En septiembre comenzarán las visitas guiadas por la sinagoga de Uncastillo -cuyos vestigios han permanecido inalterados durante cinco siglos- y se sumarán a la oferta de rutas turísticas de Sefarad que ya recorren nuestra Comunidad.

El hallazgo de la sinagoga de Uncastillo es el último reclamo. En septiembre comenzarán las visitas guiadas por el templo -cuyos vestigios han permanecido inalterados durante cinco siglos- y se sumarán a la oferta de rutas turísticas de Sefarad que ya recorren nuestra Comunidad. Otro botón de muestra es la mimada guía sobre la judería de Luna, una de las más especiales y olvidadas de Aragón, que el mes pasado editó la Asociación Cultural Banzo Azcón. «Se está haciendo mucho, pero aún hay potencial para hacer más», comenta Jonathan Ben Cortés, presidente de la Asociación Judía de Aragón. El también responsable de Casa Jacob está en contacto con la embajada de Israel, muy interesada en los recorridos que muestran la herencia de Sefarad en Zaragoza y que lo hacen, además, en español, en inglés y -atención- en hebreo. «Este año ha sido el primero en el que se ha incluido a Aragón en una las rutas», comenta Ben Cortés, refiriéndose a los paquetes turísticos que parten de Israel, llegan al aeropuerto de Barcelona, recorren las juderías de Tarragona y Gerona, y hacen parada -por fin- en Huesca y las Cinco Villas antes de adentrarse por los territorios navarros.
La clave del éxito de estos ‘tours’ no es otra más que el aprecio y el valor que los judíos otorgan a la memoria. El pueblo hebreo transmite la cultura del recuerdo y, así, no pocos ciudadanos israelíes que saben que sus raíces proceden de Sefarad y, más en concreto, de Aragón, donde el Fuero de Jaca de 1077 facilitó la entrada a un vasto territorio de escasos pobladores. Aunque sus antepasados fueran expulsados hace más de 500 años, la historias familiares han pasado de generación en generación y aún hoy llegan turistas que -incluso- conservan antiguas llaves de las casas de Tauste, Ejea, Biel o El Frago (muchas ya inexistentes) en las que moraron sus retatarabuelos. De hecho Zikaron -que presta el nombre a una web de la cultura sefardí en la Comunidad- es el vocablo que se refiere a la ‘acción de recordar’ en lengua hebrea.
Los descendientes de judíos españoles que visitan Aragón por el camino del turismo cultural recuerdan que su legado no solo pasa por aljamas, baños o sinagogas, sino que aún se conserva en aproximadamente un millar de linajes y apellidos.
Hay en Aragón hasta cincuenta localidades que esconden una judería, que la sinrazón y el abandono de medio milenio cubrieron con un velo de encanto y de misterio. También con algunos ladrillos porque joyas de este patrimonio fueron enterradas o tapiadas con arcos falsos cuando se cristianizaron las calles y se quisieron eliminar las estrellas de David y los candelabros de siete brazos.
Itinerarios completos
Una buena ruta sefardí por la Comunidad requeriría, al menos, tres o cuatro días de viaje porque, además de las citadas Cinco Villas, también habría que visitar los vestigios de la cultura sefardí en Calatayud o en los ‘barrios nuevos’ de Daroca y Caspe. Una de las áreas con mayor identidad se sitúa pies del Moncayo: mientras que la comunidad hebrea de Borja residía en el interior del castillo, en Tarazona la judería vieja se asienta a los pies de la Zuda y albergó un centro de interpretación y traducción del árabe y latín. La ciudad del Queiles es, además, la única localidad aragonesa con pleno derecho en la Red de Juderías de España Camino de Sefarad.
Los citados son tan solo pequeños ejemplos pero hay muchos más. En Huesca las fértiles excavaciones se han centrado en Jaca, Monzón y Barbastro, mientras que en Teruel destacan las investigaciones llevadas a cabo en Montalbán y en Híjar, donde allá por 1848 existía una de las más importantes imprentas en caracteres hebreos. De hecho, la huella sefardí también puede rastrearse en algunos documentos recuperados como los ‘ketubot’ (esto es, contratos matrimoniales elaborados por casamenteros) o como las numerosas cantigas y melodías sefardíes que los exégetas (Prames ha editado más de un cedé) tratan de recuperar. También de Aragón se sabe que procede el llamado ‘Hagadá de Sarajevo’, un manuscrito preciosamente ilustrado de 1350 que salió de Saraqusta cuando su propietario fue expulsado de la Península.
De vuelta a las tierras turolenses, donde se planteó hacer la ruta del Talmud, destaca que en Alcañiz existiera una escuela talmúdica y fuera uno de los centros rabínicos, que no es poca cosa porque en Aragón se permitió a los judíos y musulmanes conservar sus posesiones y practicar su religión hasta bien entrado el siglo XV. Solo así se entiende que en las Cinco Villas los judíos llegaran a constituir el 25% de la población (en un clima de convivencia pacífica) y que el comercio aragonés fuera el que más sufriera la expulsión de 1492 y la posterior diáspora de los judíos.
Por cierto, que también por el estómago puede seducir la cultura sefardí porque no pocas bodegas españolas se han lanzado a embotellar vino ‘kosher’ elaborado según las normas talmúdicas. La moda nació en Cataluña, prendió en Navarra y hace tiempo que enraizó en Aragón, donde las bodegas de Paniza y la D. O. Cariñena riegan con sus caldos fiestas como el ‘Pésah’, la Pascua judía.
Fuente: Heraldo.es
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