Un diario de viaje del embajador de Israel en Italia.
A lo largo de la historia, muchos desearon conquistar Sicilia. Estratégicamente ubicada entre tres continentes, fue incorporada a varios reinados. Grecia y Roma lucharon contra Cártago por el control del lugar y ganaron. Los musulmanes también estuvieron allí en los siglos X y XI. También los normandos (vikingos) y después de ellos el Santo Imperio Romano, Francia, España y otros. Antes de la unificación de Italia en 1861, Sicilia estaba bajo control de la Casa de los Borbones en Nápoles, como parte del Reino de las dos Sicilias. Allí hubo unos 30.000 judíos antes de que fueran expulsados de la isla en enero de 1494, como parte de la expulsión de los judíos de España (Sicilia estaba entonces bajo el control de la corona española).
Sirvientes de la cámara real
Durante más de dos años intentamos ir a Sicilia, pero la pandemia arruinó nuestros planes. Finalmente pudimos hacerlo. Pasamos la mayor parte del tiempo en los dos pueblos principales, Catania y Palermo. Una tarde fuimos a Siracusa, un antiguo pueblo en el lado oriental de la isla, fundado en el siglo VIII AEC por inmigrantes de Grecia. Uno de sus famosos residentes fue Arquímedes, el gran matemático de la antigüedad, cuyos inventos ayudaron a defender a su pueblo de los ataques de la República romana en el siglo III AEC. Pero, finalmente, los romanos triunfaron.
Durante más de 1.500 años vivieron judíos en el pueblo (la segunda comunidad judía en la isla, después de Palermo, la capital) hasta que fueron expulsados por la orden de Fernando e Isabel, junto con el resto de los judíos de Sicilia. Una ironía histórica es que en 1455, unos 40 años antes de la deportación, los judíos pidieron irse a la Tierra de Israel, pero las autoridades se opusieron. Los judíos eran considerados Servi camerae regis (sirvientes de la cámara real). Fueron arrestados y las autoridades planearon confiscar sus propiedades y venderlos como esclavos.
Todo terminó con el pago de un enorme rescate de 1.000 onzas de oro. Hay historias similares sobre comunidades judías en otros lugares, en otras épocas. Los judíos intentaron hacer aliá a la Tierra de Israel a pesar de que estaba destruida; durante miles de años juraron no olvidar a Jerusalem y soñaron con hacer realidad las promesas del regreso a Sion.
Símbolos de vida
Después de la expulsión de los judíos, el cementerio de Siracusa quedó abandonado. En el siglo siguiente, construyeron fortificaciones en el área del puerto y el mar inundó las tumbas. Sólo durante la década de 1960 encontraron las lápidas al fondo del puerto. El tiempo y el agua erosionaron los grabados y pocas son legibles. Pudimos ver algunas de las lápidas en el museo Bellomo. Intenté descifrar el hebreo antiguo tallado en las piedras para recordar algunos de los nombres judíos que vivieron allí en un momento y honrar su recuerdo. Pasaron muchos años desde que sus nombres fueron leídos en voz alta después de haberse hundido en las profundidades. Que descansen en paz; sus deseos han sido concedidos.
Recorrimos el «camino de los judíos», que aún conserva su nombre italiano, Via Della Giudecca (el gueto aún no había sido inventado y los judíos se agrupaban por razones sociales) y llegamos a un hotel en donde encontramos algo muy emocionante: ¡hermosos baños rituales (mikves) del siglo IX!
Los baños rituales fueron descubiertos por casualidad cuando la dueña del hotel, Amalia Daniele, quiso restaurarlo y descubrió una bóveda que había estado sellada y llena de tierra. Necesitaron más de 150 camiones para remover toda la tierra, hasta que al final de una escalera descubrieron cinco baños rituales que recibían su agua de un manantial. Me emocioné mucho, ya que la presencia de los baños rituales alude a la vida judía: familias, amor y niños que nacieron y vivieron allí durante cientos de años hasta que todo fue interrumpido por la expulsión.
El edicto de expulsión
Por la mañana, fuimos a los archivos históricos de Palermo, donde hay documentos del siglo XIII. En una vitrina de vidrio en el centro del salón se encuentran los protocolos del Senado Siciliano de 1492, con el decreto de deportar a los judíos de la isla, traducido del español al siciliano:
“… Somos informados por los inquisidores … que ha resultado y aún resulta gran daño… robar fieles cristianos de nuestra santa fe católica y separarlos de ella y atraerlos hacia ellos y subvertirlos a su propia malvada creencia y convicción … persuadiéndolos lo máximo posible para mantener y observar la ley de Moisés, convenciéndolos de que no hay otra ley u otra verdad aparte de esa.
