Sol Hachuel de Eugenio María Romero

 

Sol HachuelSol Hachuel < El martirio de la joven Hachuel o la heroína hebrea >

En 1834, año en que Sol es ajusticiada en Fez, el Gran Rabino de Tánger, su ciudad natal, es Rabí Moshé Bengio, abuelo de Rabí Mordejai Bengio, que a su vez era el bisabuelo de mi padre. ¿Cómo escapar a la «inquietante extrañeza» analizada por Freud, cuando la historia envuelta en misterio, de una santa que, si no fuera judía, se diría que sale directamente de la Leyenda dorada, se entrelaza con el propio acervo familiar?

Evidentemente, esta historia molesta a los marroquíes musulmanes, que la evocan con reticencia: el historiador Mohamed Kenbib parece poner en duda «el “martirio” de la joven tangerina que supuestamente aceptó sacrificar su vida en lugar de no regresar al judaísmo». No me gusta el entrecomillar martirio, el demasiado prudente supuestamente, ni el insidioso regresar al judaísmo, que da a entender, implícitamente y sin discusión, que antes se había convertido al Islam.

A través de la neblina de narraciones contradictorias, o en cualquier caso difícilmente compatibles, de la corta vida de la heroína hebrea, el personaje de Sol se me antoja enigmático y sin embargo muy próximo. La sangre que corre por sus venas, tan prematuramente derramada por el verdugo, ¿no es acaso la misma que la de los judíos de Castilla que se negaron en 1492 a ceder al terrible chantaje de la Inquisición y prefirieron malvender sus bienes, y enfrentarse a los peligros de un viaje en un medio hostil, y para terminar, a la amargura del exilio, antes que la conversión, o la simulación?

Por mi parte solo tengo dos certezas, y juntas forman un enigma.

La primera es que en 1834 en Fez (la fecha exacta no se conoce), una adolescente judía tangerina llamada Sol Hachuel fue decapitada, y que le habría bastado, para salvar su vida, reconocerse musulmana. Las zonas sombrías, las incertidumbres, las variantes y el lujo de detalles edificantes o patéticos que, a lo largo del tiempo, han venido a embellecer la historia, no deberían hacernos olvidar lo esencial: existen testigos oculares, y la prensa europea registró el trágico acontecimiento en los días siguientes (por cierto para denunciar rápidamente la «barbarie» de esos «musulmanes fanáticos», olvidando que tales actos de salvajismo eran moneda corriente en tierras cristianas hasta fechas recientes…)

La segunda es que, si bien el Islam es de buen grado proselitista, se resiste sin embargo a las conversiones forzadas («nada de coacción en materia de religión» proclama el Corán, sura II «La vaca», versículo 256). Ciertamente, mientras el judaísmo disuade a los candidatos a la conversión, subrayando la inutilidad del trámite –puesto que todos los justos del mundo tendrán parte en la vida eterna…- y solo accede a su petición tras un largo período de formación y un examen riguroso de su motivación, en el Islam basta con pronunciar ante testigos la Shahâda, la profesión de fe musulmana, para convertirse en musulmán, de la misma manera que bastaba antaño con solicitar el bautismo para entrar en la alianza de Cristo. Claro que hay que actuar con plena libertad personal, y si se exceptúan los períodos de «guerra santa», dónde se reseña a menudo el caso de conversiones colectivas cualquier cosa menos espontáneas, por regla general el judío y el cristiano se benefician en la tierra del Islam, del estatus de dhimmis, que les asegura la libertad de religión a cambio de varias humillaciones.

¿Entonces? Entonces, de dos cosas una…

O bien, como nos cuentan las versiones más numerosas (bien es cierto que todas judías, o favorables a los judíos…) Sol, una virgen de belleza deslumbrante, fue víctima de una trampa; su vecina musulmana, que arde en deseos de verla convertida al Islam, la habría acusado falsamente en altas instancias de haber dado el paso para escapar de una madre abusiva. A Sol no le queda entonces más que la elección entre renegar o morir.

