“Semjuliya (disculpar) por estas javatdaatot (opiniones) klufías (algo aventuradas) sin bedear (querer entrometerme) en vuestras minhagot (creencias) para que ordeeis a jamear (os decidáis a pensar) en vuestros lugüares de nacienzia (donde nacisteis) y en sus hadas (tradiciones). Que con las glorias jadishas (modernas) no se voz mejneen (estropeen) las memorias ni los hizagrut (recuerdos)”. Y ansina también perdonairme esta ketubá que voz farsheará (distraerá) en las secanás (peligros) del sehd (calor extremo) y del shergui (aire caluroso) de este sifcayit (verano).
Hemos regresado de pasar unas semanas casi toda mi familia con la mishpajá en Eretz en fiestas y alegrías; y entre bodas, sheva berajots y shabad de hatan tuve tiempo y ocasiones de contemplar el desarrollo tradicional de determinadas fiestas. Y me causó extrañeza el constatar la progresiva desaparición de muchas de nuestras tradiciones de Marruecos, fagocitadas o incorporadas parcialmente a tradiciones oriundas de Europa o de países del Próximo Oriente. No me hubiera llamado la atención si hubiese sucedido lo acaecido entre las comunidades judías de Hispanoamérica, principalmente Argentina, Venezuela o México, en que las tradiciones sefarditas, asquenazíes y otras menores produjeron una simbiosis, especialmente en el terreno culinario, que enriquecieron dichas culturas sin desvirtuar el origen.
Pienso que en ello había influido positivamente el mayor nivel cultural de sus poblaciones, mas arraigadas en las tradiciones de sus ciudades de origen, tanto emigrantes como descendientes. A diferencia del deficiente nivel cultural e histórico de los emigrantes del ex Protectorado Francés, cuyas tradiciones perduran actualmente mayoritariamente en Eretz. Principalmente entre los oriundos y descendientes magrebíes procedentes de las urbes montañosas, de las pequeñas poblaciones y del sur del país marroquí. Cuyos estratos sociales y culturales excepto algunas excepciones, eran semejantes a los de la población judía del extenso, empobrecido y temido “territorio de Bab Marrakech” en Casablanca. Pero con la excepción del mediano y alto nivel cultural y profesional de la población descendiente de los megorashim que efectuó su aliá procedente del ex Protectorado de España en Marruecos y de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Me podrían decir que es incierto, pues por ejemplo la festividad judeo marroquí de la Mimona la celebra todo Israel y es fiesta nacional. Pero de esta fiesta solo se va conservando el nombre, olvidándose su verdadero contenido tradicional, su origen y su significado musulmán-judeo-bereber en Marruecos.
Hablemos; mejor dicho, escribamos sobre la reciente festividad de Shavuot:
Época durante esta fiesta del Solsticio de Verano (es la inclinación máxima del eje de la tierra hacia el Sol siendo los días los más largos, según recuerdo de las clases en el colegio) en que los pueblos aprovechaban la benignidad del clima y la abundancia de las cosechas y de los frutos de la tierra para casarse. Lo que nos recuerda las múltiples celebraciones matrimoniales entre nosotros a partir de Lag Baomer, en parte por la prohibición de enlaces durante los precedentes días del Omer. En el Magreb a los judíos recién casados tras la boda durante las celebraciones por parte de familiares y amigos de las comidas del Sheva Berajot, entre estas se ofrecía constantemente alimentos y dulces con MIEL al nuevo matrimonio. Producto de las abejas muy utilizado en Marruecos y que en esta estación era más sabroso y abundante; razón quizás por lo que a esta etapa de felicidad en los recién casados se denominó “Luna de Miel”.
Todo esto se lo relaté a mis nietos Daniel y Gabriel de nueve y siete años (que el Dio les jade) respectivamente cuando les expliqué el Solsticio de Verano, muy celebrado desde la antigüedad por pueblos y religiones con actuaciones y ritos tradicionales, muchos de origen pagano (como las actuales “hogueras de San Juan” entre los gentiles). En Marruecos desde la época pre islámica hasta la época del Protectorado, sobre todo en el entorno judeo-islámico-bereber del Sur, se celebraba durante este Solsticio la Fiesta del Ansara. Festividad procedente de la fiesta persa Mihrayan de origen preislamico y adaptada con muchas reticencias durante siglos por sectores musulmanes en El Andalus y en Marruecos por conmemorar a veces el nacimiento de Juan Ben Zakaría “El Bautista”. Era celebrada anualmente en el solsticio de verano en ceremonia colectiva sin distinción racial o de credos en las regiones bereberes sureñas de Marruecos y cuyo ceremonial estaba consagrado exclusivamente al elemento agua en detrimento del fuego.
