La judería o ‘mellah’ de Marrakech, ante el reto de la reconstrucción tras el terremoto

Restos de una vivienda tras el terremotoANTONIO NAVARRO
Restos de una vivienda tras el terremoto – ANTONIO NAVARRO

 

  • El barrio judío de la ciudad ocre, que venía siendo sometido a un proceso de renovación en los últimos años, sufre graves daños arquitectónicos

  • Como el resto de mellah marroquíes, la efervescencia nacionalista y el antisemitismo exacerbado tras el nacimiento de Israel forzó su despoblación, y hoy apenas quedan unas pocas decenas de judíos

 

Dos semanas después del terremoto, que sigue dejando provisionalmente algo menos de 3.000 muertos al margen de centenares de heridos de diferente gravedad –población que vivía en pequeños núcleos salpicados por las montañas del Alto Atlas-, Marruecos trata de volver a la normalidad.

El afán de las autoridades nacionales es destacar la buena gestión y el espíritu de unidad, pero algunas cosas han cambiado ya quizá irremisiblemente. Entre los lugares más afectados por el sismo, aunque con la fortuna de no haber tenido que lamentar víctimas mortales, se encuentra la judería de la ciudad de Marrakech, la segunda más antigua de Marruecos.

Situado en uno de los extremos de la antigua medina marrakechí, el mellah, una denominación común a los distritos judíos de todo Marruecos –término derivado de la voz ‘sal’ en árabe, pues los judíos se dedicaron, entre otros negocios, al de la producción y venta de sal- es hoy un escenario fantasmal de calles cortadas, casas derrumbadas y otras agrietadas o amenazando hundimiento –los daños estructurales son visibles- en el que la vida trata, como puede, de abrirse paso.

Dos de los lugares más golpeados por el temblor de tierra en esta parte de la ciudad son los palacios Bahia y Badii. Las bellas decoraciones que, en madera y en forma de techumbre, cubren las calles del zoco del mellah han quedado semidestruidas y amenazan con caérseles encima a los viandantes, que, sin embargo, no parecen amedrentados por los destrozos.

En el corazón del barrio, milagrosamente, porque la calle, de inequívoca referencia judía –Talmud Torah—, ha experimentado enormes daños, la única sinagoga en uso del mellah, la de Slat Alzama, ha resistido bien el temblor de tierra. Ocupada por una familia musulmana que vive en la parte alta del edificio, donde no obstante pueden percibirse importantes grietas, el lugar de culto –custodiado 24 horas, como el resto de sinagogas de Marruecos, por la Policía marroquí o por vecinos—, que cuenta con una pequeña escuela religiosa en su interior, volvía apenas unos días después del seísmo a abrir sus puertas a los visitantes. La sinagoga comenzó a construirse en 1492, cuando miles de judíos que aquel año fueron expulsados de España y encontraron refugio en tierras del norte de África, aunque fue profundamente reformada en el siglo XIX.

Por sus características, el no demasiado lejano cementerio judío de Marrakech, el mayor de todo Marruecos –igualmente objeto de un proceso de restauración y adecentamiento de tumbas antiguas en los últimos años-, tampoco registra aparentes daños y los visitantes, muchos de ellos ciudadanos israelíes y judíos de todo el mundo, lo visitan en aparente normalidad.

El barrio judío de Marrakech fue construido en el siglo XVI con el objetivo, como en otras ciudades del país, de separar a la población judía –gran parte de la cual era sefardí, de origen ibérico- de la musulmana, lo que explica su ubicación en uno de los extremos de la medina. Tras haber experimentado su período de mayor esplendor a comienzos del siglo XX, a partir de finales de la década de los 40 el nacionalismo marroquí y el emergente antisemitismo –exacerbado por el nacimiento del Estado de Israel— comenzó a hacer imposible la vida a las comunidades judías y a expulsar del país a sus habitantes.

