Antes de aterrizar en México poca información tenía sobre los sefardíes y cuál había sido su destino, pero tras casi dos años en la ciudad de Monterrey he aprendido, para mi sorpresa, enormemente sobre ello.
Como muchos otros países europeos en diferentes momentos de la historia en 1492 mediante el edicto de Granada, los judíos que no se habían convertido al cristianismo fueron expulsados de España. Esos judíos españoles del siglo XV son los sefardíes.
Se tiene constancia de que aproximadamente el 50% de los judíos de España se convirtieron al cristianismo para evitar la expulsión, pero en la inmensa mayoría de los casos se trataba de falsos conversos que tuvieron que enfrentarse a la Inquisición. Resulta comprensible, uno no cambia su religión de la noche a la mañana.
Parte de esos judíos conversos abandonaron la Península y se trasladaron a América, donde la persecución llevada a cabo por la Inquisición era en un inicio más laxa y donde creían que podrían gozar de cierta tranquilidad. Pero una vez la Inquisición endureció también la defensa de la fe en el Nuevo Mundo se animó a estos sefardíes, para evitar profundizar en la veracidad de su sentimiento católico, a que se fueran a colonizar el árido norte de México. En aquel entonces, hablamos del siglo XVII, para España poblar el norte era de suma importancia, porque los franceses ejercían fuerte presión desde la Luisiana y la única manera de asegurar el territorio era enviando colonos que ocuparan la tierra de forma efectiva. Una cincuentena de familias sefardíes conversas fueron trasladándose al norte a lo largo de todo el siglo.
La vida en el norte era muy dura. Un territorio árido y agreste rodeado de indios que veían a los nuevos colonos como invasores. Pero aquí se quedaron y con el paso de los siglos prosperaron. La inmensa mayoría abandonaron el judaísmo por un verdadero sentimiento católico e incluso olvidaron su condición de judíos. Pero se han mantenido algunas costumbres que desvelan ese origen y no es extraño, en algunos pueblos de Nuevo León, encontrar familias que siguiendo ritos judaicos tapan los espejos en la casa del difunto o velan a los muertos en el suelo. Obviamente la gente que sigue esas costumbres no profesan el judaísmo, y ni siquiera conocen el verdadero origen de esas costumbre.
En 2015, el Congreso de los Diputados de España aprobó una ley por la que de manera extraordinaria y por tiempo limitado los descendientes de sefardíes pudieran acceder a la nacionalidad española sin residir en España y sin renunciar a su nacionalidad de origen. En Monterrey, especialmente en San Pedro, ha sido un verdadero bombazo. Muchísimas familias profundamente católicas han descubierto para su asombro su origen judío. Lo que durante siglos había sido ocultado ahora sale a la luz.
Los aspirantes a la nacionalidad española deben certificar su condición de sefardíes presentando un amplio expediente firmado por un rabino y cumplir toda una serie de requisitos. Para muchos supone un trámite engorroso, pero les permite optar a un pasaporte europeo, lo cual siempre es una ventaja. Miles de personas se han puesto manos a la obra.
Por AINHOA MOLL
Fuente: Milenio.com