Artistas impuros, parturientas y matarifes frecuentaron el baño judío del siglo XV de A Coruña

Entre los miembros de la judería medieval coruñesa que utilizaron el baño de la calle Sinagoga como lugar de purificación, podrían encontrarse los autores de la lujosa Biblia Kennicott (a la izquierda, el detalle de un folio), cuyo finalización en la Ciudad Vieja cumplirá 550 años el 24 de julio del 2026.
Entre los miembros de la judería medieval coruñesa que utilizaron el baño de la calle Sinagoga como lugar de purificación, podrían encontrarse los autores de la lujosa Biblia Kennicott (a la izquierda, el detalle de un folio), cuyo finalización en la Ciudad Vieja cumplirá 550 años el 24 de julio del 2026.

 

El 2026 será el año de la Biblia Kennicott, la joya bibliográfica de la cultura hebrea universal caligrafiada y decorada en la Ciudad Vieja de A Coruña 16 años antes de que los Reyes Católicos expulsaran a los judíos en una de las mayores manifestaciones de intolerancia religiosa de Europa. Aunque no se ha anunciado conmemoración oficial en la ciudad, el próximo verano se cumplirán 550 años redondos del instante en que el iluminador Joseph Ibn Hayyim, uno de los más grandes de su tiempo, trazó las últimas letras en el colofón del lujoso códice medieval: «En la ciudad de A Coruña, en la provincia de Galicia en el Noroeste de España, el miércoles día tercero del mes de Av en el año 5236 de la Creación», es decir, el 24 de julio de 1476.

La elaboración de esta maravilla, perdida durante tres siglos desde su salida clandestina por el puerto coruñés hasta que en 1771 el clérigo inglés Benjamin Kennicott gestionó su adquisición para incorporar a una biblioteca de la Universidad de Oxford —donde permanece—, fue un mano a mano del imaginativo Ibn Hayyim y el cotizadísimo calígrafo Moisés Ibn Zabarah, quien a lo largo de diez meses copió el texto sagrado a un ritmo de dos folios diarios (de 300 por 235 milímetros), a dos columnas, en letra cursiva cuadrada sefardí y con tinta castaña.

Ambos autores eran sofrim, (escribas) y, como tal, estaban obligados a realizar inmersiones rituales de manera constante para conservar el estado de pureza y santidad que requería su contacto con la palabra sagrada. Y muy cerca de donde trabajababan, en la parte baja de la calle Sinagoga, disponían del más eficaz medio de purificación prescrito por el judaísmo: una mikvé de agua corriente de manantial (no estancada) excavada por el gobierno local medio milenio después y cuyo origen se ha datado en el siglo XV, según el análisis de los morteros de los muros.

Mujeres menstruantes

Este baño ritual excavado en la misteriosa casa de Sinagoga 4 constituye «la materialización más importante de la judería coruñesa» hallada hasta la fecha y la primera arquitectura a partir de la cual se puede reconstruir la vida cotidiana de sus miembros. Así lo expuso el arqueólogo municipal, Marco Antonio Rivas, en una conferencia en la UNED en la que reconstruyó el tránsito por la mikvé de matarifes, carniceros, médicos y mujeres menstruantes, entre otros vecinos de la pujante aljama medieval de la Ciudad Vieja, en busca de limpieza espiritual.

La ley general hebrea establece un repertorio variado de tabúes y tipos de impureza que permite identificar la profesión, las prácticas y circunstancias de los coruñeses que se sumergieron en este baño sobresaliente. «En primer lugar, están las impurezas derivados del contacto con un organismo muerto, un cadáver humano, un reptil o la carroña de animales puros (los que se pueden comer) o impuros», detalla Rivas. Según este mandato, los encargados de preparar a un judío fallecido en A Coruña antes del entierro, el médico que acudía a atenderlo y los familiares que se encontraban en la habitación tendrían que purificarse después.

Matarifes y carniceros

«En segundo lugar, se encuentra el shojet, una persona formada para sacrificar a los animales con objeto de causarles el menor sufrimiento posible y que se desangraran por completo. Si por alguna razón algo salía mal, el matarife entraba inmediatamente en estado de impureza. Y de todas formas, ya antes del sacrificio tendría que realizar una inmmersión», advierte el arqueólogo.

Las mismas obligaciones afectaban a los carniceros, sometidos a los preceptos del kashrut para que los cortes y despieces, o la retirada de la grasa y del nervio ciático exigidos por la religión hebrea, garantizasen un consumo kosher o adecuado.

Y por último, en un grupo mucho más amplio que prácticamente comprendía la judería entera, desfilaban los portadores de impurezas derivadas del cuerpo humano vivo, como las mujeres menstruantes, con flujo anormal de sangre o en los días después de dar a luz; hombres con gonorrea o después de eyacular, y en general adultos «que experimenten emisiones nocturnas», relacionadas con «sobredingulgencia en la comida o la bebida, cansancio o fatiga», según El libro del mikveh, una guía «sobre la importancia de la inmersión ritual para escribas, faenadores rituales y gente común».

Pérdidas y consecuencias de los actos contra la libertad religiosa 550 años después

«Los elementos arquitectónicos que caracterizan una comunidad judía evolucionada son la sinagoga, el cementerio y la mikvé, y construcciones que tienen que ver con las reglas alimenticias como la carnicería y el horno de pan», explicó el arqueólogo municipal, Marco Antonio Rivas, en una charla en la sede coruñesa de la UNED en la que defendió el valor del hallazgo de la calle Sinagoga para rescatar el legado de «una ciudad dentro de la ciudad» y dejar en evidencia «la gran pérdida intelectual, científica, política y cultural» que sufrió España como consecuencia de la persecución y expulsión de los judíos en 1492 —y de los musulmanes en 1609— en contra de su libertad religiosa.

El cementerio

«Toda la arquitectura hebrea es fruto de una comunidad que para sobrevivir precisa seguir una serie de preceptos religiosos que condicionan todos los aspectos de la vida. Por eso el día a día en la judería se hace casi por inercia, como una necesidad de mantener la identidad», indica Rivas, que alude a las lápidas funerarias con escritura hebrea que aparecieron en 1869 en el muelle de A Palloza —enfrente de la conocida como isla de los Judíos, hoy desaparecida—, donde probablemente se encontraba el cementerio judío.

La identificación del lugar de oración disiparía las dudas, cada vez más inconsistentes, que envolvieron las investigaciones sobre el pasado hebreo de la ciudad. El gobierno local ha anunciado, en este sentido, nuevas actuaciones, por importe de 368.000 euros, para «agotar la potencialidad arqueológica en toda la superficie» de Sinagoga 4.

Fuente: La Voz de Galicia | 23 Dec 202

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