Se acaba de publicar el libro “De Jajam Bashi a Rav Rashí: Rav Yaacov Meir 1856-1939” escrito por el Dr. David Ashkenzi

La editorial del Majon Ben Tzvi ( Universidad Hebrea de Jerusalem ) acaba de publicar el libro “De Jajam Bashi a Rav Rashí: Rav Yaacov Meir 1856-1939” escrito por el Dr. David Ashkenzi, recibiendo excelentes críticas de distintas personalidades incluso en el diario Makor Rishon en Israel .

Prólogo del libro de David Ashkenazi
“De Jajam Bashi a Rav Rashí: Rav Yaacov Meir 1856-1939”

La nacionalidad es la fe en el resurgimiento del pueblo y el regreso a su tierra, y así como quien no practica la Torá no es un judío pleno, aquel que la practica pero no cree en la resurrección de la nación y su tierra, tampoco lo es […] Judío pleno es quien observa la Ley y cree en el resurgimiento y la redención [—] No hay nacionalidad por una parte y religiosidad por otra.
Rav Yaacov Meir, 1929

Así, con fe y valentía, definió el Rav Yaacov Meir al “judío pleno”, al saludar a la comunidad judía de Shangai en enero del 1929.

¿Quién era el Rav Yaacov Meir, y por qué no figura en los anales de la historia de Israel? Fue un líder esencial en la Jerusalén de los tormentosos años de fines del siglo 19, cuando la ilustración y la modernización empezaron a permear Jerusalén, y más tarde, el Gran Rabino de Salónica en tiempos de la rebelión de los jóvenes turcos, las guerras de los Balcanes, la primera Guerra Mundial, hasta convertirse en Gran Rabino cuando se fundara el Gran Rabinato en Jerusalén, tras la conquista británica de Eretz Israel. En su juventud contribuyó a mejorar la situación de los judíos en Jerusalén en lo que hace a educación y salud, fue uno de los pioneros de la reinstalación de la lengua hebrea como lengua de comunicación y unidad entre las distintas etnias de Israel y ayudó a las etnias orientales a construir sus barrios en la ciudad.

La personalidad curiosa, las aptitudes y el valor del joven rabino sefardí nacido en la Ciudad Vieja, que lo llevaron a adquirir una vasta cultura y a dominar varios idiomas, lo capacitaron para convertirse en un rabino y un líder sefardí moderno, un ejemplo de la actitud rabínica sefardí que se caracterizó por hacer prevalecer la educación y la persuasión por sobre el adoctrinamiento en la rigurosidad de la observancia.

En su juventud se sumó a los propulsores de cambios en Jerusalén, que promovieron entre otras cosas su designación como Jajam Bashi – el más alto cargo de un judío en la Administración otomana. Abrigaban la esperanza de que el nombramiento del Rav Meir inaugurara una nueva etapa en el yishuv judío en Jerusalén. Pero, los rabinos del yishuv askenazí, a quienes se sumó la elite toraní sefardí, desataron un embate sin concesiones contra el Rav culto y progresista y no ahorraron inculpaciones bochornosas para impedir dicha elección y evitar que fuera refrendada por las autoridades. Así fue como el Rav Yaacov Meir fue desplazado del cargo de Jajam Bashi en Jerusalén y se trasladó a Salónica donde ejerció el cargo de Gran Rabino de la comunidad local. También varios de sus camaradas militantes del progresismo se vieron obligados a exilarse en Turquía y en Estados Unidos, y los que quedaron en Jerusalén sufrieron varios años más del encono de los religiosos más conservadores.

En Salónica, el Rav Meir lideró la comunidad judía en la década efervescente de la rebelión de los jóvenes turcos, las guerras de los Balcanes, el traspaso del dominio de Salónica a manos de Grecia, la Primera Guerra Mundial y el terrible incendio de Salónica en 1917 que arrasó el barrio judío, incluida la casa y la biblioteca del Rav Meir. En toda esa época tan cambiante, el Rav Meir se mantuvo firme y valiente en la defensa de la comunidad frente a soldados, oficiales, gobernantes y reyes.

A su regreso a Jerusalén, en 1919, esperaba poder integrarse a los líderes del yishuv. Cuando en 1921 se fundó el Gran Rabinato, fue elegido como primer Gran Rabino sefardí junto al Rav Abraham Itzjak Hacohen Kuk, el primer Gran Rabino askenazí, y fue designado también como Presidente honorario de la comunidad sefardí.

