El porqué de la novela Lunas de Estambul Por Sophie Bejarano de Goldberg (autora)

No existe pasado sin un presente que lo recuerde. Lunas de Estambul nace precisamente del deseo de perpetuar una época a través de una insólita travesía. Nace de querer resguardar una herencia de tradiciones, de usos y costumbres; de no caer en la tentación del olvido. A través de esta maravillosa historia particular, la de Ventura, mi abuela, he querido plasmar la de tantas y tantas mujeres que en el correr del tiempo han sufrido carencias y nostalgias, desarraigo y fragilidad, desapegos forzosos. Esto es lo que siente el migrante, esto es lo que provoca el exilio.

Una vida prometedora, abrirse nuevos senderos es lo que buscaba Ventura al desprenderse de lo suyo y de los suyos. Es lo que busca el que se va. Tema tan actual pareciera este de la migración, sin embargo es un fenómeno que no cesa a través de la historia, gente que se arranca del alma su tierra para adoptar una nueva y buscar pertenencia, nuevos horizontes y ultimadamente, la felicidad.

Y que hay del que se queda, del que dice adiós en un último abrazo, gesto que como una premonición vaticina la nostalgia que con certeza les alcanzará sabiendo que esa despedida es para siempre. Dolorosa renuncia. Un solo ser nos falta, y todo esta despoblado decía Alphonse de Lamartine.

México, como muchos otros países de “Las Americas”, se convirtió en esa tierra prometida para quienes llegaron a echar raíces en ella y a enriquecer su mosaico cultural. Los colores verde, blanco y rojo cobraron significado para todos ellos y los brazos amplios de un país tolerante y noble se abrieron para dar cobijo a aquellos faltos de suelo. Este libro es mi manera de reconocer el periplo de quienes como mi abuela se abrieron camino ante la adversidad para darnos, a sus descendientes, la vida de la que hoy gozamos. Es también la mejor manera que encontré, como nieta de inmigrantes y como escritora, de honrar y agradecer a mi país por su generosidad.

Desde mi punto de vista, la palabra es sagrada y la palabra escrita es además perpetuar. Es bajo la celosa custodia de las páginas de Lunas de Estambul que he querido resguardar esta epopeya, la de Ventura, la del viajero, la de muchos, la que debe subsistir en memoria y en narración.

En esta travesía por mi propia historia me acompañó, como lo hizo fielmente a mi abuela, el baúl, el baúl negro. Su procedencia es la mía, sus legados también.

Dice un antiguo refrán Sefardí:

El ke hereda no muere, eso es Lunas de Estambul.

Les invito a contar sus historias familiares, no importa si creen que los jóvenes no escuchan, algo se queda siempre y será esa la semilla para que a través de las generaciones, nuestro Ladino, nuestros aromas y nuestros sabores, subsistan al paso del tiempo.

Sophie Bejarano de Goldberg

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