A punto de cumplir 95 años, Cabelli se ha trasladado desde su actual residencia de Niza (Francia) al Teatro Buero Vallejo para trasladar, en un perfecto español ladino, las atrocidades que soportó en Auschwitz
ALCORCÓN/ 20 ENERO 2020/ Una de las últimas supervivientes vivas del Holocausto, Annette Cabelli, griega de origen sefardí, ha sido la protagonista de un acto de conmemoración organizado en Alcorcón con motivo del 75 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau.
A punto de cumplir 95 años, Cabelli se ha trasladado desde su actual residencia de Niza (Francia) al Teatro Buero Vallejo para trasladar, en un perfecto español ladino, las atrocidades que soportó en Auschwitz, a donde fue trasladada desde su Salónica (Grecia) natal, y el antisemitismo que sufrió durante toda su vida.
“De pequeña, cuando vivía en Salónica, los judíos ya éramos como de segunda clase, no íbamos a la escuela junto al resto de niños. No nos podíamos juntar con ortodoxos”, recuerda Cabelli, que creció en una comunidad sefardí con su madre y dos hermanos mayores, ya que su padre murió cuando ella tenía apenas cinco años.
Pese a que dice que “para los griegos eran como extranjeros”, recuerda como cuando estalló la guerra contra Italia en 1940, a sus hermanos sí que los llamaron para ir a luchar contra Italia, y como al cabo del tiempo los judíos de Salónica fueron poco a poco hacinados en un gueto de la ciudad, junto a la estación de tren.
“Un año después salió una ley que decía que teníamos que llevar la estrella”, continua Cabelli, que tenía tan solo 17 años cuando en 1942 fue forzada a subirse a un tren, junto a su madre y otros familiares, camino del campo de concentración nazi de Auschwitz, situado en la Polonia ocupada por los alemanes.
Tras cuatro días de viaje hacinadas en unos vagones, sin posibilidad de respirar el aire del exterior ni de hacer sus necesidades, llegó a Auschwitz, donde recuerda que nada más bajarse del tren, un oficial nazi los seleccionaba: “los sanos, a la izquierda, y niños, ancianos, enfermos y embarazadas, a la derecha”.
Vida en Auschwitz
“De allí fuimos andando los dos kilómetros y medio entre Auschwitz y Birkenau, donde nos metieron en una barraca, nos quitaron todo el oro u objetos de valor, nos cortaron el pelo y nos echaron agua fría”, narra Cabelli, que señala que en aquellos momentos todavía no eran conscientes de lo que realmente sucedía.
En ese instante es cuando le tatuaron en el antebrazo el número 40.637, con un triángulo debajo, que todavía conserva en su piel casi 75 años después.
“Desde ese momento dejé de tener nombre. Era solo un número. Pero tuve suerte con el trabajo que me tocó, si es que se puede llamar a aquello suerte“, asegura, recordando como su primer trabajo fue limpiar las cubas de excrementos del hospital para presos políticos polacos, algo que suponía no estar siempre a la intemperie.
Allí pasó varios meses, donde llegó a conocer a Josef Mengele, el médico y oficial de las SS conocido como ‘El Angel de la Muerte’, hasta que se contagió de tifus y la trasladaron a un bloque para enfermos, aunque dice que la suerte le siguió acompañando.
Suerte porque, según cuenta, la capo -mujer que trabajaba para los nazis como guardiana- le confesó: “Como te vas a morir de tifus, no te voy a dejar ir para que te maten”, aunque finalmente también sobrevivió a la enfermedad.
Auschwitz fue liberado finalmente por el ejército soviético el 27 de enero de 1945, aunque Cabelli había abandonado días antes el campo, ya que, ante el miedo de ser capturados, los nazis trasladaron forzosamente a unos 60.000 prisioneros a otros campos de concentración en lo que se conoce como “las marchas de la muerte”.
Fue obligada a caminar sin descanso hasta la frontera alemana, pasando por dos campos de concentración más, Ravensbrück y Malchow -a 90 y 70 kilómetros de Berlín, respectivamente-, antes de ser definitivamente liberada el 2 de mayo de 1945.
Fuente: noticiasparamunicipios.com