Su carácter decidido y su fe en el camino que lideraba lo llevaron a hacer declaraciones y acciones polémicas. Si bien reconocían su liderazgo, censuraban su tozudez, su orgullo y su asertividad, considerada contestataria. Por eso es que su personalidad se veía como una rara combinación de grandeza y fortalezas por una parte, y pequeñez y debilidades por la otra.

Anita Schapira determinó: “Pero también los ´gigantes´, aquellos que se despeñaron al subir la montaña sin lograr llegar a la cima, merecen tener su hora de gracia […] dado que sin el relato de los olvidados, la historia no estará completa”. El Rav Yaacov Meir, líder de grandes logros que cayera “subiendo la montaña”, fue olvidado y borrado de la historia de Israel en su tierra.

Este libro presenta las razones por las cuales el Rav Meir no figura en el ethos del pueblo de Israel en la Era Moderna, y es de esperar que contribuya al reconocimiento de su persona y al gran aporte de su liderazgo.

Barbara Tuchman sostenía que la biografía es el prisma de la historia que presenta lo universal mediante la observación de lo particular. Tuchman convoca al lector a interesarse en el tema y le permite hacer foco en dimensiones comprensibles, extendiendo el despliegue histórico de forma creativa y fiel a la verdad histórica. La biografía destaca lo que se puede aprender de la conducta humana en lo moral, para lo cual examina características humanas como la ambición, la soberbia y el engreimiento, que han sido obstáculo para personajes clave y ocasionaron la debacle y caída de tantos líderes a lo largo de la historia.

Ese abordaje plantea el interrogante ético del derecho que le asiste o no al investigador a hurgar en los rincones más íntimos de la vida del individuo. Marc Pachter evaluó dicho interrogante y su respuesta es que la vida de los líderes constituye interés público por el hecho de que determinan su vida. De ahí que el biógrafo, en tanto representante de la sociedad, tiene derecho a investigar también la vida privada del sujeto en cuestión. Según él, una buena biografía tiene que presentar el verdadero yo detrás del yo público: las dudas, las debilidades, las miserias, las ambiciones y las demás características más o menos ocultas del líder. Son las características que determinan el accionar del individuo, y los biógrafos deben utilizar los insights sicológicos para “trocar el mármol hecho carne”, al decir de Pachter, y a veces, carne de dudosa calidad.

La perspectiva de Leon Edel respecto al biógrafo apunta a que es un historiador que pone en ejercicio su imaginación en referencia a un conjunto de hechos y los organiza de modo de imbuirlos de sentido. Su responsabilidad no se reduce a reunir los hechos sino a explicarlos en virtud de lo aprendido acerca del biografiado. Según él, es el biógrafo quien debe quitarle la máscara y develar lo que se oculta tras ella. En su lenguaje: “Buscar debajo de la alfombra” de modo de descubrir a la persona real, que no necesariamente es la que se pone de manifiesto en la lectura de miles de detalles informativos guardados en un archivo. Debe intentar comprender lo que el sujeto verdaderamente dice, más allá de la máscara o de la autoimagen que pretende reflejar. Expresiones de sentimientos negativos camufladas como dichos agudos e inteligentes; extremada delicadeza disimulando hostilidad y lapsus linguae denunciando un estado de ánimo – todas ellas son señales que un biógrafo debe conocer. Manejando la información necesaria para discriminar entre ellas, el biógrafo será capaz de entrever mucho más de lo que evidencia la capa exterior del sujeto y presentará sus conclusiones en los términos de la literatura de investigación histórica.

En este libro evaluaré las fuentes relacionadas con el Rav Yaacov Meir según los lineamientos mencionados tratando de aquilatar su vida sobre la base del análisis del contexto sociopolítico en que le tocó vivir y actuar. Trataré de colegir lo universal a través del estudio de lo particular, y de esforzarme por ser fiel a la verdad histórica que reflejan las fuentes. Lo hará mediante un seguimiento estricto de cada detalle de su conducta, sus decisiones, sus actos y sus falencias. Los hechos históricos recabados de las fuentes serán presentados en un orden que les otorgue sentido, en un intento por explicar todo lo posible lo atinente al personaje, por desnudar las máscaras, para, según la propuesta de Edel, descubrir lo que hubiera quedado bajo la alfombra.

Eli Shaltiel presentó la dificultad inherente al detalle de procesos prolongados, contrapuesta a la exigencia popular de una biografía breve y “digerible”. Pero, el objetivo del presente libro no es presentar una lectura popular y abundará en detalles aun si abrumaran al lector, para presentar un cuadro vital íntegro, en la medida de lo posible. La aspiración es despertar la curiosidad y la valoración acerca de los eslabones en la vida del Rav Meir.