Razón probable por la que los judíos del sur y su posterior extensión al resto del país, adaptaron el agua como un simbolismo mas para festejar Shavuot. Lo curioso de la Fiesta del Ansara es que los judíos de Marruecos le atribuyen etimológicamente un origen hebreo en relación al Shavuot, ya que dicen proviene de la voz hebrea asara y/o aseret que designa la convocatoria para la celebración de una solemnidad religiosa; teoría que me fue confirmada por mi admirado paisano y correligionario el Profesor suiri (Mogador) Haím Zafrani.
Shavuot, es una de las tres Shalosh Regalim, festividades de peregrinaje al Templo, cuyo nombre proviene de la Torá “Siete Semanas”, pues se celebra cuando acaba este periodo del cómputo del Omer desde el segundo día de Pesaj. Como todos sabemos conmemora la entrega de la Torá y la Tablas de la Ley en el Monte Sinai el día 6 o 7 del mes de Siván. Recuerdo que entre diversos rabinos de Marruecos discutían cual de los dos días; aunque todos coincidían en que fue un Shabat. Por diversas circunstancias la festividad recibe varias denominaciones: Fiesta de las Primicias (Yom Habikurim), de la Cosecha, de la Conclusión, Entrega de la Torá, etc. Pero para los judíos oriundos del Marruecos “del Protectorado”, especialmente los de Larache, Alcazarquivir, Arcila, Tánger o Tetuán era conocida por su denominación popular y tradicional como “La Fiesta del Bachucho” ( o Rashchachat en el Protectorado Francés) al igual que era Sukot la “Fiesta de la Cabaña” o Pesaj la “Fiesta de las Tortas”.
Rebí Moshé Malka cuando fue Rabino Principal y oficial en Larache (posteriormente junto a Rebi Shalom Messas dirigieron el Tribunal Rabínico de Casablanca, falleciendo en Israel como Gran Rabino Sefardí de Petah Tikvá; siendo su hijo el periodista Victor Malka mi amigo y condiscípulo en la escuela larachense) relataba que el Shavuot era como un casamiento místico entre la Torá y el Pueblo de Israel. Concepción muy arraigada en el Marruecos central principalmente en Rabat, Salé, Meknés, Fez, Sefrú, Azrú, Demnate y Marraquech. En su libro Nifté Hamayim (“Gotas de Agua”) destaca la importancia del “agua viva” como símbolo de la enseñanza de la Torá. El “matrimonio” Torá y Pueblo de Israel era un principio vivo en todos los judíos magrebíes. Y hasta tal punto que junto a la tradición y simbología religiosa de la miel y la del agua relacionados con Shavuot, así como el Libro de Ruth y las Azarot, se añadía la tradición en las ciudades mencionadas de los “Compromisos Matrimoniales Infantiles”.
De las cinco Minhaguim o costumbres simbólicas de Shavuot entre los judíos de origen del este europeo (las A.JA.R.I.T), las tradiciones judías antes de europeizarse el Magreb eran: 1º- Las Azarot en lugar de las Aqdamot, 2º- Lectura de Ruth, 3º- El Agua en lugar del Iereq o plantas 4º –La Ketubá simbólica y los compromisos matrimoniales infantiles en lugar del Tiqun o reparación. Y 5º- La JA de A.ja.r.i.t que se refería a la Leche por su significado numérico de 40 en relación a los días de Moisés en el desierto y al Shir Ashirim; en Marruecos era la Miel siendo la introducción de los lácteos en nuestra tradición a partir de finales del siglo XIX. Tema de “La alimentación judía en Marruecos: cárnicos y lácteos” que desarrollaré, El Dió Mediante, en mi próximo artículo.
