Entrevista exclusiva con la decana de los estudios sefardíes, la madrileña Elena Romero Castelló.
Lo habitual es que toda cultura se exprese literariamente mediante una sola lengua; pero en el mundo sefardí -y a través de los siglos- se desarrolla en tres lenguas: el hebreo, el judeoespañol de base hispánica, y posteriormente la lengua del país en el que viven. De cultura, de lengua y de sefardismo hablamos con quien es sin duda alguna la decana de los estudios académicos de la cultura sefardí en España, la madrileña Elena Romero Castelló: profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo, y miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española.
S.es.: –Elena Romero nace en el Madrid de 1942, en plena posguerra española, y se licencia en 1968 en la Facultad de Filosofía y Letras -especialidad de Filología Semítica- de la Universidad Complutense de Madrid, doctorándose diez años después con el estudio del teatro sefardí de los Balcanes. ¿Fue fácil para una mujer de aquella España conseguirlo?
E.R. — Pues, la verdad, no; pero no por motivos políticos ni sociales, sino por cuestiones personales. Yo era una chica de una familia de clase media y quería estudiar Historia; pero al morir mi padre cuando yo tenía 17 años y para poder subsistir mi madre y yo, tuve que ponerme a dar clases particulares de latín para alumnos de bachillerato. Para entrar en la Universidad solicité una beca que me fue denegada, y tuve que pagar la matrícula de mi bolsillo. Afortunadamente al año siguiente conseguí una beca del por entonces llamado Instituto Nacional de Previsión. En aquel plan de estudios había que cursar dos años de estudios comunes y tres de especialidad, y en los años comunes se podía elegir entre griego y árabe, y opté por el árabe. Luego, a la hora de elegir especialidad y como había muchos alumnos en la especialidad de Historia, decidí matricularme en la especialidad de Semíticas, donde había menos gente. Yo estaba obligada por mi beca a sacar una media de notable para que no me la quitaran y finalmente acabé la licenciatura sin problemas.
S.es:–¿Y cómo llega a la investigación científica?
E.R. : — Al acabar la carrera me llamaron para una entrevista con Jacob Hassan, director del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el el Instituto de Estudios Históricos, luego el Instituto Arias Montano de Estudios Hebraicos y Orientales y empecé a trabajar allí. Hasta ese momento ninguno de los estudiantes universitarios habíamos oído hablar en ningún momento de sefardíes, por raro que parezca. Jacob, al explicarnos de qué se trataba, se despertó mi vocación científica.
S.es:–Jacob M. Hassán (Iacob M. Hassán) había nacido en Ceuta, un mes antes del estallido de la Guerra Civil. Se licenció en Filología Semítica en la Universidad Complutense de Madrid y en 1959, en pleno franquismo, colaboró en la Exposición Bibliográfica Sefardí Mundial, que organizaron conjuntamente el Instituto Arias Montano y la Federación Sefardí Mundial en la Biblioteca Nacional de Madrid. De esa colaboración entre el Arias Montano y la Federación Sefardí, entonces con sede en Londres, nació en 1962 el ya citado Instituto de Estudios Sefardíes, y sus organizadores decidieron que la persona idónea para dirigirlo era Jacob Hassán, quien por entonces completaba sus estudios en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Una de sus primeras actividades fue organizar el I Simposio de Estudios Sefardíes, que se celebró en Madrid en 1964, reuniendo a estudiosos del sefardismo de todo el mundo. Las Actas, de una amplitud y profundidad admirables, se publicaron en 1970. ¿Cuál había sido hasta entonces la actividad del Instituto Arias Montano en estudios sefardíes?
E.R.: –El Arias Montano, hasta que se fundara el Instituto de Estudios Sefardíes, había publicado algunos artículos más o menos académicos en la revista Sefarad, creada en los años ´40, y había publicado dos libros del sefardí Michael Molho. Yo entré en el Instituto en 1965, y la primera tarea que desempeñé, junto a otros becarios y contratados, fue organizar y catalogar un gran número de libros de la biblioteca particular de Michael Molho, quien había hecho donación de una parte de su biblioteca al Instituto.
S.es. ¿Y cuáles fueron las áreas de estudio del Instituto?
E.R. : –Básicamente la lengua y la literatura sefardíes, desde el siglo XV hasta casi la Segunda Guerra Mundial, para poner a disposición de los hispanistas de todo el mundo el acerbo cultural de la literatura judeo-española, que forma parte, como una más, de las literaturas hispánicas en su compleja universalidad.
