Hace un poco más de treinta años se fundó el Instituto Cervantes. En el plano internacional, sería el equivalente al British Council británico, a la Alliance Française galo, al Goethe-Institut alemán o a la Società Dante Alighieri italiana, entre otros. El Instituto Cervantes está presente en 88 ciudades de 45 países y es una representación cultural exterior importante. Sin embargo, uno se pregunta a qué se dedican exactamente los directores de estos centros, cómo trascurre su día a día y el porqué de su relevante función.
MADRID ACTUAL ha conversado con Fernando Vara de Rey (Madrid, 1969), el actual director del Instituto Cervantes de Estambul. Su gran labor en el Centro Sefard-Israel de Madrid –en el que estuvo 11 años– lo llevó primero a dirigir el Instituto Cervantes de Cracovia y a propulsar muchas actividades para las comunidades sefardíes. Desde entonces su gran interés por esta comunidad no ha cesado y sigue organizando eventos culturales desde el Cervantes en Turquía.
Es autor del ensayo “Conocimos Polonia” (2012) y del poemario “Hembras de agua” (2013), y coautor de otros dos ensayos, “El Judaísmo: contribuciones y presencia en el mundo contemporáneo” (2014) e “Israel XXI, tradición y vanguardia” (2011). Ahora ha publicado su último poemario, “Lecciones de anatomía para alumnos boquiabiertos: 25 tangos nuevos” (2023).
Hasta su incorporación al Cervantes, ha trabajado en el Centro Sefarad-Israel de Madrid. Ha estado en contacto con comunidades sefardíes…
Así es. Empecé ahí en el año 2007 que es cuando se inauguró y estuve durante los siguientes 11 años. Siempre cuento que fui a la entrevista, me entrevistó un diplomático y cuando me preguntó si tenía muchos amigos judíos, le dije que sí, entre ellos Primo Levi y Woody Allen, que han sido fundamentales en mi en mi formación, pues es muy humanística. Fue gracioso aquello. Me invitaron a muchas conferencias en los Cervantes sobre los sefardíes. Me impliqué mucho y finalmente me mandaron a Cracovia para dirigir el Cervantes, que es una ciudad de una carga histórica judía muy poderosa.
¿Cuál es la verdadera labor de un Instituto Cervantes?
Nosotros somos un faro de la cultura en español por el mundo. Se eligen las ciudades con mucho criterio. Son ciudades donde hay ya una vida cultural muy rica. Diría que casi dibujaría un triángulo. Está la parte académica y cada vez hay más demanda del español en circunstancias diferentes. Tenemos más de 3.000 alumnos. Hay quien lo quiere estudiar por razones prácticas, por el pasaporte, por ejemplo; quien lo quiere por razones profesionales, de abrirse paso en un sector o lo quiere por amor a los viajes. Hay muchos jóvenes que tienen una relación de mucha simpatía con España. El español viene cada vez más en boga.
Por otro lado, está la parte cultural. Nos demandan el flamenco, también el cine español gusta mucho, la gastronomía… Tenemos una cultura poderosa que interesa mucho fuera de España. Y, por último, está la parte diplomática. Tenemos siempre una relación excepcional con la embajada. En mi caso, la embajada está en Ancara y nos complementamos mucho. Hacemos ahí un pasillo muy frecuente entre Ancara y Estambul. Me pasaba algo parecido con Cracovia y Varsovia. Además, –eso a lo mejor es un sello mío– peleo mucho por ser también heraldo de las embajadas iberoamericanas porque intento cuidar mucho la relación con ellos. Somos una comunidad culturalmente muy rica. Ahora en octubre estamos preparando un encuentro de literatura iberoamericana.
¿Qué conocimiento tienen las personas en Turquía sobre España? ¿Hay un interés por la cultura española?
Un gran interés, sí. Lo que veo es que compartimos una herencia islámica muy importante. Entonces, ellos miran mucho al sur de España, les gusta el flamenco, visitar la Alhambra o la mezquita de Córdoba. Es muy curioso. Al final, yo comparo mis dos experiencias. Por un lado, en la muy católica Polonia lo que gustaba mucho era el Camino de Santiago, les interesaba muchísimo. Dimos más de 10 conferencias sobre el Camino. Era lo que más les interesaba de España. En cambio, aquí el interés es distinto. Son muy futboleros también, luego les interesa mucho el cine. En nuestra biblioteca se están prestando muchas películas españolas o hay quien ve películas aquí porque tenemos dispositivos para verlas en el mismo instituto. Es curioso porque también gusta mucho el cómic. Lo que más ha dado éxito tras la pandemia es la música española, sin duda. Las salas se llenan siempre. Ahora en septiembre traemos a Ángeles Toledano, una cantaora y lo vamos a hacer en un parque con una oferta de 800 personas.
