
La ciudadanía española para los sefardíes
Por Isaac Sacca, Gran Rabino Sefardí de Argentina
Las cartas españolas eran, en realidad, las cartas que los criptojudíos (judíos convertidos forzosamente al catolicismo para no ser expulsados de su país pero que seguían siendo judíos) utilizaban para camuflar sus ceremonias litúrgicas grupales alrededor de la mesa cuando recitaban la Berajá (rezo o bendición en hebreo). De allí que las cartas españolas se llaman Barajas.
En Cataluña, cuando alguien tiene mucho trabajo, suele decir: “estoy de sabat (sábado)” porque los criptojudíos trabajaban mucho los sábados para que no sospecharan los inquisidores que aún sostenían sus creencias y descansaban el día sábado.
Eran ejemplos de perseverancia, de seguir siendo españoles y judíos porque lo sentían propio.
La ley
El 1º de octubre entró en vigor en España la ley que otorgará la nacionalidad a los judíos sefardíes, cuyos antepasados fueron expulsados de la Península Ibérica. Se trata de un gesto reconciliador, que busca resarcir las injusticias sufridas por los judíos, un grupo del antiguo pueblo español que, entre otras cosas, aportó brillo y sabiduría a aquella nación.
La ley requiere que el interesado demuestre los vínculos con la España sefardí previo a la expulsión de 1492.
Los judíos sefarditas son celosos de sus orígenes y tradiciones, y muchos de ellos guardan registros de sus antepasados. Por eso, los Grandes Rabinatos Sefardíes del mundo poseen registros y datos de quien es sefardita, y expiden los certificados apropiados que servirán para la tramitación de la ciudadanía.
¿Qué es ser Sefardí?
Los sefardíes o sefarditas son los descendientes de los judíos de la Península Ibérica que vivieron allí desde antes de la destrucción del primer templo de Jerusalén, en el año 422 AC, hasta 1492, cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, y que están ligados a la cultura hispánica.
Se calcula que, en la actualidad, la comunidad sefardí alcanza las dos millones de personas. La mayor parte de ellas residen en Argentina, Estados Unidos, Francia, Israel y México.
Desde la fundación del Estado de Israel, el término sefardí ha sido utilizado frecuentemente para designar a todos aquellos judíos de origen distinto al ashkenazi (judíos provenientes de Alemania, Rusia y el este de Europa).
En esta clasificación, se incluye a los judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen e India, que no mantienen ningún vínculo con Sefarad, es decir, con la cultura hispánica que distingue a los sefardíes.
La razón por la cual se utiliza el término indistintamente se debe a las grandes similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes guardan con las poblaciones judías de los países del Medio Oriente, características que no comparten con los judíos ashkenazíes.
El hecho de que los sefardíes, al emigrar de España, se convirtieran en líderes religiosos y culturales de las poblaciones judías locales, plasmando la herencia sefardita, generó también que estas poblaciones se autoreconocieran como sefarditas.
En Argentina, de hecho, existen tres grandes rabinatos llamados sefarditas, de los cuales dos son de origen árabe y uno de cultura hispánica. Este último constituye la mayor comunidad judía sefardí del mundo de habla hispana.
La creencia Sefardí
Desde el punto de vista cultural e ideológico, el judío sefardí personifica una combinación bendita para la sociedad.
Los sefardíes eran profundamente religiosos y observantes de la ley mosaica: la Torá.
Rechazaban todo elemento supersticioso que el vulgo solía incorporar a las creencias.
Además, eran sumamente abiertos para con otros cultos y religiones. Buscadores de la verdad científica sin censura y amantes del debate y la apertura mental, se sentían parte integral del pueblo judío, la nación española y el mundo.
La ley judía milenaria, aquella que no ha sido reformada y que comúnmente es conocida como ortodoxa, es precisamente la que los sefarditas guardaron siempre y sus rabinos se encargaron de enseñar. No tenían la necesidad de reformar la ley de Moisés, ya que poseían una capacidad intelectual y psicológica que les hacía comprender la ley y la vida con amplitud y perspectiva. Ejemplo de ello es el Rabi Moshe Ben Maimon, el famoso Maimónides de Córdoba.
Los sefarditas no utilizan el vocablo “ortodoxo”, ya que nunca existió un sistema social que pretendiera dividir la religión judía en original u ortodoxa y reformada, a diferencia de lo ocurrido en Europa Oriental, donde el Iluminismo generó un plan para reformar las milenarias tradiciones del judaísmo.
