Jacques Rodríguez se empina en los 16 años y ha decidido abandonar sus estudios en Turquía, donde vive con su familia, para ir a París. Su hermana Becky le ha contado maravillas a través de cartas. Ya en Francia, un día de 1931 conoce a un llamativo personaje de nombre Benjamín Subercaseaux, quien le vuelve a hablar maravillas, aunque esta vez de un país remoto llamado Chile.
Es el protagonista de una historia de viajeros, inmigrantes, trabajadores y entusiastas; una vuelta por el mundo que arranca en Estambul, sigue en París y desemboca en Valparaíso, Santiago y Osorno, donde poco a poco el linaje Rodríguez -españoles sefarditas- se irá instalando para abrir en Chile otra rama de la familia.
Es la historia detrás de «Prefiero Chile, antes de París o Estambul», que obtuvo el XXVI Premio Revista de Libros, en la categoría Biografía y Memoria, y que fue escogido por el jurado que formaron la escritora y periodista Marta Blanco, el historiador Álvaro Góngora y el investigador Miguel Laborde. El premio considera un monto de $9 millones y la publicación del libro por Ediciones El Mercurio.
Su autor es el cientista político y periodista Hernán Rodríguez Fisse (66), quien en este ejercicio narrativo observa la historia de su propia familia. «Jacques nació en 1914. Es el hermano menor de mi padre, David, que nació un año antes en Turquía. Él es el centro del relato porque fue el primero de la familia que se aventuró a viajar tan lejos», cuenta Rodríguez, quien reconstruyó la cronología a partir de documentos, recuerdos, fotografías familiares y sobre todo de entrevistas que sostuvo con Marcel Behar Rodríguez, uno de sus primos mayores, que llegó a conocer bien a Jacques.
«Mi tío llegó en 1931 y convenció de venir a otros a esta tierra lejana y nueva. Marcel, que hoy tiene 90 años, llegó en 1947, y mi papá en 1949. Yo nací en 1950», reconstituye. «Mis familiares no hicieron fortuna como inmigrantes. Trabajaron como cualquier persona, fueron vendedores viajeros. Y aquí se multiplicaron», agrega.
«La lectura es fácil, fluida, y no pretende ser literaria; más bien, directo al grano, busca traspasarnos su experiencia de vida sin adjetivos. Si se tratara de una crítica de cine, diríamos que es una de acción, sin pausas», dice Miguel Laborde, mientras Álvaro Góngora señala que «habla del esfuerzo que realizaron los inmigrantes para instalarse y finalmente constituirse en agradecidos chilenos», ángulo que comparte también Marta Blanco: «El centro de todo no es la inmigración sino la familia. No hay nada que no sea cotidiano, básico y familiar. Una vida generosa, empeñosa y básica. Viven para ganarle a la vida, morir viejos y tener muchos hijos y ‘ser’ la vida».
Fuente: impresa.elmercurio.com