Los Compromisos Matrimoniales Infantiles era una tradición judeo magrebí que consistía en un relativo compromiso de desposorio entre un niño y una niña de diferentes familias en el que celebraban una fiesta entre familiares y amigos en el domicilio generalmente del “novio”. Y cuyo compromiso matrimonial (que en ocasiones en el transcurrir de los años se llevaba a cabo) se plasmaba en una Ketubá que luego se untaba con miel y que el jovencísimo hatán lamía con la lengua. Todo ello en parte derivado de la concepción magrebí entre Shavuot y el alegórico enlace místico de la Torá con el pueblo judío. Y que como complemento tradicional se solía leer y se lee una adaptada Ketubá de dicha unión mística el primer día de Shavuot en el momento de sacar el Sefer Torá. Algunas variantes de dichos matrimonios infantiles todavía se festejaban en el primer tercio del siglo XX en varias sinagogas, y entre ellas las de Aben Danan y la de Slat Alfasiyin en Fez, Slat Al Azama en Marraquech, en la de Rebí Shalom Zaui en Rabat y en la nuestra de Meknés “Slat la Rossa” mas conocida como la de Yusef Berdugo (misma denominación y origen que la también de mi familia en Larache en la Calle Oddi).
El agua simboliza abundancia especialmente en regiones semi deserticas o semi áridas como eran las regiones egipcias y bíblicas y gran parte del Marruecos habitado secularmente por judíos desde siglos antes de la llegada de los árabes y de la conversión de la población al Islam. Shavuot coincide con el tiempo de la exuberancia de las frutas y del reino vegetal así como del florecimiento de prados y montes y de la recolección de las cosechas; todo tan ligado y dependiente del agua. Aguas de los ríos que utilizaban por primera vez en el año las mujeres (y los niños) para bañarse o hacer tevilá post menstrual y disfrutar del líquido elemento. También en relación al relato bíblico, para recordar el Paso del Mar Rojo y a Moisés y el agua que hizo brotar de la roca. Todo ello en sinergia con Shavuot en que recordamos la salida de Egipto y el Kibel de los Diez Mandamientos por Moshé Rabenu.
El uso del agua mediante el Bachucho, o el similar instrumento Rashchachat en la Zona Sur marroquí y determinadas comidas de carne, cuscus, pastas y miel, así como vestimentas femeninas era lo que caracterizaba en nuestras ciudades marroquíes los dos días de la festividad de Shavuot (en Israel es solo un día). Los lácteos ocupaban un lugar muy secundario, y en determinadas comunidades y ciudades casi eran inexistentes.
La vestimenta en las jóvenes en Shavuot, al atardecer sobre todo cuando querían lucir su garbo festivo en la Calle Real o en el paseo del Barandillo larachense, era de vivos colores en los que predominaban los vestidos floreados “estampados”. Por las mañanas a veces se podía rociar con agua del bachucho a las jóvenes, previa aceptación de las chicas. Pero por las tardes a nadie se le hubiera ocurrido al ir tan bien vestidas. No comprendí por ello, en mi reciente viaje a Israel, que algunas paisanas residentes se quisieran vestir en Shavuot completamente de blanco y adornando la casa en cuanto a mantelería del mismo color blanco en relación a los lácteos siguiendo entre otras la costumbre judía persa. Sobre todo cuando los oriundos de Marruecos recordamos que la vestimenta blanca en nuestro país natal es entre los musulmanes señal de luto y entre nosotros es considerado como una vestimenta de penitencia y que se suele utilizar en el Kipur o para preparar la mortaja, que en ciudades como Tetuán y Chauen muchas mujeres las preparaban en vida y las conservaban en un baúl. Antes de la llegada dominadora de los europeos a Marruecos el vestido de novia de las judías no era el blanco sino el Traje de Berberisca entre los megorashim (los expulsados de Sefarad) y que adoptaron los toshabim (los judíos autóctonos mayoritariamente bereberes) con algunas modificaciones locales.
