De ser quemados vivos en el siglo XVI a ser señalados en plena Transición por tener un apellido ‘xueta’
Tres décadas antes, en 1904, hasta el político conservador mallorquín Antoni Maura «recibió el insulto xueta en el Congreso de los diputados por parte del político progresista Rodrigo Soriano».
Aunque la conversión se remonta a la Edad Media, la persecución de los descendientes de judíos vivió un peligroso episodio entre los años 1936 y 1939, en plena Guerra Civil, indica Miró. La historiadora Magdalena Quiroga Conrado descubrió en los años 90 la existencia de 46 instancias de mujeres al Ayuntamiento de Palma en las que pedían que se acreditase que no eran «de raza hebraica» y que eran «de raza Ariana» (sic) para poder casarse con militares italianos o alemanes que residían temporalmente en la isla. Una de ellas fue la ibicenca Francisca Besalduch García.
35% de la población
Poco después, el 13 de mayo de 1941, los gobernadores civiles de todo el Estado recibieron una circular de la dirección General de Seguridad (hasta días antes dirigida por José Finat) para que se elaboraran informes de «los israelitas nacionales y extranjeros», especialmente de los «sefarditas». «Si finalmente -detalla Miró- no se aplicó esa relación de descendientes de judíos conversos para deportarlos a campos de concentración fue porque cuando Falange, en 1942, pidió la elaboración de las listas de los afectados al obispo Miralles y al archivero diocesano Vich Salom, en el informe que este último elaboró se llegaba a la conclusión que la deportación afectaría a casi el 35% de la población mallorquina».
Del interés de los nazis alemanes por los descendientes hebreos en esa isla da cuenta un episodio vivido recientemente por la propia Miró: «Hace poco, un compañero consiguió por Internet la obra de Baruch Braunstein, ‘The chuetas of Majorca. Conversos and the Inquisition of Majorca’, de 1936, muy difícil de encontrar. Cuando la recibimos nos dimos cuenta de que llevaba el sello de una biblioteca nazi. Da que pensar sobre el interés que tenían en este asunto».
Durante siglos se estigmatizó a quienes llevaran alguno de los 15 apellidos xuetes: Aguiló, Bonín, Cortés, Forteza, Fuster, Martí, Miró, Piña, Picó, Pomar, Segura, Tarongí, Valentí, Valleriola ( ya desaparecido) y Valls. Una de las consecuencias de que se les señalara fue lo que Miró denomina una «endogamia forzada», pues hasta mediados del siglo XX «las familias mallorquinas impedían los matrimonios con xuetes, de manera que forzaban a estos a casarse entre ellos». Si alguno se saltaba esa regla, «se veía obligado a emigrar».
Algunos aún tienen miedo
Incluso en esa comunidad, y hasta el siglo XVIII, los propios xuetes se diferenciaban entre ellos: había los orella alta (con más poder económico) y los orella baixa (más humildes). «Existía una subendogamia: los xuetes de orella alta se casaban entre ellos, como nobles, para conservar su estatus. De ahí que había apellidos más tendentes a ser de un grupo que de otro. En los siguientes siglos eso se diluye, pues no se podía mantener esa endogamia entre grupos tan cerrados».
El último reducto xueta en Palma fue la calle Platería, en el centro: «En la época medieval hubo tres juderías, pero luego se conservaron, sobre todo, el Call Major y el Call Menor. En este último hay una calle en la que hasta hace 30 años todo eran negocios de joyerías regentadas por xuetes. La gente sentía recelo a vivir allí. Aún quedan algunas familias que residieron allí siempre».
Hay gente mayor que aún pide a Miró que deje de tocar este tema: «’A ver si van a volver contra nosotros’, me dicen. Algunos aún tienen miedo».