Nos falta de mano de obra cualificada y nuevos cotizantes para financiar el bienestar. Hemos de importar capital humano pero contar con los sefarditas es una deuda histórica. (sic)
Si Europa no tiene descendencia tendremos que echar mano de cuotas de migrantes para garantizar las pensiones y mantener el estado de bienestar. Se calcula que varios millones de mano de obra cualificada se necesitarán para los próximos años. España, nada ajena a la critica situación de demográfica, haría bien en acoger preferentemente a hispanoamericanos y a descendientes de los judíos sefarditas por afinidad cultural.
Un decreto español del 2015 concedía la nacionalidad española a todos aquellos descendientes de la comunidad sefardita que pudieran acreditar tal condición. Se calcula que la expulsión de los judios de España en tiempos de los Reyes Católicos afectó a unas 100.000 personas. Hoy siglos después apenas 40.000 descendientes sefarditas han obtenido la nacionalidad española, y otros muchos están frustrados parece ser por las enormes trabas administrativas del sistema español. Sin embargo, se barajan unas cifras de 500.000 migrantes sin papeles actualmente en España que no vienen a copar siempre los puestos sin cubrir o viven de las ayudas públicas no siempre por razones humanitarias. Es sabido la paradoja de migrantes que perciben más ayudas sociales que nacionales que han cotizado toda la vida laboral.
En vista a la falta de mano de obra cualificada en nuevas tecnologías y otros oficios, bien haríamos en atraer a quienes mucho tiempo cultivaron esos oficios en territorio nacional con éxito y tan faltos estamos por otro lado hoy en día. Pocos historiadores recuerdan que tras la expulsión de los judíos en el siglo XV y posteriormente de los moriscos, España entró en una profunda crisis económica, con una inflación disparada, un paro descomunal y una crítica deuda fiscal por falta de ingresos.
Y es que tanto los moriscos como los judíos , a diferencia de los cristianos españoles, eran los que movían la economía del comercio, del campo, de la artesania y hasta de la ciencia. Los españoles por contra a excepción de los nobles y la Iglesia, no eran muy doctos en esos oficios, salvo empuñando las armas. Extremo por cierto que seguimos conservando en pleno siglo XXI.
De ahí tal vez arranca la brecha de mano de obra cualificada tanto en oficios básicos como en el sector primario como industrial y tecnológico. Y al paso que vamos, incluso empezarán a escasear personal para la industria del turismo y hostelería. Todo ello aunque paradójicamente padezcamos el mayor índice de sobrecualificados que no absorbe el mercado laboral. Está visto que formamos de espaldas a las necesidades reales del mercado.
Bien haríamos por tanto en acoger con cierta preferencia a esos profesionales de regiones del globo con especiales vínculos históricos y sanguíneos para ocupar miles de puestos relacionados con las nuevas tecnologías (IA, robótica, big data, sanidad, etc ) que están llamados a lidiar con la mayor revolución de la industria 4.0, la descarbonización y digitalización de la economía. No es lo mismo conceder la residencia a un migrante de origen islámico con los numerosos choques culturales que acarrean frente a otro occidental, hispano o incluso sefardita.
En unos momentos que se extiende en Europa políticas duras de migración para recortar la entrada (legal o ilegal) de migrantes como en Finlandia, Suecia, Reino Unido, Italia, Hungría y Polonia, no existe en España ningún plan proactivo para atajar el estrepitoso descenso de la natalidad en nuestro país que afectará al conjunto del sistema. El borrador de la futura ley de Extranjería del ministro Escrivá pretende regularizar la contratación de temporeros para el campo y ampliarlo a sectores básicos aunque no estratégicos de la economía digital y verde.
Por el contrario, se menosprecia que el aumento de la esperanza de vida vaya a afectar seriamente a las arcas de la Seguridad Social y a la atención de los casos de dependencia, toda una bomba de relojería. Mientras en Europa (Escandinavia, Alemania, Austria, etc) llevan generaciones cotizando por un seguro social en sus nóminas exclusivamente para los futuros casos de dependencia, en España nos conformamos con unas pírricas ayudas sociales de las corporaciones locales que apenas sufraga el cuidado de los dependientes o la acogida parcial en un centro asistencial. Se calcula que en el 2050, el 40% de la población española será mayor de 65 años con una esperanza de vida de 93 años.
Es netamente inviable que con el actual nivel de desempleo récord, de insuficientes cotizaciones a la SS y baja carga fiscal se pueda mantener un sistema de asistencia médico-social para la tremenda avalancha de casos de dependencia que se nos viene encima, tanto por edad como por el seguro auge de enfermedades seniles.
Sin embargo, parece que ningun partido politico, ni de derechas ni de izquierdas ni los agentes sociales están dispuestos a abrir el debate y plantear un nuevo tipo de cotización obligatorio a cargo de la SS a partes iguales entre patrón y trabajador, como lleva practicando media Europa desde los años 90 para dotar de una hucha reservada sin poner en mayor riesgo el futuro de la SS.
De acuerdo a ciertos estudios, España dedica el 20% del PIB a prestaciones sociales (incluidas la dependencia), frente al 30% de promedio en Europa. Y el gasto de dependencia en España se disparará el 150% de aquí al 2050. Mientras los países más avanzados de la UE llevan años recaudando aportaciones a un fondo público a base de cotizaciones obligatorias que solo en el caso de Alemania asciende a más de 50.000 millones de euros anuales, en España se dedica en teoría del orden de 3.000 millones anuales fundamentalmente con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y un mínimo de co-pago de los que se benefician una ínfima parte de los dependientes.
La falta de natalidad por distintas razones coyunturales y políticas, junto con el envejecimiento de la población y mayor esperanza de vida así como el elevado paro hace que España se tenga que plantear seriamente de forma consensuada con las fuerzas políticas y agentes sociales cómo afrontar el mercado laboral que no ha contemplado la reforma laboral de este gobierno, con objeto de encarar la falta de mano de obra cualificada y cotizaciones para sufragar el estado de bienestar y dibujar el nuevo modelo productivo que el país demanda.
Primar los visados como hacen otros países a determinadas currícula extranjeros es una opción. Atraer nómadas digitales, emprendedores y especialistas en distintas tecnologías punteras es otra. Fama tienen los expertos judíos en distintos campos de la ciencia e industria 4.0. Ya puestos, podríamos cumplir con una tarea pendiente con la historia atrayendo para España a la diáspora sefardita repartida por el mundo a cambio de estrechar la brecha de mano especializada y facilitar la integración.
Algunas propuestas progresistas en plena campaña electoral de abrir las puertas de nuestras fronteras a cualquier migrante y regularizar a los sin papeles sin más criterios que el político (confiado que les favorezca electoralmente), pueden estar condenadas al fracaso y pero aún, disparar los conflictos sociales, los problemas de integración así como derivar en un serio brete a la seguridad nacional (ciudadana).
Desde luego la historia siempre se repite. Volvemos a cometer los errores del pasado. Dejarnos llevar y no abordar nunca los verdaderos desafíos por culpa de una clase política más interesada en su provecho personal que en el del conjunto de la sociedad. De ahí que llevemos arrastrando sine die todas esas reformas estructurales que ninguna legislatura aborda. @ignacioSLeon en @mundiario
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25/06/23