El Bachucho era una especie de gran jeringa fabricada por los hojalateros, generalmente judíos, en latón. Como una pequeña de fabricar churros con capacidad entre un cuarto y un litro de líquido, o como las antiguas bombas insecticidas de Flit pero sin la lata reservorio. Al émbolo se le enroscaba interiormente tiras de trapos para impedir el reflujo y aumentar la presión y fuerza de salida del agua. Y lo tradicional era que los dos días de Shavuot durante la mañana y hasta el atardecer, incluso en la sinagoga en determinadas ciudades, echar agua a los hombres sin distinción de edad, salvándose generalmente de esta práctica de “mojadura” las mujeres aunque no siempre las jóvenes.
En Larache el especialista en hacer bachuchos era el hojalatero Jacob Anidjar con su aprendiz musulmán en su estrecho y pequeño taller de la Calle Real, y que vivía al comenzar el Llano de Las Navas. Recordando su mal carácter, cuando visité hace cinco años mi ciudad natal al ser invitado por el Cónsul General de España para dar unas conferencias sobre la historia de las ciudades del norte de Marruecos, fui con el ejial de mi esposa Loly, (que El Dió me la jade), a visitar la Calle Real y entre otros lugares visitamos el taller de hojalata de Anidjar. Encontramos a un musulmán nonagenario en el lugar de Jacob y con gran afecto en el recuerdo nos explicó en un entendible castellano que el era el joven aprendiz de entonces y que cuando su patrón “se fue a la Palestina”(sic) le regaló el negocio y que se “guahsheaba”(sic,añoraba) de la época de los bachuchos. Hay que resaltar que en la Calle Real y calles adyacentes (al igual que en determinados barrios) hubo una confraternal y magnífica convivencia judeo-musulmana-cristiana durante el Protectorado, digna de ejemplo y elogio.
Las calles de los mellah de las ciudades sureñas de Marruecos así como los barrios de mayoría judía en la Zona Española del norte del país, los dos días de Shavuot se llenaban de una chiquillería portadores de reshchashat o de bachuchos. Era tradición en Shavuot en sus esnogas durante el oficio de Minhá tras la lectura del Libro de Ruth, el meldar las Azarot al igual que los asquenazíes meldan las Aqdamot. Las Aqdamot o “Preambulos” de Rebí Meir Ben Isaac Nehorai de Orleans y paytan en la alemana Worms, son poemas del siglo XI escritos en arameo y que se meldaban en el momento que el Cohen sube a la Tebá pero antes de su berajá . Y se caracterizan las estrofas por su terminación en tav alef, simbolizando que la Torá nunca se termina con la última letra tav del alfabeto y hay que comenzarla de nuevo como la letra alef. Las Azarot son poemas litúrgicos de autores judíos del Andalús durante el medievo español escritos en hebreo; como las del malagueño Selomó Ibn Gabirol “El Malaqui”, el tudelano Yudah Ben Shamuel Halevi o el barcelonés dayan de Denia Isaac Ben Rubén Albargeloni (otros escriben Albarceloni) siendo las de este autor las que se leen en nuestras esnogas en Shavuot.
Durante la lectura de las Azarot las 365 negativas se solían meldar en la esnoga el primer día y las 248 positivas el segundo día Y era costumbre entre meknasis, sefriuis, bidauis, fasis, marraqchís, rabatís o eslauis (entre los lahraichis, kasris, azilachis, tanshauis o tetaunis no recuerdo esta costumbre) que cada persona leyera dos estrofas y si se equivocaba le mojaran con jarros de agua. Para el segundo día se solían elegir de antemano a algunos pobres a los que se premiaban luego con dinero por dejarse mojar.