¿Cómo es su día a día ahí?
Es la primera vez en mi vida que vivo junto al mar. Muchos paseos, cruzar de una orilla a otra, de Europa a Asia, que cada vez que lo hago me parece muy emocionante. Cuando me fui de Cracovia casi pensé que he acabado una vida entera allí. Me iba a otra ciudad, que no tiene nada que ver. Ni en habitantes ni en estilo, ni en clima, ni en costumbres. Acostumbrarse a una ciudad nueva requiere tiempo. Como similitudes encuentro con España que la gente es muy, muy amable, muy cariñosa. La comida es extraordinaria. El tiempo no es exactamente mediterráneo, aunque se crea que sí. Es más cercano al mar Negro, pero es tiempo amable también. Es verdad que Estambul es todo ese mundo de atascos constantes, que nada tiene que ver con Cracovia. Además, ha sido un año complicado aquí. Estuve cerca del terremoto. Fue una situación terrible. Ahí pude ver que el turco es un pueblo muy solidario. Después las elecciones, que también fue un momento de bastante tensión con dos vueltas y luego también está la inflación que es algo que preocupa y tensa mucho a la sociedad. El turco es sufridor, es muy luchador y trabajador.
También te quería contar que tengo mucha relación con los sefardíes aquí. Hay dos comunidades importantes que están en Estambul y en Esmirna. Son muy activos y culturalmente son muy ingeniosos. Hicimos una exposición de recetas sefardíes y había más de 500 personas.
¿Cómo ve el estado de la cultura española actual?
Pienso que lo que hay que hacer es sacar mucho pecho. Llevamos más de un siglo lamentándonos de España y eso me parece un error. Parece que tenemos una tristeza imperial y yo creo que España tiene un acervo cultural excelente. Además, cada día hay mejores talentos en música. Hay buenos escritores, cineastas. Pienso, de verdad, que somos una potencia cultural. Cada vez veo que las personas admiran más lo que hacemos. Cualquier película que proyectemos despierta interés y grandes aplausos. Eso sí, me encantaría que se llenaran más los teatros y los cines en nuestro país. Que se hablara menos de chismes y más de estrenos y de libros. Me gustaría que de los colegios y universidades salieran personas con unas inquietudes culturales sobresalientes y que la cultura no se entienda solo como una cuestión de élites. Porque creo que cualquier sensibilidad puede conectar con la cultura en alguna de sus expresiones.
Acaba de publicar un poemario, “Lecciones de anatomía para alumnos boquiabiertos. 25 tangos nuevos”. ¿Cómo surgió ese amor por la poesía?
He sido muy lector desde siempre. Me acuerdo perfectamente una tarde en que un profesor de literatura leyó el poema “Llamo al toro de España” de Miguel Hernández y sentí un calambre interior muy fuerte. Desde entonces, empecé a leer mucho. Me gusta la poesía más clásica. Me gustaba mucho el soneto, el alejandrino, las quintillas. Hoy se escribe otro tipo de poesía, pero yo pertenezco a un mundo antiguo. Me conmueve Lope de Vega o Garcilaso, me hace reír Quevedo.
¿Qué está leyendo ahora mismo? ¿Qué libros tiene en su mesita de noche?
Llevo un año leyendo mucho sobre Turquía. Acabo de terminar un libro extraordinario de Ascherson, que se llama “El mar Negro”. Hace poco leí también “El turco” de Francisco Veiga, que explica fabulosamente todo de un país tan contradictorio y complicado. Era Constantinopla, luego el Imperio Otomano y ahora es la República de Turquía. Entonces hay que tener un conocimiento de base para comprender el país y su manera de vivir. La cultura, las tradiciones y la religión también, por supuesto, que es una parte muy importante de Estambul. Hay de todo, son 18 millones de personas. Hay rincones en la ciudad fascinantes y otros que son difíciles. Me encuentro en un país muy hospitalario de verdad, eso es fantástico.
Por PRESLAVA BONEVA