MIGUEL TERRÉS, PROFESOR Y ESCRITOR
Mi padre es de linaje sefardita. Hace más de quinientos años, en la época de los Reyes Católicos, nuestros antepasados fueron expulsados de Galicia. Atravesando de España a Francia por el Camino de Santiago, se marcharon a vivir a Burdeos, esa importante ciudad francesa tan famosa por sus vinos.

Bastante tiempo después se volvieron las tornas. El péndulo de la Historia se desplazó de un extremo al otro, y los padres de mi padre, mis abuelos Ivonne y Ezequiel, regresaron de Francia y se instalaron a vivir aquí al acabar la Segunda
Guerra Mundial. Desde entonces, ellos son los únicos supervivientes de la penúltima generación de origen judeoespañol de nuestra familia. El resto de parientes fueron masacrados en diferentes campos de concentración del centro y del este de Europa.Hace como unos
dos años, mi padre reformó un almacén de las bodegas de mis abuelos en Cacabelos e instaló allí dentro una especie de museo-biblioteca. En ese lugar se contiene una gran cantidad de objetos de la vida diaria y un sinfín de documentos y libros de mucho valor histórico relativos a los sefardíes. Día tras día, año tras año y siglo tras siglo, nuestros ancestros los fueron reuniendo pacientemente y los conservaron con fervor para aferrarse así a sus raíces nativas y afirmarlas de cara a la posteridad.

Antes de la separación de mis padres, viviendo mi padre en casa todavía, se estrenó en un cine de la ciudad ‘La lista de Schlinder’, la película escrita, producida y dirigida por Steven Spielberg. Este prestigioso productor y director de cine estadounidense, autor de las series de filmes sobre Indiana Jones y los dinosaurios, es también de origen judío.
Cuando ‘La lista de Schindler’ se exhibió en España, yo no había nacido aún y mi hermana Ivonne sólo tenía cuatro años. Bueno, pues, según me han dicho ellos mismos en muchas ocasiones, mis padres y mis abuelos fueron a verla varias veces en distintos días.
-Es una película hermosísima, terrible y conmovedora -me dice mi madre.
¿Y cuándo vas a dejarme que la vea, mamá? -le vengo diciendo yo.
Porque ella se opone a que yo la vea. Siempre me objeta que si lo hago lo voy a pasar muy mal. Y añade a la vez que no está recomendada para chicos de mi edad, aunque yo sé por un cartel de la película, que hay pegado en una pared del aula de cine del instituto, que es autorizada para todos los públicos.
-¿De qué va, mamá? -le pregunto yo a mi madre.
-Pues de la vida de un joven empresario alemán, llamado Oskar Schlinder, que salvó de los campos de exterminio nazi a varios centenares de judíos.
Cuando se puso a la venta en deuvedé, mi padre, claro está, la compró, y la juntó con el resto de las cosas que recopila sobre la vida y las persecuciones que han sufrido las gentes de nuestra estirpe.
Mi madre tiene una copia de la cinta y, aparte, en un cedé con bandas sonoras de otras muchas películas, el tema principal de la música de ese film.
-A esa película le concedieron varios premios en todo el mundo y seis o siete oscars -me comenta mi madre.
En ciertos momentos, ella enciende el reproductor-grabador de cedés y pone a un volumen medio el tema central de la banda sonora de ‘La lista de Schlinder’.
Yo la observo entonces.
Ella se queda pensativa y se abstrae tanto escuchándola que a mí me parece que se le podría abuchear o aplaudir y apenas se enteraría. Está como sumergida en un mar de recuerdos, y, por respeto, yo me voy de su lado y la dejo sola.
Desde luego, esa pieza musical de la banda sonora de la película es preciosa. Apabullante. Angelical y perturbadora»
Fuente: LaVerdad.es
muy agradable el relato…también uno puede abstraerse y ser parte de la escena del horror.
gracias.diana