Rav Meir – el Jajam guía

El liderazgo del Rav Meir se encuadra en el modelo de “Jajam guía”, que resulta de la combinación de una persona erudita con características de carisma, inteligencia y poder político que actúa dentro de la comunidad judía. El Jajam guía orienta a la comunidad hacia la cristalización de su meta ideal: “ser el pueblo sagrado”. Ella Belfer caracteriza al Jajam guía como el líder en quien se plasma el saber y el poder, en quien la autoridad deviene de la misión que cumple, imbuida de un mensaje espiritual para con su comunidad.

Eliezer Don Yejiya sostenía que lo que confiere autoridad a los líderes espirituales es el grado de aceptación de la comunidad. Sin embargo, los procesos de laicización en Europa a lo largo del siglo 19 socavaron el liderazgo espiritual, y el acuerdo en cuanto a la autoridad de los líderes espirituales se vio seriamente afectado. Los líderes tradicionales fueron marginados y se vieron obligados a adecuarse a la nueva situación aceptando la autoridad de las instituciones seculares, y en determinadas ocasiones incluso a optar entre causas de orden político. En la vida cotidiana se hizo necesario manifestarse sobre problemáticas que excedían la Ley de la Halajá. Así fue como en momentos de disenso público, los líderes espirituales se alinearon de uno u otro lado de causas ajenas a su desempeño específico, lo cual melló aún más su prestigio.

El Rav Haim Hirschensohn (1857-1935) fue un Jajam guía oriundo de Safed que se midió con las innovaciones de la modernidad. A pesar de su formación rabínica, reconoció la lentitud del progreso que caracteriza a la sociedad tradicional. Sostuvo que un Jajam guía debía medirse con nuevas concepciones, como la que sostenía que el ser humano es un ser autónomo y debe poder elegir entre distintas alternativas. Un Jajam guía debía tener la autoridad para decidir en distintas cuestiones, aunque careciera de argumentación halájica al respecto. La fuente de la autoridad pasó a manos de la comunidad y la Halajá empezó a abrevar no sólo en sus propias aguas sino también en fuentes externas a ella, sea por considerandos éticos, valores democráticos, mejora de la condición de la mujer, autonomía del individuo y pensamiento racional. Su apertura a la modernidad lo llevó a recalar por último en los EEUU, marginado por la ortodoxia en Israel.

Zvi Zohar consideraba a la Halajá fuente de la autoridad social judía tradicional haciéndose eco de Sanhedrín 38b: “El Santo Bendito Él mostró al primer ser humano cada generación y sus intérpretes, cada generación y sus reyes, cada generación y sus guías”. Pero, dado que los miembros de cada generación no saben quién está destinado a guiarlos, se hace necesario aconsejarse y permitir al público que elija sus propios guías. Teóricamente, es la Voluntad Divina la que confiere vigencia a un liderazgo, pero de hecho, es la voluntad de la mayoría del conglomerado la que lo designa. En cuanto a las características que debía reunir un guía, Zvi Zohar omite mencionar sus virtudes religiosas, y menciona dos criterios: uno es su conducta proba en el seno familiar y el otro, su probada experiencia política. De modo que no es la fe el valor requerido, sino las cualidades de su carácter y desempeño.

Según David Zohar, el Jajam guía sefardí no está obligado a medirse con la modernidad y con los intentos de socavar a las instituciones rabínicas, tal como sucedía en los países de Europa. Los rabinos de los países del Cercano Oriente hicieron suyas las palabras del Rav Eliahu Jazan a principios del siglo 20: “La grandeza de la Torá está en su capacidad de concretar sus valores y sus principios en los modos que se adecuan a las condiciones de tiempo y lugar”, y así condujeron a sus fieles adaptándose a los cambios que la vida les presentaban.

El Jajam guía, según Yarón Harel, no necesita defenderse de la modernidad ni de la instrucción, dado que en los países del Cercano Oriente no se consolidó el intento de subvertir la autoridad de los rabinos. Los cambios que se fueron dando lentamente fueron fruto de la intervención de factores judíos de naciones europeas, interesados en favorecer el progreso de sus hermanos en el Cercano Oriente y su involucración en los procesos de la modernidad. Dicho proceso se puso de manifiesto en el progreso de los sistemas educativos de las comunidades judías, principalmente  con la participación de asociaciones como Kol Israel Javerim, que empezó a actual en 1860 en la modernización de la educación en las comunidades del Cercano Oriente. La influencia judía occidental disminuyó la resistencia de los rabinos sefardíes a cambios e innovaciones. La penetración de nuevas ideas de occidente, aunada a un pensamiento original local, crearon lo que se dio en llamar “Concepción ilustrada propia del Oriente Medio”.

