Los judíos de Castelló d´Empúries, una aljama un tanto diferente por JACOBO KAUFMANN

    Mucho se ha escrito ya sobre varias aljamas judías del Empordá, el desarrollo y actividades de sus comunidades, sus personalidades, sus contribuciones culturales y científicas, así como sus vicisitudes, especialmente durante los violentos pogromos y matanzas de 1391, las conversiones forzadas, y finalmente la expulsión en 1492. Algo desapercibida hasta hace muy poco ha quedado entre el gran público una hermosa ciudad de encanto medioeval, en la que contrariamente a otras las aljamas judías gozaron de una relativa independencia administrativa y de la protección de sus autoridades civiles también en momentos de grandes tribulaciones. Estamos hablando de Castellón de Empúries, que se encuentra a mitad de camino entre Figueres y el Golfo de Roses, junto al río Muga.

    Conscientes de su legado histórico y de la importancia que en la Edad Media tuvo en Castellón la presencia judía, una de las mayores y más significativas de la región, sus autoridades actuales han emprendido la honrosa tarea de ponerla de manifiesto y hacerse cargo de su difusión en base a escritos de investigadores locales y extranjeros, y la entusiasta labor de su Oficina de Turismo.

    Castelló comenzó a florecer cuando en el siglo XI los condes de Empúries, señores de extensas comarcas a ambos lados de los Pirineos, decidieron trasladar su capital desde Sant Martí d’Empúries – frecuentemente atacada por piratas -, instalaron su residencia en la Vila Castilione, y la convirtieron en capital del condado.

    Existe documentación sobre la presencia de una comunidad judía en Castelló a partir del año 1238, en que el conde Ponç IV o Ponç Hug III (1230-1269) concedió un extenso privilegio a los judíos de sus territorios, ofreciéndoles su protección y estableciendo las bases para la constitución de instituciones autónomas, adelantándose con ello a los edictos reales dispuestos para las comunidades judías de Barcelona y otras ciudades catalanas de importancia. Con este aliciente fueron llegando a Castelló numerosos judíos de aljamas vecinas, algunas de ellas hostigadas por las poblaciones cristianas, agobiadas por tributos excesivos y víctimas de toda clase de limitaciones impuestas por los respectivos señores feudales.

Las sinagogas

    Se estima que la población judía de Castelló llegó a ascender a unas 300 almas. Muy pronto establecieron una sinagoga en el Puig de l’Era Mala, al sudeste de la villa condal, en lo que había sido la casa de la respetada familia de los Cocó, en el primitivo call judío que aún hoy se conoce como Carrer dels Jueus. Esta primera sinagoga fue expropiada a fines del siglo XIII y recuperada a mediados del XV. 

    A la persistente afluencia de judíos de comarcas vecinas se sumaron las oleadas inmigratorias de judíos expulsados de Francia en los años 1254, 1306, y de aquellos que lograron huir de las feroces persecuciones y matanzas perpetradas en los años 1320 y 1321 en Francia y prácticamente toda Cataluña por los así llamados pastoreaux. Eran éstos verdaderos ejércitos de facinerosos reclutados entre el populacho francés, que con la excusa de realizar cruzadas para liberar al rey Luis IX de su prisión jerosolimitana, asolaron numerosas aldeas y ciudades, entre ellas Paris, asesinando con crueldad inusitada a miles de sus pobladores, y ensañándose principalmente con los judíos.

    Así se explica el pedido para el establecimiento de una segunda sinagoga en un edificio prácticamente en ruinas adquirido en el Puig del Mercadal, que como lo indica su nombre, era el centro comercial y artesanal de la ciudad. Esta sinagoga está documentada a partir del año 1284 y tuvo que ser ampliada en 1321 a raíz del crecimiento demográfico natural y por las graves circunstancias mencionadas. Las negociaciones para obtener los permisos necesarios no fueron fáciles, y costó convencer a las autoridades de la necesidad de espacio para un Talmud Torá, una carnicería, y otras instituciones comunitarias. Al parecer esta sinagoga fue según los parámetros de la época relativamente suntuosa, se constituyó en motivo de verdadero orgullo para sus fieles, y en consecuencia de molestia para el clero y sus allegados.

    Claramente, basadas en la legislación del Bajo Imperio Romano que prohibía la erección de sinagogas nuevas y embellecer o agrandar las existentes, ni las autoridades civiles ni las eclesiásticas estaban en condiciones de otorgar una licencia expresa. En cambio aquí, como en otros sitios, el poder señorial demostró mayor comprensión por las necesidades religiosas de los judíos, a quienes por lo general consideraba fuente invalorable de ingresos para su tesoro. Estas consideraciones de índole pecuniaria crearon una situación de ilegalidad, que un siglo después aprovecharía el antipapa Benedicto XIII (Papa Luna) para justificar en sus bulas la clausura masiva de sinagogas.

