Centro Sefaradí de Tucumán: un siglo impulsando tradiciones y progreso

Los judíos sefaradíes trajeron no sólo su religión (compartida con los ashkenazíes llegados de la Europa Oriental y de Alemania), sino también sus propios ritos, leyendas y tradiciones.

CELEBRACIÓN DE SIMJAT TORÁ. La alegría y la humildad se pinta en los rostros de los inmigrantes sefaradíes en esta imagen tomada en los años 1950

Cuenta la leyenda que cuando Alegre Rosas de Noé se bajó del barco que la traía de Esmirna (Turquía), al llegar al puerto de Buenos Aires con apenas 12 años y escuchar que todos hablaban en español, lengua muy similar a su ladino materno, le preguntó asombrada a su madre “¿Es que todos son “djidios” (judíos) aquí? En parte, esa semejanza entre el castellano y el dialecto que hablaban muchos de los judíos arrojados a la diáspora desde la España de 1492 fue una de las llaves que facilitó su proceso de adaptación al Tucumán
del temprano siglo XX.

Este año, pese a la pandemia, los sefardíes están celebrando los 100 años de la creación de la Asociación Israelita de Beneficencia. En homenaje a esa fecha, y ante la cercanía de la efeméride patria, parte de la comisión directiva de la entidad, que preside Isaac Gargui, depositará una placa recordatoria en la Casa Histórica de la Independencia, este viernes, a las 10.

FESTIVIDAD DE SUCOT Y SIMJAT TORÁ. Celebración que se realizó en la Sociedad Sefaradí, en la década de 1970.

Son 100 años en Tucumán para la entidad comunitaria que contiene desde entonces a estos “llegados de los barcos”, que durante cinco siglos habían transitado una diáspora obligada desde su expulsión de España (Sfarad es el nombre de España en hebreo). En junio de 2015, para enmendar esa injusticia, el gobierno español reconoció por ley el derecho de los judíos sefaradíes de tramitar su ciudadanía española.

No sólo religión

Como todos los inmigrantes que entre fines del siglo XIX y comienzos del XX aportaron a una Argentina multicultural, los sefaradíes trajeron no sólo su religión (compartida con los ashkenazíes llegados de la Europa Oriental y de Alemania), sino también sus propios ritos, leyendas y tradiciones.

Curiosidades de este siglo XXI: aunque la inmigración de los primeros sefaradíes a Tucumán fue principalmente de hombres solos que dejaron su país de origen buscando un porvenir en “la América”, en esta charla con LA GACETA a propósito de la celebración de la “Sociedad Sefaradí” son mujeres las que recuperan la memoria de esta historia centenaria.

UN CASAMIENTO. Con frecuencia se hacían fiestas familiares en el centro sefaradí.

La profesora de Letras María Esther Silberman de Cywiner y la magister en Derecho Rosa Ventura -ambas, parte de la comisión que se armó para celebrar el centenario con una vasta agenda cultural- no son improvisadas en el tema, ya que lo investigaron durante una década, en proyectos dirigidos por “Chuchi” (Cywiner) sobre la cultura, memoria y patrimonio sefaradí en Tucumán, que se desarrollaron en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.

– ¿Cuál fue el derrotero de la inmigración sefaradí en la Argentina?

– Cywiner: La inmigración judeo sefaradí llegó a la Argentina desde fines de 1800 a 1930. Los primeros venían de Marruecos (Tánger). Y su idioma era el español. Después vinieron sefaradíes de Siria (Damasco y Alepo) que hablaban el árabe; y otra corriente numerosa del Imperio Otomano, especialmente de Turquía y de Grecia, que hablaban el judeo español, algo de francés, griego y turco. Entre los años 1910 y 1911 comenzó a formarse el núcleo sefaradí en Tucumán, cuando arribaron los primeros procedentes de Esmirna (Izmir), los
llamados judíos “ismirlíes”, Beirut (Líbano) y Jerusalén (actual Israel).

La mayoría eran varones jóvenes que llegaban solos o en grupos de hombres huyendo del servicio militar que los conducía a la guerra y a una muerte segura; otras veces, eran empujados por el hambre y la falta de perspectivas económicas. Las mujeres quedaban a la espera de que sus padres, esposos, hermanos las llamaran una vez que se hubieran afianzado económicamente en este nuevo continente. Posteriormente, llegó un grupo de jóvenes, algunos casados y con niños pequeños.