Al parecer, esa concepción fue la que moldeó el rol del Jajam guía de la época, y probablemente con los mismos criterios se elegía entre los candidatos a cumplir con esas funciones también al Jajam Bashi, destinado a cumplir también un rol político por parte del gobierno otomano.

A lo largo de la investigación, me esforcé por mantener una distancia óptima de la vida del personaje, evitando mezclarme con su personalidad o identificarme con él en demasía. Subsiste en cambio la duda acerca de la capacidad de comprender y explicar todas las aristas del liderazgo del Rav Meir, un liderazgo arrollador de determinadas masas que otros rechazaron y  finalmente su impronta fue borrada de la historia.

Evaluaré el liderazgo del Rav Meir a la luz de las características de los rabinos sefardíes en las comunidades del Cercano Oriente a fines del siglo 19 y principios del siglo 20, que, como él, se desempeñaron combinando la dirigencia política con la dirigencia espiritual. La mayoría de ellos tuvo que lidiar con la resistencia a los cambios de parte de la dirigencia tradicional y se vieron involucrados en luchas de poder, que en más de una oportunidad terminaron con su alejamiento del cargo para el que habían sido designados.

El Rav Meir no registró sus actuaciones en un diario ni dejó ningún tipo de legado escrito que diera cuenta de los acontecimientos de su vida para entender sus inquietudes y sus paradigmas. El incendio en Salónica en 1917, que liquidó su biblioteca, impidió que conozcamos su archivo. La falta de fuentes puso un halo de misterio alrededor de su figura, que sumado al carisma y la simpatía que irradiaba captó muchos seguidores. De modo que, paralelamente al intento de reconstruir su devenir, intento comprender el legado no-escrito del Rav Meir mediante el minucioso estudio de sus arengas, sus discursos y sus cartas.

Acerca de su infancia y su juventud se ha podido aprender de sendos libros de memorias que escribieron sus acólitos y sus discípulos: “In memoriam – libro del jubileo honrando al Rav Meir al cumplir 80” y “Rav Yaacov Meir”, compilación de su discípulo Yaacov Elazar.

Acerca del desempeño del Rav en el seno de la etnia sefardí en Jerusalén pude obtener la información que consta en el Archivo del Concejo de la etnia sefardí en Jerusalén y en el Instituto de manuscritos de la Biblioteca Nacional. Lo referente a su actuación en Salónica, de la documentación en el Archivo del Gran Rabinato en Estambul, del Archivo de Kol Israel Javerim en Paris y del Archivo Sionista en Jerusalén. Unos pocos documentos, de archivos de la época de dos de las potencias de la época en Francia y en Inglaterra.

El estudio de lo actuado por el Rav Yaacov Meir a partir de su regreso a Eretz Israel en 1919 y hasta su muerte, en 1939, se basa en la documentación tomada de los archivos del Gran Rabinato en el Archivo de la Nación, de los protocolos del Concejo de la etnia sefardí del Archivo municipal de Jerusalén y del Archivo Sionista Central en Jerusalén.

Una fuente importante de información han sido los periódicos en hebreo publicados en Jerusalén, en Londres, en Berlín y en Varsovia, y los publicados en ladino, que daban cuenta de lo acontecido en el espacio público de las comunidades en el Imperio otomano. Allí constan no sólo los sucesos, sino también las opiniones acerca de las polémicas desatadas. En muchas ocasiones, han servido de fuente única de los acontecimientos en tiempo real, así como de las consecuencias de los mismos. Los editores eran en su mayoría intelectuales de la época, y en gran medida ejercían también la voz de la conciencia. Sus interpretaciones aportan a la comprensión de las polémicas en el seno de las comunidades, reflejan el espíritu reinante en los bandos enfrentados, considerando que en gran medida funcionaban también como formadores de opinión. Sin embargo, se hace necesario puntualizar que ese material se ha evaluado con la debida prudencia en cuanto a los datos informativos dada la reconocida orientación sociopolítica de los distintos editores y sus articulistas al encarar la información, de modo de separar la paja del trigo a la hora de perseguir el rigor histórico requerido.

Check Also

DESVELOPAR LA KAPITAL DE ANTIGUA ISRAEL trezladado por SIMON GERON

Keridos amigos i amigas. En el Jewish News de esta semana avia el artikolo del …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.