Nota biográfica
No es sencillo analizar con acierto lo que sucede en Oriente Medio. A lo largo de diversos artículos es algo que con cierta osadía he intentado en más de una ocasión. Mis relatos tenían un fundamento de garantía pues se basaban en datos proporcionados por un buen amigo israelí, militar, al que tuve ocasión de conocer con motivo de una reunión de Comandantes Generales de Infantería de Marina de diferentes países que tuvo lugar en Washington en el año 2008.
Yo era el único español en esa conferencia por lo que mi extrañeza fue grande cuando me comunicaron que había otro en la misma, algo imposible de todo punto. Le pregunté a mi interlocutor quién era ese otro General al que se había referido como español con intención de deshacer el equívoco. Amablemente me señaló a un General que resultó ser un Oficial israelí. Me acerqué a él y le pregunté al efecto sobre la cuestión.
Su respuesta fue sorprendente: claro que era israelí pero de ascendencia sefardí y por lo tanto español como yo mismo. De ahí nació una amistad que ha perdurado hasta nuestros días si bien en estos momentos con el contacto perdido.
Apenas meses después tuve ocasión de trasladar personalmente esta anécdota a Mauricio Hachuel a la sazón en esos momentos presidente de la Comunidad Sefardí en España. Mauricio me trasladó aspectos interesantísimos del devenir de su familia. En primer lugar sobre su apellido que en el Reino Unido es conocido como Hatchwell así como de su estancia en Marruecos. Hachuel, me explicó, no es otra cosa que el nombre de un pueblo de Jaén o Córdoba de donde era originaria su familia en España antes de la expulsión de los judíos. Me ratificó su españolidad con la salvedad evidente de haber pasado por una ausencia de 500 años fuera de España. Esta aseveración me impactó y me hizo recordar a mi amigo israelí, hoy desaparecido, antes citado, que se había expresado de forma parecida, también. No fue menor mi sorpresa cuando Mauricio, sabedor de lo que me decía, me comentó, a propósito de la expulsión decretada por Isabel la Católica en 1492, que no es del todo cierto el desastre que sufrió Castilla como efecto de la salida de los judíos de España. Su argumento era que en esa fecha Castilla y Aragón tenían una población aproximada de 10 millones de los que 1 millón eran judíos y se calcula que fueron unos 100.000 de éstos los que realmente partieron; o sea, que se quedaron en España, convertidos, unos 900.000. Es decir la mayor parte de ellos.
Esto quiere decir que hoy, de los 45 millones de españoles que somos no menos de 5 millones proceden de aquellos judíos de entonces. Una cifra significante. Son muchos los apellidos que aún hoy nos lo manifiestan de forma indubitada.
Las dos anécdotas expuestas, la de mi amigo militar y la de mi conocido Mauricio, son las que me han llevado a escribir estas líneas como consecuencia de la Ley que entró en vigor el año pasado (N.del E.: La ley no ha entrado en vigencia, es un Proyecto de Ley aún no aprobado) y que permite a los judíos sefardíes obtener la nacionalidad española. Una Ley reiterativa por más señas pues ya existía una de la época de Primo de Rivera que ahondaba en lo mismo y que no estaba derogada.
En un artículo publicado no hace mucho en El Correo Gallego el columnista Torcuato Labella describe muy bien la situación presente demostrando como España ejerció una defensa activa durante la II Guerra Mundial en auxilio de los perseguidos implacablemente por el régimen nazi. Sus ejecutores fueron diplomáticos conocidos pero, le pese a quien le pese, con el amparo y aquiescencia del General Franco.
Por otro lado soy testigo directo de las declaraciones explícitas del apoyo y protección que nuestros soldados de la División Azul prestaron a los judíos a su paso por Polonia y los países bálticos.
Recojo como prueba de cuanto digo lo manifestado por el que fuera Embajador en España de Israel Salomón Ben Ami y por el que fuera asimismo premio Nobel de La Paz Elie Wiezel al respecto:
“El único país de Europa que de verdad echó una mano a los judíos fue España que salvó más judíos que todas las democracias juntas”. “España fue el único país de Europa que no devolvió nunca a los refugiados judíos”.
Destaca muy acertadamente también Labella, su incomprensión al hecho de cómo ha trascendido en la historia la expulsión de los judíos de España mientras que apenas se destaca la misma acción en Francia o Inglaterra en 1182 y en 1290. Tal vez sea necesario recordar que en el siglo XVI, por ejemplo, todos los soberanos europeos exigían a sus súbditos practicar su religión y que en Inglaterra, sin ir más lejos, no se reconoció derecho alguno a los católicos hasta el siglo XIX.
La explicación a este hecho hay que buscarla en la persistente leyenda negra que desde hace siglos mancha nuestra historia y que pervive incluso sobre hechos presentes. Incluso nuestra propia política actual se ve afectada en muchos aspectos por complejos autóctonos afectados por dicha maldita leyenda. Claro que no se puede pedir peras al olmo. La cultura no es el fuerte de nuestra clase dirigente.
No sé por dónde andará mi amigo israelí, el militar, ya que Mauricio murió, pero ya me gustaría conseguir su presencia entre nosotros para que diera luz a tanta mentira y tergiversación que escuchamos tan a menudo.
Fuente: republica.com