, donde coexistían filosofía, ciencia y tradición sefardí. Este acervo, conservado por Spinoza hasta su muerte, es en sí mismo una afirmación silenciosa de su identidad hispano-judía a pesar de su expulsión de la comunidad.
Si pasamos de lo general a casos concretos, examinemos dos obras particulares de la biblioteca de Spinoza que conectan directamente con la Cábala y el pensamiento sefardí renacentista: Puerta del Cielo de Abraham Cohen de Herrera, y Diálogos de amor de León Hebreo. Un somero análisis de estos libros nos permitirá ver cómo algunas de las ideas de la tradición judía hispana pudieron influir en la filosofía spinoziana.
Spinoza poseía un ejemplar de Diálogos de amor, registrado en el inventario con la descripción “Leon Abarbanel dialogos de amor”. Se trata de una obra escrita originalmente en italiano (Dialoghi d’amore, 1535) por Judá Abravanel, filósofo judío español del siglo XVI, hijo del estadista Isaac Abravanel. La edición que Spinoza tenía era una traducción al castellano publicada en Venecia en 1568, indicio de que prefería leerla en español. Diálogos de amor es un texto neoplatónico-cabalístico que, en forma dialogada entre un hombre y una mujer, explora la naturaleza del amor, la belleza y la unión mística con lo divino. Combina la filosofía platónica con nociones provenientes de la tradición judía. Su autor, un judío exiliado de Sefarad, incorpora conceptos cabalísticos (como la idea de que el amor es la fuerza que une todas las cosas en Dios) reformulados bajo la influencia del platonismo renacentista. El hecho de que Spinoza leyera a León Hebreo sugiere que estaba familiarizado con este sincretismo filosófico-religioso sefardí. En la Ética spinoziana, por ejemplo, encontramos posibles similitudes entre la noción del amor intellectualis Dei como beatitud suprema y el eros intelectual de Abravanel. Sin duda, tener este libro en su estantería muestra el puente que tendió Spinoza entre la filosofía moderna y el legado neoplatónico judío de sus ancestros.
Otra obra de gran interés es Puerta del Cielo un tratado de Cábala escrito en castellano por Abraham Cohen de Herrera, intelectual sefardí de Ámsterdam contemporáneo a Spinoza. Aunque el inventario conocido de la biblioteca de Spinoza no menciona explícitamente este título, es muy probable que Spinoza conociera la obra, ya sea de primera mano o a través de sus maestros (recordemos que Menasseh ben Israel y otros cabalistas de Ámsterdam estaban en contacto con Herrera). Puerta del Cielo, escrita entre 1620 y 1630, es un intento original de conciliar filosofía neoplatónica y Cábala renacentista. Herrera sistematiza la mística cabalística usando categorías filosóficas de Plotino, Ficino y Pico de lla Mirandola. Lo notable es que Herrera redactó este amplio sistema cabalístico directamente en castellano, siendo uno de los pocos textos cabalísticos escritos en una lengua vernácula y no en hebreo. La elección del idioma no es casual: Herrera, al igual que otros sefardíes, consideraba el castellano una lengua apta para la alta especulación espiritual. Esto le permitió expresar las sutilezas de la Cábala en términos accesibles a un lector culto hispanohablante, impregnando sus explicaciones con giros y matices propios de la cultura hispánica.
Podemos sugerir que la especulación metafísica de Herrera pudo influir decisivamente en la gestación del sistema de Spinoza. Por ejemplo, Herrera describe a Dios (En Sof, el Infinito) como ser absolutamente infinito que se manifiesta a través de modos y emanaciones, una idea conectada con la definición spinoziana de Dios como sustancia absolutamente infinita de la que se derivan infinitos atributos y modos. Puerta del Cielo explora también una teología negativa y la idea de que lo infinito produce lo finito a través de intermediarios, conceptos análogos a la relación entre sustancia y modos en Spinoza. No estamos sugiriendo que Spinoza copiara a Herrera, sino que el clima intelectual sefardí en el que se movía, donde obras como Puerta del Cielo circulaban en español, preparó ciertas nociones que luego Spinoza reinterpretó en su filosofía.