“Por lo tanto, nosotros, con la asistencia y el consejo de prelados, grandes nobles de nuestros reinados… resolvimos ordenar que los judíos y judías de nuestros reinados se vayan para nunca regresar ni vuelvan a ellos ni a ninguno de ellos … que se vayan de todos estos reinos y cortes… que no se atrevan a regresar a aquellos lugares … bajo amenaza de que si no cumplen y acatan esta orden … sufrirán la pena de muerte y la confiscación de todos sus bienes por nuestra Cámara de Finanzas.
“Dado en nuestra ciudad de Granada, el día XXXI del mes de marzo, el año del nacimiento de nuestro Señor Jesús Cristo, mil cuatrocientos noventa y dos. Yo, el Rey; Yo, la Reina”.
Los judíos lograron postponer el decreto hasta enero-febrero de 1493, debido a la dificultad de expulsarlos y el severo daño que su partida causaría a la economía y a la sociedad. Pero finalmente se fueron (excepto aquellos que se convirtieron al cristianismo como resultado del edicto y luego fueron perseguidos por la inquisición española de Sicilia). Quince siglos de presencia judía en Sicilia llegaron a su fin.
Me paré frente al libro, lo abrí en el edicto de expulsión y mi cabeza se llenó de pensamientos sobre el destino de nuestro pueblo. También pensé en los eventos actuales de Ucrania. Cuán frágiles son nuestras vidas. Los judíos estuvieron aquí durante más de 1.000 años y ya no están.
¿A dónde fueron? Algunos esperaron encontrar respiro cerca, en Calabria o en el reino de Nápoles, pero también de allí fueron expulsados poco tiempo después. La mayoría de los exiliados se fueron al imperio Otomano, los Balcanes, Grecia y Turquía. Muchos fueron asaltados en el camino, algunos fueron vendidos como esclavos. El «camino de los judíos» en Siracusa está frente al mar, hacia el este. Algunos de los exiliados llegaron a Salónica. De haber continuado un poquito más hacia el este, hubieran llegado a la Tierra de Israel. 400 años más tarde fueron expulsados de Salónica, esta vez a Auschwitz. ¿Cómo podemos saber qué es lo que nos espera?
Dejamos los archivos y nos dirigimos hacia lo que una vez fue el barrio judío. Antes de la expulsión, la Gran Sinagoga fue vendida y convertida en una iglesia. Tuve la oportunidad de conversar con el presidente de Sicilia y el alcalde de Palermo sobre la importancia de construir al menos una sinagoga en la isla para restaurar su gloria del pasada. Para ese fin, la iglesia ha contribuido con un edificio: una capilla (oratorio) con un nombre fascinante, “María del Sábato”. Se supone que esta era una sinagoga de conversos (cripto judíos) que operaba a pesar de la vigilancia de la inquisición, cuyas cámaras de tortura había visitado dos días antes.
En una de las paredes, uno de los judíos torturados escribió el nombre de Jerusalem como su destino deseado, mientras que otros tallaron letras del alfabeto hebreo, un remanente de lo que aún sabían de la lengua santa. Los imaginé llegando secretamente en la víspera del Shabat, murmurando rezos o Salmos, recuerdos de lo que les habían transmitido generaciones pasadas, quienes también habían olvidado su origen judío. La construcción de una sinagoga aquí cerrará otro ciclo histórico.
Galileo y Lejá Dodí
De los archivos en Palermo, regresé directamente al servicio de Kabalat Shabat en Roma. Cuando cantamos Lejá Dodí, pude ver en mi mente al autor de la plegaria, Rav Shlomo Alkabetz. Sus padres fueron deportados de España y él nació en Salónica. Él debe haber conocido a los exiliados de Sicilia. No se quedó allí mucho tiempo, porque hizo aliá a la Tierra de Israel. En Safed, escribió la famosa plegaria con la cual deseaba despertar al pueblo para dejar sus cadenas y renovarse en su Tierra. Pero esperen un momento, el ciclo aún tiene que cerrarse.
