El capitán Diego Palomino ¿de origen converso?

Por José Fernández García Catedrático de Historia de la Universidad de Jaén. Director de la UNED en la Provincia de Jaén

 

La investigación histórica siempre nos está sorprendiendo pues, cuando se vuelven a retomar hechos o personas, aparecen nuevos matices y perspectivas con lo que la “unanimidad” de los historiadores es pura ficción acercándose más a la paradoja.

Lo anterior viene a cuento porque la amistad y el compromiso me han llevado a estudiar hoy un personaje jiennense apasionante y digno protagonista de alguna novela histórica que decidieran abordar escritores como nuestro Juan Eslava Galán o Arturo Pérez Reverte; no harían falta muchas dosis de imaginación para el tratamiento de su vida y acciones.

Ya de entrada llama la atención la polémica suscitada hace unos años por dos expertos jiennenses, en el quehacer histórico, sobre el origen de la familia jiennense de los Palomino, del que Diego, nuestro capitán, era descendiente. Enrique Toral sostiene el origen hidalgo de los primeros Palominos, situándolo en Andújar y pasando, posteriormente, a Torredelcampo y Jaén, y deduciendo, para todo el siglo XVI y una buena parte del XVII, una enorme influencia basada no sólo en su esclarecida nobleza, sino, además en los negocios públicos del Consejo Municipal jiennense en el que se señala a diversos Palominos como Caballeros Veinticuatro o Procuradores en Cortes.

Sin entrar a fondo en las afirmaciones de Toral Peñaranda, el profesor Porras Arboleda niega la pertenencia inicial de ser “cristianos viejos” y revela unos orígenes conversos de la familia y que hacen que durante bastantes años pleiteen e intenten protestar contra esta denominación encontrando, el citado historiador, indicios apoyados en el origen del propio nombre que es judío y en determinados individuos de la familia procesados o sospechosos de judaísmo por la Inquisición.
 
En realidad ello puede tener su importancia a la hora de orientar el futuro de nuestro personaje pues, de un lado, eran muchos los españoles de la época que temiendo las investigaciones de la Inquisición tuvieron motivo más que suficiente para acogerse a la emigración americana que ofrecía no sólo posibilidades de enriquecimiento, sino, además, lejanía de la “Santa” Inquisición que aún no estaba suficientemente establecida en aquellas lejanas tierras; de otro lado, su familia no debía de ser poderosa ni influyente ya que conocemos que con 20 años (había nacido en 1506 en Jaén) se embarcó como criado del Gobernador de Tierra Firme, Pedro de los Ríos, que no debió quedar muy contento con sus servicios, ya que a su llegada lo mandó a presidio, ignorando los diferentes autores consultados, si fue por algún desmán cometido o por mala conducta continuada.

A los 5 años de estancia, en 1531, partió junto a sus hermanos Mechor y Alonso, desde el puerto de Panamá en la tercera incursión de Pizarro en tierras americanas junto con otros 180 españoles.

Desembarcaron en Tumbé y llegaron a Tangarara. En este lugar la intervención de Diego Palomino fue determinante: no sabemos si por su atractivo físico o por sus “buenos argumentos” dicen los cronistas que se “hizo” con una “india” que le puso sobre aviso sobre una gran emboscada que les tenían preparada los indios a los españoles.

Su buen hacer fue premiado por Pizarro que mediante cédula le nombró primer encomendero de Huancabamba, confirmándole el Gobernador Vaca de Castro. En virtud de la “encomienda” Diego adquiría un usufructo del territorio anterior hecho por la Corona española, con señorío sobre los indios y derecho a transmitirlo a sus descendientes (vulgarmente el “pelotazo” de nuestros días, pero por méritos). A cambio, tenía la obligación de acudir al servicio del emperador con caballos, armas y hacienda. El “encomendero” era señor de horca y cuchillo, gozando de fáciles y cuantiosas rentas con derechos de pernada (hoy en los países civilizados no existe), utilizando a los indios como siervos, sujetos además a la paga de una gabela. (La “encomienda” en América fue un poderoso medio para afianzar la conquista i cimentar el imperio colonizante).

La Corona a las llamadas Provincias Orientales de la Real Audiencia de Quito, les fueron dadas como Gobiernos, con la condición de conquistarlas y hacer en ellas algunas fundaciones, a distintos capitanes que se distinguieron por sus servicios al Emperador contra las ambiciones de Gonzalo Pizarro que se había proclamado Gobernador General de Perú y Quito. Diego Palomino junto con otros encomenderos, en un primer momento, se puso de parte de Pizarro y ello hizo que el Virrey Blasco Núñez de Vela considerara a los partidarios de Pizarro como “traidores al Rey” permitiendo el saqueo e incendio de la casa de Palomino. Este se apartó de sus compañeros de rebelión, uniéndose, en 1547, al ejército del Presidente de la Audiencia Real de los Reinos del Perú, Licenciado Pedro de Lagasca, facilitándole gente, caballos y armas hasta la muerte de Gonzalo Pizarro en Jaquijaguana. Sus servicios a Lagasca fueron premiados en 1548 con la provincia de Chacainga, que a la entrada de los españoles estaba gobernada por el cacique Chuquimay, hombre pacífico y nada ducho en el arte de la guerra, ofreciendo a Diego Palomino poca resistencia. Así, en abril de 1549 llegó al río Chuquimayo (actual Chinchipe), iniciando una serie de visitas a distintas comarcas de las actuales provincias de San Ignacio, Jaén, Uctubamba y Bagua. De todo, hizo una relación de lo más importante que consideraba remitiendo del documento al Rey de España, dando cuenta de algunos aspectos de la vida social, política y económica de los pobladores del bajo Uctubamba del siglo XVI.