S.es: — ¿Y esto se tradujo de algún modo en los estudios universitarios?
E.R. : –Jacob y yo misma enseñamos durante años lengua y literatura sefardí en la Universidad Autónoma de Madrid y también en la Universidad Complutense. La primera tesis doctoral en estudios sefardíes se defendió en la Universidad de Granada, obra de la profesora Ana Riaño, quien mantuvo vivos los estudios sefardíes en dicha Universidad hasta su fallecimiento en 2005. Hoy día la revista de la Universidad de Granada Miscelánea de Estudios Árabes y Hebreos (MEAH) sigue publicando artículos de tema sefardí, como el último mío que acaba de aparecer, titulado «Versiones judeoespañolas de piyutim hebreos medievales», MEAH (Sección Hebreo) 67 (2018) pp. 49-62. Y también dicha Universidad publica libros de tal tema, como, por ejemplo uno de mis últimos libros, en colaboración con Purificación Albarral, titulado El libro bíblico de Ester entre los sefardíes de los Balcanes: Mitos y leyendas (Granada: Editorial Universidad de Granada, Colección Textos: Lengua Hebrea, 2013). E igualmente se publican estudios de lengua y literatura sefardíes en la revista Sefarad del Consejo, como uno de los últimos míos, titulado «El poeta sefardí de Salónica Selomó Salem: Nuevos datos biográficos y sus crónicas sobre los cafés cantantes de la Salónica de principios del siglo XX», Sefarad 77:1 (en.-jun. 2017) pp. 163-222. Y asimismo el Departamento de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas sigue publicando obras de tema sefardí, como por ejemplo los dos siguientes: uno mío, titulado El profeta Moisés, divino y humano: su grandeza y su muerte. Versiones sefardíes de dos leyendas hebreas medievales (Madrid: CSIC; 2017); y las Actas del XVIII Congreso de Estudios Sefardíes (Madrid: CSIC, 2017), Elena Romero – Hilary Pomeroy – Shmuel Refael (eds.), 348 pp. Pero fuera de eso, los estudios sefardíes han desaparecido por completo de las aulas universitarias españolas. Sólo se imparten dichos estudios en algunas universidades de Israel, muy especialmente en la Universidad de Bar Ilán, en Tel Aviv, donde sí hay un centro especialmente dedicado a los estudios sefardíes, el centro Naime y Yehoshua Salti, dirigido por Shmuel Refael y al que también pertenece Dov Cohen, el mejor bibliógrafo de sefárdica hoy existente en el mundo entero.
S. es..: ¿Y congresos?
E. R.: –Aparte de que el tema puede aparecer en congresos generales de hispánicas o de estudios judíos, tienen especial relevancia para la materia los congresos dedicados específicamente a estudios sefardíes. Me refiero a los congresos bianuales que se organizan en tres lugares: en España en el Consejo; en Londres, en la universidad Queen Mary; y en Israel, en el citado centro de la Universidad de Bar Ilán, donde ha tenido lugar el último a principios de septiembre de 2018. Tales congresos ya van por su 19ª edición. Y como he mencionado antes yo he sido la principal responsable de la edición de las Actas del último que hubo en Madrid, en 2014 y que ha visto la luz en 2017, publicadas por el Consejo.
S.es.:–¿Es fácil acceder a la documentación necesaria para estudiar el sefardismo?
E.R.:– Una de las primeras cosas que hizo en su momento Jacob Hassán fue recorrer medio mundo para recopilar mediante fotocopias material original aljamiado, y, como anécdota puedo decir que, para su viaje a Estados Unidos, recibió una beca que le permitía estar allí durante un mes; pero permaneció allí unos tres meses, amparado por colegas y amigos norteamericanos que le acogían en sus casas. Así trabajábamos antes, cuando no se disponía de catálogos de bibliotecas colgados en la red. Durante mi estancia de una año en Estambul yo misma compré para el Consejo la colección de libros de historia sefardí, escritos por el también sefardí Abraham Galante, que dio lugar a la memoria de licenciatura de Ana María López Álvarez, antigua directora del Museo Sefardí de Toledo, por desgracia ya fallecida, y que pese a su utilidad está aún sin publicar, aunque en una reciente asamblea de los Amigos del Museo Sefardí en Toledo he propuesto llevar a cabo una edición facsímil de la obra, propuesta que fue bien acogida, con lo que quizá dentro de un cierto tiempo la veamos publicada.