O bien, según las –escasas– fuentes musulmanas, Suleika, como se dice en árabe, se habría convertido realmente, por odio hacia su madre, para rehusar un triste matrimonio arreglado, o por el amor de un apuesto marroquí; habiéndose retractado más tarde, solo podía ser acusada de apostasía, lo que equivalía a una condena a muerte (extraña versión, de todos modos: si bien el Islam exige la conversión del infiel que pretenda casarse con una musulmana, a un musulmán, en cambio, no se le exige convertir a su prometida «infiel», porque la religión se transmite por vía masculina).

Los libros no nos enseñan nada. Después de haber vivido su corta vida sobre la tierra, Sol se transforma, bajo la pluma de numerosos autores que se interesaron por ella, empezando por nuestro Eugenio María Romero, en un arquetipo literario, diferente cada vez. Escuchadla aquí, en El martirio de la joven Hachuel o la heroína hebrea, mantener razonamientos sobre el sentimiento religioso. ¿Acaso son creíbles en labios de una niña que no parece haber recibido ninguna educación especial? Recuerdan más bien a los filósofos de las Luces, el Rousseau de la Profesión de fe de un vicario saboyano, el Lessing de Nathan el Sabio. Cada uno tiene tendencia a poner la patética y edificante historia de Sol al servicio de la causa que quiere defender: los ideales liberales en materia de educación, la lucha contra el fanatismo religioso o por la libertad de fe, la exaltación de la fe, e incluso, en el caso de algunos, los intereses coloniales, véase la islamofobia…

Sin duda nunca sabremos la verdad exacta. Y tal vez sea mejor así. Por mi parte, me gusta de Sol su misma ambigüedad… Esta «niña santa» ¿encarna realmente la admirable intransigencia de la juventud?, o por el contrario, ¿pagó el precio más alto por haberse acercado demasiado a la frontera, o haberla cruzado incluso, aunque no fuera más que de intención, y haberse quemado las alas? Hebrea nací, hebrea quiero morir, la fórmula que repite sin descanso, puede entenderse de las dos maneras. Me encanta que la investigadora Ruth Knafo Setton nos recuerde que, en el viejo cementerio judío de Fez, las mujeres judías y musulmanas recen mano a mano en la tumba de Sol. Como si el más puro milagro realizado por la santa hubiera sido el de abolir en su muerte, durante el tiempo de una plegaria, la frontera que no pudo traspasar en vida…

Abraham Bengio

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Tánger, 1949. Catedrático de Letras Clásicas, escritor e historiador, ha sido director del Instituto Francés de Madrid. En la actualidad es director general adjunto de la Région Rhône-Alpes (Francia).
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Fuente: Juan Ramón RocaRVF Autores-Editor

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3 comments

  1. Sortie depuis mars 2012 d’un livre constitué de 34 récits, intitulé «Une enfance juive en Méditerranée musulmane» (auteurs nés au Maroc, Algérie, Tunisie, Turquie, Liban etc..), Editions Bleu autour.

    • Tristisimo, inaudita ejecución, es un asesinato vil de política religiosa que encaja a la perfección en el relato musulmán. Cobardía.

  2. Pedro Orentrajch

    Abraham Bengio, los hechos son sagrados y las opiniones como la suya son libres. Analiza a Sol elipticamente y con el manual del abogado hiper litigante que a partir de un punto o una coma se abraza a una idea y pugna por sostenerla a costa de »a pero» los hechos son dudosos o las hipótesis desvían las conclusiones. A una niña hebrea de 13 años otra niña musulmana la convierte al Islam, con que herramientas? Absurdo, los padres de Sol tenían el control de su hija y controlaban sus movimientos como cualquier padre común. Le apoyo un dedo en el hombro de Sol y la nombró musulmana? Este es otro crimen de los miles a que nos tienen acostumbrados los mahometanos.

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