Fundó sobre la antigua Jerez de la Frontera (conservaba aún cabildo e iglesia cuando Palomino llegó) la ciudad de San Leandro de Jaén de los Bracamoros (era obligado anteponer a las nuevas fundaciones el santo del día de la creación) con una situación única porque inicialmente se levantó sobre una altura desde la que se apreciaba la unión de tres grandes ríos de la Amazonia, como eran el Marañón, el Chinchipe y el Chachapoyas, el 10 de abril de 1549; sin embargo, la insalubridad de los terrenos pantanosos circundantes y la abundancia de insectos hicieron que al poco tiempo de la fundación, las familias más acomodadas abandonaran el lugar (hoy aquel asentamiento muestra antiguos restos arqueológicos, denominándose el lugar “Jaén Viejo”) y se instalaron en el inmediato lugar de Tomependa, origen del traslado de Jaén a su actual emplazamiento.

Diego Palomino en aquella expedición fue acompañado de 60 chapetones (hispanos notables)  gran cantidad de indígenas y gentes de color traídos para servicios y afianzamiento del coloniaje. Nique decir tiene que la fundación de la ciudad de Jaén de Bracamoros (indios bravíos a los que tuvo que someter Palomino) fue decisiva en el dominio de la Amazonia convirtiéndose pronto en el centro del legendario país del “oro y la canela”, donde se buscó en mítico “Dorado”, llegando a contar a los inicios de la fundación con unos 100.000 habitantes.

En la conquista y colonización de la zona hubo misiones de Jesuitas y Mercedarios que realizaron grandes esfuerzos por cristianizar aquellas tribus entre las que destacaban por su arrojo y valor los Bracamoros, los Jíbaros y otras tribus indígenas: La provincia de Jaén de Bracamoros perteneció al  distrito de la Real audiencia de Quito según cédulas reales de 1567 y 1740. Sin embargo, y tras la independencia de las zonas limítrofes del monarca español, el 4 de junio de 1821, Jaén de Bracamoros se declaró independiente del Reino de España y quedó incorporada al estado peruano siendo discutida su pertenencia por Ecuador, que logró por fin en 1862 incorporarla al departamento de Cajamarca.

En cuanto al capitán jiennense no hemos podido contrastar el resto de su vida. Pocos años después de la conquista y consolidación del territorio que él asignó hemos encontrado un  río denominado Palomino, que está en el departamento de Magdalena, en Colombia, donde anduvo nuestro paisano y que recibió este nombre por haberse ahogado en él Diego Palomino.

Pero ¿quién fue diego Palomino en realidad? Según unos, un aventurero más de los que triunfaron en América; según otros un conquistador leal a la monarquía y hombre ilustrado y de grandes conocimientos geográficos nada comunes en aquellos tiempos. Esta afirmación se apoya en su famosa “Relación de las provincias que hay en la conquista de Chuquimayo, que yo el capitán Diego Palomino tengo por Su Majestad y por muy ilustre señor Pedro Gasca, presidente de la Audiencia Real de estos reinos de Perú”, que fue denominada por su autor abreviadamente como “Conquista del Chuquimayo, y que compite en sus descripciones con los más prestigiosos geógrafos, y también como cartógrafo excepcional atestiguándolo así el precioso mapa que levantó de la provincia del rio Chuquimayo que él conquistó (actualmente en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia), adelantándose cerca de trescientos años a los cartógrafos del siglo XIX, con un perfecto y científico dibujo de las montañas por medio de curvas de nivel, procedimiento desconocido hasta entonces.

En cuanto a su faceta humana nos asaltan aún varias dudas pues entre los detalles sin confirmar están no sólo su origen sino también el por qué figura en la expedición de Pizarro al Perú y no figura en el reparto del botín del inca Atahualpa; el porqué de los cambios de opinión en cuanto al apoyo en un principio a Gonzalo Pizarro y después a los partidarios del monarca.

Al acercarnos a lo que en principio parece una gran figura del descubrimiento vemos las luces y las sombras que todos llevamos y al profundizar en sus actos confirmamos como los grandes personajes se parecen a los pequeños anónimos que participamos en esta Historia de La Humanidad que pasó y volverá a pasar constituyendo esa sangre o savia que alienta el andar humano.
 
 
 
Fuente: Diario JAÉN – Cultura – 25 de julio de 2010, recorte enviado por Rafael Cámara Expósito

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