Nos comentaba el hermanastro de mi abuelo paterno, el también meknasi Rebí Yusef Messas, que con la llegada a Meknés en 1911 del prestigioso y culto rabino oriundo de Rusia Rebí Zeev Wolf Halperin, tras su paso por Londres y su larga estancia en Larache como rabino y socio de mi abuelo Yamín Edery Busidan; se produjo y tuvo una gran influencia en las instituciones rabínicas. Fue un reformador, no en la liturgia pero si en determinadas tradiciones a través de las yeshivot o seminarios por él creados en Meknés, Sefrú y Fez. Influyó en los diferentes rabinatos en aspectos alimenticios, como inculcar en algunos “el lehitpalet y/o el habón” de la mezcolanza de los lácteos y los cárnicos dominante en los judeo-europeos. Cuando entonces lo único que se observaba en Marruecos era no mezclar directamente y en situ carnes y lácteos en el mismo plato o cazuela, ni beber leche después de comer carne hasta pasadas las seis horas. Y por supuesto no se disponía ni de vajillas, ni utensilios ni cocinas diferentes y separadas para el uso y manipulación de dichos alimentos.¡ “Lo que les faltó con la aniyut y tzamarás que había y pasaban los mesquines, que era la mayoría de los shudiós en Marruecos”!. Rabinatos y población judía de aquellas ciudades que mantenían una gran relación cultural y migratoria en sentido sur-norte con las ciudades de Melilla, Debdú, Tánger y Tetuán. Asimismo influyó a través de las autoridades rabínicas para que el tradicional bachucheo y mojaduras de los meldadores en el interior de las esnogas, se prohibiera; con lo que dichos actos con el agua, bachuchos y rashchachat, se trasladó a las calles desde entonces siendo protagonistas los niños y jóvenes.
Lo tradicional en Shavuot en las comidas para conmemorar y recordar la festividad proviene del texto del Tanaj cuando en el Shir Ashirim o “Cantar de los Cantares” del Rey Salomón compara la Torá con la miel y la leche “La dulzura de la Torá mana de tus labios como miel y leche yace bajo tu lengua”.
La leche y los lácteos no era la comida habitual ni tradicional en países como Marruecos donde los judíos no eran ganaderos y el ganado se componía generalmente de corderos y cabras. Con el peligro en la leche de cabra y sus derivados como el leben o el rayeb, que pocos la hervían suficientemente con el peligro de transmitir al hombre la terrible y larga enfermedad de la Fiebre de Malta que era endémica en el país. Y que también transmitía ese delicioso queso fresco, redondo, húmedo y muy blanco que se vendía en hojas verdes de palmito. Los lácteos eran mas bien habitual como producción, alimentación y en fiestas en poblaciones de Europa tanto entre judíos como entre los gentiles. Hay que tener presente que los judíos europeos tras su expulsión del extenso Imperio de Austria en 1670 donde fueron muy perseguidos limitándoseles la propiedad urbana y rural en fincas, agricultura y animales, emigraron a países limítrofes. Instalándosen en el Reino de Polonia y países germánicos, bálticos y eslavos donde fueron bien acogidos durante siglos excepto algunos periodos “habituales” de persecución como en la post guerra de los Treinta Años. Fueron con cierta libertad artesanos, comerciantes, agricultores y ganaderos hasta la Emancipación y época napoleónica en que pudieron acceder a profesiones liberales, estudios superiores y a la Universidad. Unidos todos por una lengua germánica peculiar para ellos como era el yidish, como hemos dicho accedieron a propiedades, ganadería y agricultura por lo que su relación con los lácteos adquirió tanta importancia comercial y alimenticia como la de sus vecinos gentiles incidiendo en sus tradiciones y festividades religiosas.
Lo corriente entre los judíos y musulmanes de Marruecos era los desayunos y meriendas a base de té y de hierbabuena (nahná); complementadas en ocasiones con shiva (Artemisa) o yerba luiza en verano y poleo en invierno. Aunque en algunos lugares era habitual por creer en sus propiedades saludables, el beber leche cruda fermentada o leben (agho en bereber) o también rayeb (tikilt en bereber) que era suero de leche cuajado. Por lo tanto difícilmente podrían tener tradicionalmente las hadas de leche y lácteos en Shavuot. Lo que sí existía entre los asquenazíes del norte y este europeo secularmente por lo antedicho en su emigración a Polonia, Germania y países eslavos y bálticos.
No recuerdo en mi infancia en Marruecos durante Shavuot las comidas lácteas. Excepto en tiempos mas modernos en alguna determinada ciudad del norte como en Tetuán o Tánger que celebraban en ciertas familias una comida con componente lácteo una sola vez en los dos días. Lo habitual en todas las familias de Marruecos era la utilización de la miel, cuya mejor recolección precisamente era la época de Shavuot. Con lo que se seguía mas fácilmente uno de las dos comparaciones salomónicas del Shir Ashirim. Lo común en todo Marruecos era el almuerzo con carne de cordero, habitualmente cocinado en forma de tashín; aprovechándose el jugo del cordero en un cuscús. O como solían hacer en Shavuot en Meknés o en Fez que mezclaban el jugo de la carne de cordero con fideos que habían preparado y secado al Sol desde una semana antes de la pascua y añadían al plato canela en polvo, cebolla frita y pasas. También solían preparar un día de almuerzo cuscús con leche, canela y azúcar.