Los comienzos fueron duros, como para todo inmigrante. Al principio, se acercaron a los judíos ashkenazíes que habían llegado poco antes que ellos a Tucumán. Pero a medida que fueron llegando más sefaradíes, se hizo más fuerte la idea de crear su propia institución.

El año 1914 es clave para el grupo sefaradí tucumano; por primera vez celebraron solos, sin sus hermanos ashkenazíes, los servicios religiosos de Rosh Hashaná (Año nuevo hebreo) y Yom Kippur (Día del perdón), en un local pequeño de calle 9 de julio, séptima cuadra. Necesitaban su propia vida comunitaria y comenzaron a reunirse para realizar otras actividades orientadas a crear su sociedad.

De hecho, se produjo una separación entre los judíos sefardíes y los judíos ashkenazíes que fundaron sus propias asociaciones. Y esto sucedía en casi todas las Kehilót de la Argentina. Los judíos esmirlíes, que llegaban de Turquía, Grecia, Bosnia hablaban el judeo español o judezmo, una lengua semejante al español del siglo XV. Eso les permitía comunicarse más fácilmente con los habitantes locales del país.

En 1917 se hizo el primer intento de crear una institución que agrupara a los sefaradíes bajo iguales tradiciones y culto, con la fundación de la Sociedad Israelita Otomana. Si bien esto no prosperó, la experiencia fue válida.

Y en 1921 se avanzó para la creación definitiva de la Asociación Israelita Sefaradí de Beneficencia, cuyo objetivo era nuclear a los sefaradíes, contribuir a reforzar y enriquecer su cultura  la vida social, así como promover la práctica del culto mosaico y velar por su continuidad.

A partir de 1921, todos los esfuerzos realizados por las comisiones directivas fueron puestos en la adquisición y construcción de un local, en calle 9 de julio 625, actual sede de la Asociación. Un 9 de mayo de 1926, por la tarde, se colocó la piedra basal. A los cuatro meses ya estaba construido un salón. Y en 1928 se construyó una nueva sala detrás del salón de actos para servir de Templo y de Escuela, “Or Israel”, para estudiar la Torah.

– ¿Qué papel tuvo la mujer entre los sefardíes que se radicaron en Tucumán?

– Ventura: Las mujeres llegaron a nuestro país y a nuestra provincia, salvo honrosas excepciones, llamadas por sus cónyuges o traídas por sus padres o hermanos, según fueran casadas o solteras. Constituida la Asociación Israelita Sefaradí de Tucumán, en 1921, las comisiones directivas fueron constituidas por hombres. Esto se mantuvo durante muchos años. La labor de las mujeres estuvo ligada al acompañamiento, dedicadas principalmente a realizar actos de beneficencia, solidarios, y de socorro a miembros necesitados de la comunidad
o enfermos. La mujer sefaradí aparece como guardiana y depositaria del folclore judeoespañol, artesana en la cocina, transmisora de costumbres y tradiciones culturales y religiosas. Son las madres y las abuelas las que enseñan las canciones y romances a sus hijos y nietos. Su actividad no sólo se vinculaba a los trabajos de la casa, sino que también en algunos casos, ayudaban al mantenimiento de la familia con trabajos de costura, bordados y otras, manualidades siempre dentro del hogar. Accedían al matrimonio muy jóvenes y
con miembros de la comunidad sefaradí.

ANIVERSARIO. Acto realizado cuando se cumplieron los 85 años de la institución.

Las mujeres que llegaron tenían escasa instrucción. Eso hoy ha cambiado: somos muchas las universitarias con títulos de grado y posgrado. Pero, al mismo tiempo, hoy las mujeres asisten al templo en Shabat, en las celebraciones de las grandes fiestas religiosas, a estudiar Torah con el rabino, a los midrash, (rezos en conmemoración del aniversario de los seres fallecidos) llevan sus hijos a diversas actividades, y acompañan a sus maridos.

Por Noralía Jabif – Periodista y Licenciada en Filosofía
Fuente: La Gaceta de Tucumán- 29.6.2021

 

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