Ello fue aprovechado por la Agencia Judía y el Mosad, que lograron trasladar en diferentes oleadas hasta las tierras del nuevo Estado una parte importante de la otrora extensa comunidad judía de Marruecos –que llegó a contar con entre 250.000 y 300.000 miembros en la década de 1940, lo que la convirtió en la mayor del mundo árabe. Además de Israel, Francia, Canadá, EEUU o España fueron los principales lugares de acogida de los judíos de Marruecos. Lo cierto es que apenas viven hoy en todo Marruecos dos millares y medio de ciudadanos de esta confesión, casi todos concentrados en la ciudad de Casablanca. En el mellah de Marrakech resiste apenas una decena de familias judías, lo que anticipa la extinción definitiva de la comunidad israelita en la ciudad ocre.

El mellah de MarrakechANTONIO NAVARRO
El mellah de Marrakech – ANTONIO NAVARRO

 

Recuperación del patrimonio judío

Como otras juderías o espacios de culto y cementerios judíos de Marruecos, la de Marrakech viene siendo objeto desde hace casi una década a un proceso de recuperación –que incluye no sólo la restauración de edificios sino la señalización de lugares- por parte de las autoridades marroquíes, y, de manera particular, por el propio monarca Mohamed VI. El rey –que, como su padre y predecesor, Hassan II, se ha rodeado siempre de asesores y consejeros judíos- se ha destacado, especialmente en la última década, por su interés por la recuperación del patrimonio material e inmaterial del judaísmo marroquí, lo que se ha traducido en un sinnúmero de iniciativas repartidas por todo el país. Por ejemplo, la reforma constitucional de 2011 permitió a las autoridades hacer constar en el preámbulo de la Carta Magna el elemento judío como parte de la identidad nacional de Marruecos.

No en vano, varias placas y señalizaciones del barrio están rotuladas también en hebreo, en un gesto dirigido a los numerosos turistas israelíes que desde hace décadas, y aprovechando el ambiente de tolerancia actual, viajan a Marruecos en busca de las huellas del pasado judío del país, en algunos casos de las que fueran las casas de sus padres y abuelos (o incluso propias). Marruecos e Israel restablecieron relaciones diplomáticas en diciembre de 2020, lo que ha impulsado aún más este tipo de iniciativas e intercambios.

Restos de barrios de Marrakech tras el terremotoANTONIO NAVARRO
Restos de barrios de Marrakech tras el terremoto – ANTONIO NAVARRO

 

El mismo barrio en su conjunto, que fue rebautizado como Hay Essalam al culminarse el vaciamiento de su población original, recuperó en 2016 su denominación tradicional, la de mellah, hace apenas siete años a instancias del monarca alauí. Un año más tarde la prensa aseguraba que los trabajos de recuperación de la vieja judería de Marrakech habían recibido un presupuesto de 17,5 millones de euros.

El terremoto obligará ahora a las autoridades a emplearse en la restauración de un buen número de inmuebles, comenzando por los edificios de viviendas –en una zona de alta densidad de población-, pues decenas de familias del mellah se vieron obligadas el pasado 8 de septiembre a abandonarlas por el precario estado de las construcciones. Muchas de estas personas pueden verse rehaciendo sus existencias en tiendas de campaña entre los puestos de especias y artesanía de la plaza de Ferblantiers.

Aunque el conjunto del barrio judío se ha llevado la peor parte de los daños arquitectónicos provocados por la sacudida de tierra –de escala siete- del pasado 8 de septiembre, los estragos en casas, palacios, murallas o mezquitas son visibles en toda la antigua medina, que fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1985 (el empeño del escritor español Juan Goytisolo, residente en la zona vieja de Marrakech durante décadas, hizo que su epicentro, la mítica plaza de Yamaa El Fna, fuera, a su vez, declarada por la misma institución de Naciones Unidas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2001 por el rico legado oral vinculado al espacio) y es el centro turístico indudable de la ciudad.

La vida, en fin, se abre inevitablemente paso en la populosa, salvaje, extensa y casi milenaria medina de Marrakech, donde a día de hoy conviven con los turistas más de 150.000 habitantes, como lo hace también en su antigua judería, que a esta hora sigue siendo un triste y dolorido lugar de calles cortadas, edificios en ruinas y solares llenos de cascotes.

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