Tanto Diálogos de Amor como Puerta del Cielo ilustran cómo la herencia intelectual sefardí estaba presente en el horizonte de Spinoza. Tenía acceso, en una de sus lenguas vernáculas, a los frutos filosóficos y místicos del Renacimiento judío hispano. Esto enriquece nuestra comprensión de Spinoza pues lejos de ser un pensador fuera de la tradición judía, podríamos verlo como un heterodoxo continuador de la filosofía judía sefardí. Sus raíces marranas y sefarditas florecen en su originalísimo pensamiento de Deus sive natura, uniendo razón y cierto misticismo naturalista. ¿Es demasiado exagerado imaginar que la biblioteca (judeo)española de Spinoza fue parte importante de su laboratorio filosófico, donde la Cábala sefardí, el humanismo español dialogaron con Descartes y Hobbes y con la Reforma radical presente en los Países Bajos?
Aunque los indicios nos permitan hacer este juego de la imaginación, nos podemos preguntar: ¿qué importancia puede tener responder a la cuestión de si Spinoza pensaba en español? Quiero destacar dos razones.
La primera tiene que ver con una comprensión más compleja del proceso de la modernidad filosófica de lo que determinadas visiones, también nacionales (inglesas, francesas, alemanas), nos tienen acostumbradas. Spinoza, judío, marrano, sefardí, separado como hereje del judaísmo rabínico de Amsterdam, reúne en sí tal pluralismo de lenguas, identidades e influencias que no se puede reducir su carácter moderno a la sola lectura de Descartes o a su conocimiento de la incipiente ciencia experimental. De hecho, la presencia clara en su pensamiento de la herencia sefardí, medieval y renacentista, como fuente creativa para su original pensamiento nos permite pensar en la presencia, precisamente, de lo (judeo)español en la modernidad a través de Spinoza. Si, además, sabemos que no es posible comprender la filosofía sefardí medieval sin su relación con algunas de las formas de la filosofía y la teología islámica en Al-Andalus pues quizá resulta que la presencia de lo español en el corazón de la modernidad europea es mucho más relevante de lo que nos reconocemos a nosotros mismos.
La segunda razón no es menos importante: precisamente fue la querella sobre Spinoza que suscitó Jacobi a finales del siglo XVIII la que consiguió rehabilitar a nuestro filósofo como adalid de la razón ilustrada, a cambio de ocultar, de algún modo, cualquier vínculo de Spinoza con su pasado judío y la herencia sefardí recibida en Amsterdam. De algún modo, de Jacobi a Hegel se produjo una limpieza de sangre filosófica de Spinoza que, además, asumieron algunos de los filósofos judíos más destacados de la Haskalá, como H. Cohen. El eco de su despecho contra Spinoza se sigue oyendo en los textos de Levinas.
Estamos ya en condiciones de responder a la pregunta que nos hacíamos al principio. Si nuestros indicios pudieran ser pruebas, lo cual es muy dudoso, de que Spinoza pensaba en español o en judeoespañol podríamos afirmar, con igual modestia que firmeza, que también las fuentes de la modernidad europea se encuentran en la Península pues uno de sus adelantados, Spinoza, pensaba, también, en (judeo) español. Sí, todo muy condicional pero los indicios no nos dejan ir más allá. Más allá vemos, quizá, un camino diferente: pensar que el pluralismo lingüístico como condición de la modernidad y de la Ilustración incluye lenguas como el (judeo)español. Casi nada para la hegemonía del inglés en esta modernidad tardía de nuestros desvelos.
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Jorge Úbeda (Úbeda, 1955) es doctor en Filosofía. Profesor asociado del departamento de Filosofía y Sociedad de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Su docencia está dedicada a la Filosofía española contemporánea tanto en estudios de grado como de máster. También imparte docencia en el Máster de Formación del Profesorado en la especialidad de filosofía. Director de la Fundación Promaestro y de Transfilosofía. Club de pensamiento contemporáneo. Sus últimas publicaciones han sido los artículos Más allá del hispanocentrismo: el español como lengua cultivada para la filosofía. Daimon. Revista Internacional de Filosofía (2025) en prensa y La bisagra, el pliegue y el quiasmo: variaciones sobre El tema de nuestro tiempo. Revista de Estudios Orteguianos, 48, 2024, pp. 129-146 y el ensayo La era de la fraternidad (2024). Junto con José Luis Villacañas (UCM) y Javier Serrano (Fundación UCLM) organiza el Congreso El español: ¿lengua de pensamiento? que reunirá a una veintena de intelectuales latinoamericanos y españoles para debatir acerca de esta cuestión los días 29 y 30 de septiembre de 2025 en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense.
Fuente: jotdown.es