La ciudad consiguió nuevamente aforo completo en las actividades organizadas por la Empresa Municipal de Turismo para celebrar la XXII Jornada Europea de la Cultura Judía
Una guía muestra la mezuzah a participantes en la visita ‘Vivir en la Segovia sefardí’, ayer en el patio de que fue casa del rabí mayor de Castilla. / Nerea Llorente
Los objetivos de la Jornada Europea de la Cultura Judía, que este domingo alcanzó su vigésimo segunda edición, son dar a conocer el legado cultural e histórico de la comunidad judía, además de promover valores como el respeto y la diversidad. Segovia fue un buen ejemplo de convivencia de tres culturas religiosas: cristiana, judía y musulmana, durante tres siglos, hasta finales del siglo XV, una ciudad multicultural que parte de la Iglesia no toleraba bien, lo que acabó con la expulsión de los hebreos que no quisieron bautizarse en la fe católica a partir de 1492.
Bajo el lema de ‘Diálogos’, y organizada por la Asociación Europea para la Preservación y Promoción de la Cultura Judía, la Red de Juderías de España y otras asociaciones, la jornada se celebró simultáneamente en 28 países europeos y en Segovia, de la mano de la Empresa Municipal de Turismo, consistió en actividades turísticas y de divulgación como visitas guiadas y teatralizadas, cine al aire libre, una oferta gastronómica especial en El Fogón Sefardí y puertas abiertas en lugares de interés del barrio judío.
El concejal de Turismo, Miguel Merino, ha destacado la rapidez con la que se agotaron las plazas para la visita guiada por las calles y lugares emblemáticos de la aljama hebrea de Segovia, así como para la teatralizada, en torno a la figura de Yuda, protagonista de la novela de José Antonio Abella, en la que el narrador, el propio Yuda, recuerda su niñez en la Segovia de finales del siglo XV desde su destierro en la isla de Corfú. Nuevamente, Sonsoles Novo se metió en el personaje del judío segoviano y María del Barrio interpretó canciones serfardíes.
El interés por el legado judío ha convertido a la judería segoviana en una alternativa que atrae cada vez más visitantes que buscan algo más que la ruta monumental de Acueducto-Catedral-Alcázar o el cochinillo asado.
Es un legado ligado inevitablemente a una historia de persecución y de diáspora en la que la verdad, por dura que sea, merece conocerse. El escritor y periodista Clemente Corona, en un diario de viaje por la judería segoviana recogido por la Red de Juderías de España, concluye, tras hablar del cementerio judío del Pinarillo, que “Los años lo borran todo: todo, menos la roca en que se tallaron las cuevas que guardan los nichos, y que acogieron los sepulcros: perdura porque es parte de Segovia, de su carácter”.
Cinco sinagogas
La comunidad judía desarrolló una actividad próspera en Segovia durante tres siglos. Llegó a tener cinco sinagogas, mikvé (casa de baños) y matadero propio. Su aljama fue una de las más ricas y pobladas de toda Castilla y su actividad comercial colaboró con el crecimiento de la ciudad.
El comienzo del fin llegó a principios del siglo XV con el apartamiento de los judíos, de manera que la aljama quedó cerrada con siete puertas, de las cuales la única con salida a la muralla era la de San Andrés.
A partir del decreto de expulsión dictado por los Reyes Católicos en 1492, la judería pasó a llamarse Barrio Nuevo. El domingo pudo visitarse la que fue sinagoga mayor, ahora iglesia del Corpus Christi, y restos de la conocida como Sinagoga de los Ibáñez (antiguo colegio jesuitinas).