Por eso, los ashkenazíes que mantenían la tradición milenaria tuvieron que autodenominarse contra su voluntad “judíos ortodoxos”, pero, en realidad, la ideología es tradicional y única, igual que la de los sefarditas.
El Iluminismo no alteró la religiosidad sefardita, ya que siempre vivieron en un estado de iluminación combinado con religiosidad.
Sefarad
El término Sefarad comenzó a utilizarse tras la expulsión de los judíos de España en 1492.
El sefardí es heredero no sólo de una cultura, sino de un sentimiento realmente llamativo. Vivió en España durante más de 1500 años, previo a la llegada de los cristianos y los musulmanes a la Península Ibérica. Allí afianzó tanto sus raíces que ellos y España formaban un solo ente.
Se generó una comunidad rica desde todos puntos de vista: religiosa, económica, cultural, científica, familiar y social, y los judíos pudieron desarrollarse de manera exponencial como nunca lo hicieron en ningún otro país.
Los sabios rabínicos más grandes de la historia del pueblo de Israel surgieron en España. Ejemplos de ello son Maimónides, Najmánides, Rabí Shelomó ibn Gabirol, Rabí Yehuda Haleví, Rabí Shelomo ben Aderet de Barcelona (El Rashba), Rabí Isaac Abarbanel, Rabí Isaac Cardoso, Rabí Yosef Caro (autor del código Shuljan Aruj), Rabí Shelomo ben Semaj Duran, Rabí Bajei ibn Pakuda, Rabí Iona de Gerona, Rabí Yosef Benveniste de Segovia, Rabí Yitzhak Caballero, Rabí Hasdai Crescas, Rabí Abraham ben Meir ibn Ezra de Calahorra, Rabí Shelomo Amarillo y muchos sabios más.
La lista puede abarcar varios libros de miles de páginas con solo nombres de los sabios de más alta erudición religiosa, sin contar los médicos, filósofos, ingenieros, artesanos, contadores, comerciantes, constructores, funcionarios del rey y trabajadores de todo tipo.
Los sefardíes nunca aceptaron la expulsión de España en 1492. No podían creer que los Reyes Católicos los estaban echando, tampoco estaban convencidos de que el pueblo lo deseaba, sospechaban que había algo detrás de esa decisión que trascendía su capacidad de comprensión. Nunca creyeron que los monarcas y el pueblo fueran los impulsores de su expulsión, sentían que había intereses ajenos a la nación española, personas malvadas, envidiosas y fundamentalistas que rechazaban a quienes no creían como ellos y que estaban sedientas de sus pertenencias, tan dispuestas a apoderarse de ellas que orquestaron la tragedia.
Confiados en Di-s, abandonaron la Península Ibérica en silencio, con la idea de que algún día el edicto firmado por los Reyes sería revocado.
Muchos fingieron convertirse al catolicismo, pensando que pronto la pesadilla pasaría y podrían volver a sus creencias, pero esto no sucedió hasta después de varios siglos.
Los judíos nunca guardaron rencor hacia España, todo lo contrario, vivieron llenos de añoranza y nostalgia hacia la península de sus vidas pasadas.
Hoy, más de 500 años después, se cumple el sueño de aquellos sefardíes expulsados. Es verdad que a algunos sólo les quedó el folclore, la música y la comida, pero muchos otros, como en nuestra comunidad, no sólo han preservado una tradición superficial, sino también han procurado por generaciones mantener la esencia filosófica y religiosa de los sefardíes. La visión cosmopolita de la vida, el apego a la religión judía ortodoxa sin acomodamiento, la apertura al diálogo, el cumplimiento de los mandamientos de la Torá, el respeto y la dignidad hacia la mujer y la familia, y el respeto por los rabinos auténticos, son algunos de los valores que pregonan. Buscan la excelencia educativa, académica y religiosa, respetan a Di-s y sus mandamientos, y aman sus vidas y la de todos los hombres sin distinción alguna.
Ser sefardí está por encima del odio, la venganza y el rencor. El sefardí es positivo, creativo, solidario, amante de la vida y observante de sus propias creencias y respetuoso de las de los demás.
En la medida en que descubramos la cultura sefardí auténtica y profunda, podremos aprender de esos grandes hombres llenos de alegría y amor por la vida. Quizás, todos deberíamos aprender a ser un poco sefardíes, sin importar nuestra cultura, creencia o religión.
Fuente: lavozsefardi.com
Que gran Orgullo descender de los Sefardíes Ibéricos.