Tánger, tan cerca y tan lejos por ANTONIO ZOIDO- Historiador

Hace días la prensa nos traía la noticia de que el teatro Cervantes, de Tánger, era cedido por España a Marruecos más de 115 años después de que fuera levantado por Esperanza Orellana y su marido, sobrinos de un personaje singular, Francisco Domínguez Reina, Frasquito el Sevillano, ciudadano tangerino desde la primera mitad del siglo XIX y, seguramente, un buscavidas émulo de de los indianos cántabros, gallegos, vascongados o catalanes que hicieron fortuna en América.

Poco después de que Felipe II se encontrara con la corona de Portugal, Tánger, que había sido anhelada por los portugueses, pasó a ser objetivo inglés tras la Batalla de los Tres Reyes en la que murió el monarca luso Don Sebastián. Inglaterra, empeñada en medirse con España, la tomó permaneciendo allí hasta finales del XVII, cuando ya España decaía. Tras la retirada inglesa, la ciudad declinó aunque luego, dada su posición geopolítica, fuera declarada «capital diplomática marroquí» cuando, en España, reinaba Carlos III; desde entonces, comenzaron a llegar algunas legaciones extranjeras, entre ellas, la española y la norteamericana y también gente emprendedora procedente de la costa andaluza a la que le costaba muy poco llegar a un punto tan cercano.

A mediados del XIX la «capital» era, en realidad, un lugar insalubre. Es entonces cuando aparece una nueva hispanidad cuyos componentes serán, de hecho, los padres de Tánger: Fray José María Lerchundi, varias familias de judíos sefardíes, el doctor Cenarro… y Frasquito el Sevillano.

Los franciscanos llevaban siglos en Marruecos pero fue el obispo Lerchundi (el que levantó también el santuario de Regla en Chipiona) quien plantó escuelas -en una de ellas los occidentales aprendían árabe- y hospitales; aún sigue cumpliendo funciones sociales importantes el Hospital español. Tánger no hubiera sido lo que fue sin los sefardíes. Aún existen tres sinagogas junto a la calle de los Plateros; uno de ellos, Haim Benchimol, fundó el Hospital judío e introdujo allí la Alianza Judía Universal, institución capital en la cultura. Si a Carlos III lo llamaron «alcalde de Madrid», al doctor Severo Cenarro, compañero de Ramón y Cajal, habría que darle el mismo cargo en Tánger puesto que él fue el que ideó y llevó a cabo el sistema de alcantarillado que convirtió un ejido en una ciudad mítica.

De los principios tangerinos de Francisco Domínguez, Frasquito, hay pocas noticias, Sabemos que, a mediados del ochocientos, poseía un negocio de sanguijuelas para sangrías médicas y que llegó a ser asimismo el propietario de un desmedido terreno en las afueras de la medina pero contiguo a ella que comprendía el bulevar, el Consulado de Francia, el Hotel Minzah (que vendió a Jon Hanford Pedicaris, cónsul de Estados Unidos raptado por Muley Ahmed el Raisuni, acto que inspiró la película El viento y el león)… y la parcela del Teatro Cervantes, heredado por Esperanza Orellana. Esa herencia, cultural, social, económica, civilizatoria en resumen, es la que España ha terminado de dilapidar hace unos días. Cuanto se hizo en Tánger queda muy lejos.

Fuente: diariodesevilla.es

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