S. Es: ¿En qué consistía?
E.R.: –En llevar a cabo un listado onomástico de todos los miles de nombres mencionados en las obras de Galante así como de los datos que dicho autor daba de ellos.
S.es.: –¿Y las fuentes orales?
E.R. : –Yo nunca me he dedicado a la literatura sefardí de transmisión oral, pero desde luego la conozco. En este sentido han destacado por sus encuestas Samuel Armistead, un gran especialista del romancero español, quien junto a Joseph Silverman, recogió y grabó miles de textos en Israel, en Marruecos y en Estados Unidos. Hay que tener también en cuenta las importantísimas encuestas llevadas a cabo por Susana Weich Shahak (Israel) y por Oro Anahory (Canadá). También la radio estatal de Israel tiene una buena colección. Todas ellas se pueden consultar hoy día en la Fonoteca de la Biblioteca Nacional de Jerusalén. Y no podemos dejar de mencionar la recopilación de textos orales sefardíes llevadas a cabo por alumnos y colaboradores de Ramón Menéndez Pidal, tanto en Marruecos como en los Balcanes, conservadas en el Instituto Menéndez Pidal de Madrid.
S.es:–¿cuáles son las mejores bibliotecas para el estudio de los sefardíes?
E.R. :–En España, principalmente en el Consejo, pero también en el Museo Sefardí de Toledo. Asimismo hay fondos en la Universidad de Granada, que recibió como donación la biblioteca de una familia sefardí. Y fuera de España y por mencionar solo algunos centros hay que tener en cuenta los siguientes. En Israel hay muy ricos fondos en la Biblioteca Nacional de Jerusalén y en el Instituto Ben Tzvi de dicha ciudad; en Tel Aviv en la biblioteca del mencionado centro de la Universidad de Bar Ilán; en Estados Unidos en la Biblioteca del Congreso de Washington; en Holanda, en la Biblioteca Etz Hahayim de Ámsterdam. Etcétera.
S.es: –¿Y cuál es la relación que usted tuvo con J. Hassan?
E.R. :– En un principio Jacob fue mi maestro en todo lo que se refiere al mundo sefardí y también quien me indujo a entrar en el campo de investigación científica al que he dedicado toda mi vida. Pero también fue la persona que me hizo conocer todo un mundo de cultura y vivencias judías, a partir del momento en que me casé con él en 1975. Por desgracia, Jacob, que fue el maestro de muchos jóvenes españoles que aprendieron con él, falleció en 2006.
S.es: –¿cuál es la actualidad de esa lengua?
E.R. :– El judeoespañol no está del todo muerto, pero sí está mal enterrado. Los propios sefardíes desde finales del siglo XIX hasta poco antes de la II guerra Mundial se cuestionan en artículos en la prensa sefardí de los Balcanes -he publicado varios artículos sobre ello- la necesidad de preservar la lengua que les había servido durante siglos como vehículo de comunicación y de producción literaria. Unos promueven que debían pasarse al hebreo; otros opinan que deben adoptar las lenguas de los países donde viven: el turco, el búlgaro, el serbocroata, el neogriego, etc.; y otros prefieren el francés, por entonces lengua de cultura europea. Tal desprecio por el judeoespañol hace que este vaya poco a poco convirtiéndose en lengua coloquial, pero no de cultura para la creación literaria. Hoy día ya no existe una producción literaria en judeoespañol, salvo la poesía; pero, en términos generales, los poetas actuales carecen de la riqueza expresiva de los autores sefardíes de los siglos XVIII y XIX. Y también hay que tener en cuenta que hoy día es difícil encontrar sefardófonos activos por debajo de los 70 años. Los sefardíes ya no leen a sus clásicos y la riquísima literatura sefardí de los siglos pasados ha quedado relegada a objeto de estudio por parte de investigadores. Entre los españoles quiero mencionar especialmente a Aitor García Moreno, investigador del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo del Consejo y actual director de la revista Sefarad, quien, siguiendo las directrices de Jacob Hassán, que fue su maestro, mantiene viva en el Consejo la llama de los estudios sefardíes y los difunde entre sus alumnos.
Fuente: sfarad.es