En las familias de Larache, Alcazarquivir y Souk el Arba del Gharb recuerdo en mi infancia que se solía desayunar en Shavuot bien con leche o con té acompañado de pan dulce y de queso fresco blanco envuelto en hojas de palmito que solían traer a domicilio (o bien comprado en el mercado) indígenas musulmanes que lo habían preparado especialmente para los judíos. Lo tradicional era comer el primer día de Shavuot cuscús ( en mi familia con verduras y azúcar) y carne de cordero guisado o asado según la hada familiar. El segundo día se solía repetir cordero y para no repetir el cuscús muchas familias hacían letrea. En Larache en determinadas familias solían comer tayján (el bazo) como hada que había preparado especialmente y previamente para la pascua Yacobito “La Taupa”(“la rata”) que lo hacía en casi todas las festividades ayudado por su “socio” Mahfoda en su minúscula tienda del ensanche a mitad de la Calle Real, frente al domicilio y almacenes de mi abuelo.
En cuanto a nuestra repostería en Shavuot no hay que olvidar que, como en la mayoría de nuestras fiestas en Marruecos, los desayunos, comidas o meriendas se solían complementar con dulces y pasteles. Y en los dos días de fiesta las comidas en muchas familias del norte se acompañaba con “El Pan de los siete cielos” que guardaba cierto parecido con el pan asquenazí alemán Stollen relleno de frutos secos dulces. En los dulces y pasteles la base principal edulcorante era la miel, y también almendras, pasas, nueces, frutas confitadas y azúcar; sin olvidar el agua de azahar. Por lo que no podían faltar en nuestras casas la chubaikía, las fishuelas, los letuarios, los sfensh (buñuelos) o el bagrir con miel, cigarrillos, los marronchinos, el marron glaçe, la sorda o sodra de leche (ver recetas de mis paisanas Sara Fereres de Moryusef o de Raquel Moryoussef de Fhima en Caracas), etc. Durante el Protectorado debido a la presencia o inmigración de judíos greco-turcos nuestra pastelería recibió cierta influencia ladina que incorporamos en parte a nuestra tradición como los Atayef o cigarros gordos en almíbar rellenos de pistachos y nueces, con o sin queso, parecidos a los Blintzes asquenazíes; las borrecas o burekas, la jalva, la kesada que es como el “dulce de Cantabria”, la musaka, etc.
Tener presente que para los oriundos de Marruecos la tradición, tanto la religiosa, la folclórica, las festiva como la gastronómica es fundamental equiparándose en ocasiones con nuestra religión en paralelo a las leyes de nuestro sagrado Tanaj y hasta incluso específicamente con la Torá. Y nuestro pasado entorno geográfico y convivencias humanas han influido en nuestras tradiciones, así como probablemente en otras regiones europeas.
Que lástima que tantas familias de Marruecos, tanto sefarditas como toshabim, que emigraron a Israel hayan olvidado estas tradiciones y hayan adquirido costumbres originarias principalmente de Europa en las comidas tradicionales de Shavuot; lo que he constatado también en mis familiares residentes en Israel. Supongo que será por comodidad, por mayor influencia cultural o por incultura o ignorancia. Cuando lo mas lógico sería conservar nuestra tradición judía sefardí de nuestras ciudades del Magreb donde nacimos y nos criamos y enriquecerla con aportaciones parciales o complementarias de otras culturas, pero siempre conociendo origen e historia de la tradición.
Para fiestas y alegrías vos escribamos siempre y que lo leáis con salud y bienestar, amén
Dr. José Edery Benchluch, Al Tebíb Harofé
En Madrid a finales del mes de Junio de 2016, kadeándose el jodesh de Siván de 5776
Fuente: Raquel Moryoussef De Fhima