Al comienzo de esa semana, conocimos al ministro de cultura italiano, Dario Franceschini. Nuestros ojos se maravillaron ante el palacio, el Palazzo del Collegio Romano. El ministerio de cultura está ubicado en su ala oeste. El Collegio Romano fue construido en el siglo XVI y sirvió como una institución Jesuita hasta que Roma fue capturada en 1870 y se convirtió en parte de Italia. Aquí fue donde Galileo Galilei reveló sus descubrimientos y luego discutió con los hombres sabios de la orden jesuita sobre la validez de sus descubrimientos científicos. Durante más de 100 años, el Collegio Romano albergó la Biblioteca Nacional Italiana y aún hay allí colecciones antiguas con el intoxicante olor de libros viejos.
Los judíos no pertenecen
En el salón de convenciones con sus pesados muebles de madera, nuestros ojos se posaron en un boletín de gobierno con el número 1938. Pensamos que tal vez encontraríamos allí la primera publicación de las “leyes raciales” promulgadas por el gobierno fascista, tras las cuales los judíos de Italia fueron alejados de la sociedad. Pasamos las páginas con gran expectativa y, de hecho, las encontramos en el capítulo “Decretos y Leyes”.
“Decreto Real de Ley del 17 de noviembre, 1938, XVII (los números latinos representan la cantidad 17 – el número de años desde que los fascistas subieron al poder). N° 1728. Cláusulas para la Defensa de la Raza Italiana. Vitorio Emmanuel III con la gracia de Dios y la voluntad de la nación. Rey de Italia y Soberano de Etiopía… He escuchado al Comité de ministros (el gobierno); con respecto a la propuesta de Il Duce (Benito Mussolini) … (y otros ministros); decretamos: 1: decretos con respecto al matrimonio … (prohibición de matrimonio entre la raza aria y otras razas) … 2: afiliación a la raza judía (definición de quien es un judío) … declaramos que este decreto que lleva el sello del estado se convertirá en parte de las leyes y decretos del Reino de Italia…”
Tres meses antes, el 14 de julio de 1938, bajo el título “Fascismo y el problema racial” Il Giornale d’Italia publicó un manifestó racial afirmando que hay una “raza pura italiana” y que: “La mayoría de la población italiana es de origen ario y su civilización es aria”. El manifestó estaba firmado por un grupo de científicos líderes y se convirtió en la seudocientífica base ideológica para las leyes raciales que se adoptarían más adelante. Es un documento que debiéramos conocer.
Su octava cláusula declara: “Los judíos no son parte de la raza italiana. De los hijos de Shem que vivieron durante cientos de años en nuestra santa patria, poco queda. Incluso la conquista árabe en Sicilia dejó poco más que recuerdos de algunos nombres; después de todo, el proceso de asimilación fue siempre rápido en Italia. Los judíos (por otra parte) representan una población que nunca se asimiló en Italia porque tienen componentes raciales no europeos que son completamente diferentes a aquellos de los que nacieron los italianos”.
Ahora Sicilia es mencionada en un contexto moderno de leyes raciales, y la comparación entre los documentos que abordan la expulsión y exclusión de los judíos –con casi 450 años de distancia– es impresionante.
Un epilogo correctivo
Hoy en día, Italia está haciendo bastante para promover la conmemoración del Holocausto. El sistema escolar, los medios de comunicación y las instituciones culturales están involucradas. Tuve el privilegio de entregar la mención de «Justo entre las naciones» a familias italianas que arriesgaron sus vidas para salvar judíos. El Holocausto no ocurrió de forma repentina. Fue el clímax de 19 siglos de persecución permitida porque el pueblo judío no tenía un hogar nacional. Por ende, el Holocausto no fue sellado en 1945, sino que tuvo un epilogo correctivo. (No correctivo del mal cometido sino correctivo de las condiciones que lo permitieron). Ese epilogo fue el establecimiento del Estado de Israel.
En mis encuentros con el presidente de Sicilia, él me comentó que el idioma siciliano no tiene tiempo futuro y que el futuro se relata en tiempo presente. Él entiende que esto es un testimonio del realismo y el deseo de no caer preso de ilusiones. Yo le dije que, en cambio, el hebreo sólo tiene un tiempo pasado: “En el comienzo, Dios creó los cielos y la tierra” y, por ejemplo, “Él creó el florero hace tan sólo un momento”.
Quizás esto se debe a que para nosotros el pasado no está en un museo, sino que es algo con lo que vivimos aquí y ahora. Si conectamos el tiempo pasado del hebreo con el presente siciliano, quizás podamos crear un futuro mejor.
Este articulo apareció originalmente en «Israel Hayom».
por Dror Eydar
Fuente: Aishlatino |26/06/2023