    Las obras de restauración y ampliación quedaron acabadas en enero de 1323. A partir de entonces y a lo largo de todo el siglo XIV los judíos, con o sin permiso,  realizaron periódicamente obras de mantenimiento. Hacia 1415, pese a una inspección eclesiástica, también habían adquirido una casa vecina, que añadieron al edificio existente. Dicha sinagoga ha podido ser localizada a partir de investigaciones relativamente recientes junto al edificio de las antiguas pescaderías, cuyo frente puede verse aún hoy en la Plaça de les Peixeteries Velles.

Los secretarios

    Ya en el año 1284 se habían designado en el local de esta sinagoga los primeros secretarios de la incipiente aljama. Fueron éstos Abram Bonet, Samuel Escapa y Juceff de Cotlliure. El primero volvió a ser designado en 1286  junto a Vidal Mahir. En los 34 años sucesivos se sumarían a estos directivos, como era de suponer, los representantes de las familias más pudientes, entre ellos Issac de La Bisbal, Astruc Bondia, Issac Salandí y Jaffia Ravalla, para citar solamente a algunos. A partir de 1321 aparecen nombres nuevos, entre ellos los de Bonastruc Asmies y Bonastruc de Castelló, Vidal Sotllam, Momet Astruc y Vidal Caravida, que a pesar de ser designados o elegidos por solamente un año, ejercen sus funciones durante períodos bastante más extensos. Son éstos los padres de familias influyentes y adineradas, contribuyentes generosos que mantienen a la comunidad.

    Los nombres de estos secretarios, en realidad parnassim, también encabezan una lista del año 1313 de adquisiciones de asientos en la sinagoga. Sobre un total de 44, Bonastruc Asmies adquiere 15, y Bonastruc de Castelló 13. Los 16 restantes se reparten entre nueve familias. La posesión de asientos en la sinagoga era símbolo de  prestigio, y sus precios variaban según su ubicación y calidad. Algunos llegaron a ser adquiridos por el precio de 10 libras melgoresas (moneda acuñada por los condes de Melgor, hoy Mauguio, en el Languedoc francés), en ese entonces equivalentes al valor de una casa. En más de una ocasión fueron objeto de cesiones, transferencias y operaciones de compra venta, especialmente durante los períodos de restauración y ampliación, ya que con éstas se solventaban los gastos de construcción. Estas operaciones, y otras, de arrendamientos, están documentadas por lo menos hasta el año 1412. En 1341 se menciona por vez primera la sección de las mujeres, que formaba parte del mismo edificio, y un aula infantil para la lectura del Talmud.

Los libros

     La lectura ocupó en efecto un lugar importante en la vida de los judíos de Castelló. Existen datos sobre bibliotecas particulares, como la de Issach Mahir de Castelló, con libros relacionados por lo general con los ritos religiosos, en su gran mayoría en lengua hebrea, registrados como “Matzor”  (Majazor), “Çelioç” (Selijot), “Salms” (Tehilim), “Ammas” (Jumash, o sea Pentateuco) y “Çora” (Toráh), además de volúmenes dedicados a los “Nevihim Rissonim y Aaronim o Haronim” (Neviim Rishonim y Ajaronim, Primeros y Últimos Profetas). No faltaron por cierto los diferentes Targumim. En 1377 se registra en poder de Issach Bonsenyor una suntuosa “Guarmera” (Guemará) y una “Misnà” (Mishnáh). Una Biblia fue comprada por la suma astronómica de 44 libras melgoresas.

     Además de estos libros consta la existencia de los Perushim (comentarios) de Rashi (Rabí Shelomó ben Itzjak) y los escritos sobre Kabbaláh del Ramban o Najmánides (Rabí Moshé ben Najman). En 1348, el año de la peste bubónica que asoló a gran parte de Europa occidental, Salamó Escapat aquirió un libro denominado “Maestre Mossé de Egipte”, y Jucef Zarch, judío proveniente de Olot adquirió dos volúmenes con los catorce escritos más importantes de Rabenu Moisés, o sea el Mishné Toráh , la obra monumental de Maimónides (Moisés ben Maimón), más difundida en esta aljama que los escritos de Rashi, y que siguió despertando interés incluso entre los conversos. Su obra Moréh Nevujim (Guía de los Perplejos) suscitó también aquí apasionadas discusiones durante el siglo XIII y parte del XIV. Asimismo figuran en las bibliotecas judías de Castellón las obras de David Kimji y Abraham Ibn Ezra, y no faltan por cierto libros científicos.

    Cabe mencionar aquí el manual de gramática Ma’asé Efod, de Profiat Durán, autor que señala la importancia de copiar los libros sacros con escritura bella, y presentarlos magníficamente adornados y encuadernados, para otorgar mayor placer a los lectores. Tenemos noticia de otros libros de gramática hebrea, entre ellos el de Belshom Mossé Falcó, de la aljama de Girona, lo cual hace suponer que los judíos castelloneses, y no solamente los sofrim (escribas), encargados de redactar las takanot (estatutos) y haskamot (reglamentos), mantuvieron y transmitieron a sus hijos conocimientos razonables de la lengua.

