Los inicios de la comunidad hebrea de Bucarest

Judío con oca (1880), del pintor Nicolae Grigorescu
Judío con oca (1880), del pintor Nicolae Grigorescu

Como ocurre en tantos otros lugares del centro y del este de Europa, tras los años de la barbarie nazi-legionaria y a causa de la masiva emigración a Palestina durante y después de la Segunda Guerra Mundial, pocos son los testigos conservados del pasado judío en Bucarest. La comunidad hebrea, antiguamente numerosa y boyante, apenas es hoy una sombra de lo que fue. A pesar de ello, sólo es necesario pasearse por los enormes cementerios hebreos de la ciudad o visitar la Gran Sinagoga para comprender la enorme contribución de esta comunidad a la historia de la ciudad.

La primera mención a una comunidad judía en Bucarest se encuentra en un documento del príncipe Mircea el Pastor, fechado en 1550, en el que se atestigua la existencia de judíos sefarditas propietarios de algunas tiendas en la ciudad. Los primeros judíos de Bucarest eran así descendientes de los hebreos expulsados de España en 1492 y que inicialmente se instalaron en Salónica y Estambul, formando allí las comunidades más grandes de exiliados. La siguiente referencia a los judíos marca el inicio de una historia tristemente condenada a la tragedia: en una carta del rabino Josef Caro, de Nicópolis (1559), se explica cómo dos hermanos judíos habían sido enviados a Valaquia para recuperar un dinero prestado y cómo habían sido asesinados por sus deudores en la villa de Dridov, cercana a Bucarest.

La imagen de la comunidad hebrea de Bucarest se completa, en parte, con un decreto firmado por el sultán Selim II, en 1568, ordenando al kadi (juez) de Cernova investigar a un judío llamado Istergun, antiguo empleado de Mircea el Pastor, por el robo de seis carros con mercancías. En otro decreto firmado el mismo año, Selim II ordenaba al príncipe válaco, Alejandro II, a proteger a los otomanos del principado de los abusos de los judíos, que prestaban dinero a un elevado interés (práctica, por cierto, extendida también entre los prestamistas griegos e incluso turcos).

Por aquel entonces, Valaquia era un principado vasallo de la Sublime Puerta en el que el príncipe gobernante era escogido por el sultán. Por este motivo, en ocasiones el acceso al trono se convertía en una subasta y quienes pujaban necesitaban de grandes sumas de dinero para alcanzar su objetivo. Con préstamos obtenidos de los judíos se convirtieron en príncipes de Valaquia Petru Cercel (1583 – 1585), Mihai el Valiente (1593 – 1601) y Radu Leon (1664 – 1669).

Ya en el siglo XVII, documentos oficiales mencionan la presencia en Bucarest de grupos de familias judías que vivían sometidas a unas regulaciones judiciales con elementos discriminatorios contra los no cristianos, como las elaboradas bajo el principado de Matei Basarab (1632 – 1654). Paralelamente, a principios de siglo la Iglesia ortodoxa lanzó una intensa campaña de proselitismo que consiguió numerosas conversiones.

La presencia judía en Bucarest en esas fechas está recogida en la famosa Descriptio Moldaviae de Dimitri Cantemir, en la que se indica que entre los extranjeros (sic) que habitaban en las ciudades válacas y moldavas se encontraban numerosos judíos. A mediados de siglo, tras las matanzas judías perpetradas por los cosacos en Ucrania (1648 – 1649), la población sefardí de la ciudad se vio ampliada con gran número de refugiados askenazis. Ambas comunidades se dedicaron intensamente al comercio y se organizaron en una guilda específicamente judía, corporación de comerciantes y mercaderes que elegía unos cargos directivos, se dotaba de reglas específicas que obligaban a todos sus miembros y pagaba una tasa fija al tesoro del príncipe, como indican los documentos del principado de Constantin Brâncoveanu (1688 – 1714). En este período, los judíos de Bucarest habitaban al sudeste de la ciudad, en el barrio de Jigniţa, donde levantaron su sinagoga.

 

Fuente: Bucarestinos

 

 

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