Los cementerios

    No se han encontrado todavía documentos sobre la concesión de autorizaciones para el establecimiento en Castelló de un cementerio judío propio, pero lo cierto es que su existencia se desprende de escritos de diversa índole de los años 1306 y 1308, y de testamentos redactados años después. Consta además en documentos del año 1334 la existencia de una Jevrá Kadisha, a la que pertenecieron Issac Zarc, Mahir Issac y Mahir Momet.

    Hay discrepancias en cuanto a la existencia de uno o dos cementerios judíos y sobre el lugar de los mismos. Uno de ellos parece haber estado fuera de las murallas de la ciudad, en un sitio llamado Els Aspres, conocido en documentos de 1306 y 1395 como “cementerio antiguo”.  El segundo se hallaría intramuros, en terreno sacro, es decir en tierra vecina a la iglesia de Santa María, aunque no se sabe con certeza si en dicho cementerio enterraban solamente a los judíos conversos. También se habla de otra localidad fuera de las murallas, el Rotacás, que así como la primera mencionada se hallaría en sitio inhóspito, en este caso anegado. Éste sería el “cementerio nuevo”. Los dos se encontrarían cerca del río. Actualmente se realizan investigaciones para establecer los sitios exactos.

    Por lo pronto es alentador el hallazgo de varias estelas funerarias con inscripciones hebreas, algunas de propiedad particular, una en el Museo Empordá de Figueres, otra que forma parte de la rica colección de lápidas del Museo del Centro de Estudios Bonastruc sa Porta en Girona, y varias expuestas en la misma Castelló de Empúries. Cabe señalar que un fragmento de lápida sepulcral judía se halla en la fachada de la Iglesia de San Agustín, utilizada como material de construcción en el siglo XVIII, tal como ha sucedido en Barcelona.

Conversiones, declinación y fin

    Todo indica que los judíos de Castellón gozaron de épocas de relativa tranquilidad y algunos de ellos de cierta prosperidad. Puede decirse que su relación con los vecinos cristianos no era necesariamente cordial, pero en la mayoría de los casos correcta. Entre los judíos castellonenses hubo médicos y científicos. Muchos otros, ante la imposibilidad de desempeñarse en otras profesiones, fueron prestamistas, y de ellos  se sirvieron en innumerables ocasiones las autoridades de la villa condal. También se registran casos de verdadera indigencia, uno de los motivos de más de una conversión.   

    Los conversos pudieron acceder a industrias y comercio de todo tipo. Entre ellos encontramos a sastres, tejedores de telas, peleteros, negociantes de ganado, plateros, vendedores de pergamino, escribas de letra hebraica y notarios. A pesar de su bautismo los conversos siempre fueron considerados genéticamente judíos, y en más de una ocasión despertaron las sospechas y los recelos de la población circundante. Sin embargo, y no como en otras aljamas, no parecen haber sido demasiado afectados por los pogromos y desmanes antijudíos de 1391, debido a la protección del conde Joan I d’Empúries, que les ofreció refugio en su castillo, ni molestados en demasía por la Inquisición.

    Más o menos alrededor de esa época, y debido a incesantes presiones eclesiásticas, entre ellas la asistencia obligatoria a sermones, las campañas proselitistas de Vicente Ferrer, la disputa de Tortosa, y las severas disposiciones antijudías del antipapa Benedicto XIII, que tornaron la vida de los judíos en opresiva e irrespirable, comenzó en Castellón una etapa de conversiones aisladas. Pero a partir del 18 de octubre de 1415 se inicia una ola que culminará el 18 de febrero de 1417 con la conversión masiva de cerca de un centenar de judíos castellonenses en la iglesia parroquial de Santa María. El total de los judíos bautizados llega así a 181, y prácticamente se constituye en golpe mortal para la entonces muy reducida comunidad de judíos fieles a la fe de sus ancestros. Muy poco después, en 1419 o 1420, debido a diversas circunstancias políticas, es expropiada la sinagoga del Puig del Mercadal, pasa a ser propiedad privada de la familia Riera, y se convierte en sitio codiciado para la realización de actos y recepciones de personalidades de cierta categoría.

    El 4 de mayo de 1442, Cresques Bonafós de Suau, Rovén Sotllam, Issac Teroç y Bonjuhá Benvenist compran y recuperan a perpetuidad, en nombre propio y de la reducida aljama, la casa conocida en otros tiempos, y mencionada aquí como la sinagoga de la Era Mala. Esa perpetuidad duraría bien poco. El precio pagado, 9 libras, hace suponer que el estado del edificio era precario. También lo fue el estado de la diezmada comunidad judía hasta el año 1492, en que sus miembros tuvieron que desprenderse de sus ya escasos bienes y emprender la larga y azarosa ruta del exilio.

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Para la realización de este artículo hemos contado con la invalorable colaboración de Yvonne León, de la Oficina de Turismo de Castelló d’Empúries, a quien agradecemos por poner a nuestra disposición libros y artículos de varios importantes investigadores, entre ellos Miquel Pujol i Canelles, y por habernos enviado algunas fotografías de su autoría que publicamos aquí.
 

(Publicado en “RAÍCES” No 80, otoño de 2009, págs. 72 a 78.)

 
Fuente: Jacobo Kaufmann

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