Uno de los artistas más importantes de todos los tiempos, el gran maestro del barroco holandés vivió y trabajó durante dos décadas en su residencia del barrio judío de Ámsterdam, de donde procedieron sus mejores obras.
Desde el siglo XIX, la relación entre Rembrandt y los judíos ha sido objeto de estudio. Los historiadores son unánimes al afirmar que fue de la mano del maestro holandés que se notó un cambio visible en la forma en que se retrataba a los judíos en las artes plásticas. Hay quienes incluso lo consideran un «artista judío», señalando que vivió en la judería y que un tercio de sus obras retratan personajes o temas bíblicos, hecho que no era muy común en la Holanda protestante del siglo XVII. siglo, ya que los temas religiosos no atraían a los protestantes holandeses.
Un artista extraordinario
Rembrandt Harmenszoon van Rijn nació el 15 de julio de 1606 en la ciudad holandesa de Leyden y murió en Amsterdam en 1669. En aquel momento, la Holanda protestante, finalmente libre del dominio de la España católica, se había convertido en una potencia económica y un oasis de tolerancia y refugio para los perseguidos. La prosperidad comercial, combinada con el respeto por la individualidad, fomentó la creatividad de los artistas, desencadenando un período extraordinario: la Edad de Oro de la pintura holandesa (1584-1702). El arte también había dejado de ser exclusivo de los nobles y de la Iglesia, pasando a ser un artículo de consumo de la burguesía comercial; y Ámsterdam se convierte en el mercado de arte no estatal más grande de Europa.
Durante este período, de extraordinaria producción artística, brilla el genio de Rembrandt. Pintor, dibujante y grabador técnicamente brillante, fue uno de los grandes maestros del Barroco. Además de dominar la técnica del claroscuro, el arte de jugar con los contrastes de luz y oscuridad, el maestro logró una nueva percepción, una profunda comprensión de la naturaleza humana. «No hay ningún artista en la historia de la pintura que haya penetrado tan profundamente, con tantas dudas y angustias, en el problema de la relación entre el hombre y su mundo», escribió el historiador del arte Pierre Cabanne. Los «bienes comunes» de la humanidad parecen profundamente humanos, serios e interesantes.
Se estima que creó más de 600 pinturas, y se calcula que realizó más de 300 grabados y 1.400 dibujos. Algunas de sus pinturas son un vívido registro del Ámsterdam de su época. Sus dibujos, la mayoría de los cuales no están firmados, destacan por la soltura de sus líneas, mientras que sus retratos y autorretratos demuestran una profunda sensibilidad hacia los sutiles matices de las emociones humanas.
Rembrandt y los judíos
En 1631, el pintor se instaló en Ámsterdam, donde pronto se hizo conocido y próspero. En poco tiempo ascendió a la posición de principal retratista de Holanda. En 1639, ya casado, compró una gran casa en el número 4 de la calle Breestraaat, en el islote de Vlooienburg, entre los distintos canales de la ciudad. En aquella época, el barrio era el centro del mercado del arte y de la vida judía, ya que gran parte de sus habitantes, elementos educados y acomodados, pertenecían a la «Nación Portuguesa».
Todas las casas vecinas a la mansión de Rembrandt estaban ocupadas o eran propiedad de ricos comerciantes sefardíes, como Daniel Pinto, los hermanos Rodrigues, Isaac de Pinto, Baruch Osorio, entre otros. A pocas cuadras de la residencia del artista vivía el rabino Menasseh ben Israel, la personalidad judía más importante de la ciudad y, probablemente, una de las más famosas de Europa en ese momento. Rembrandt mantuvo, durante años, una profunda amistad con el rabino, llegando incluso a ilustrar, con cuatro de sus grabados, uno de sus tratados, Piedra Gloriosa. El retrato del rabino de Rembrandt es famoso en todo el mundo. El hecho de vivir, durante casi dos décadas, en el corazón de la vida judía fue, sin lugar a dudas, fundamental para configurar su visión de los judíos. Vale la pena recordar que en ningún otro país de Europa se le habría permitido a Rembrandt vivir en el barrio judío. Según algunos teóricos, al convivir tan estrechamente con el judaísmo, el pintor, un protestante que había estudiado en profundidad la Biblia, se identificaba con la cultura y la religión judías. Para otros, esta convivencia cercana y cotidiana cambió la percepción que el artista tenía de los judíos, permitiéndole construir una imagen basada en su experiencia personal y no en los estereotipos cargados de prejuicios vigentes en la Europa del siglo XVII.
No sólo vivió en Vlooienburg, sino que interactuó con sus vecinos, forjando amistades y vínculos profesionales. Y gracias a ello, el mundo pudo vislumbrar a través de sus ojos la crónica de la vida judía en Holanda. Se dice, por ejemplo, que el comerciante de diamantes Alfonso López solía recibir al artista en su casa, para que pudiera apreciar y estudiar su colección de obras de arte, que incluía pinturas de Rafael y Tintoretto, entre otros.

Muchas de sus obras fueron financiadas y adquiridas por mecenas y clientes judíos, principalmente de origen sefardí, grandes admiradores de las artes plásticas en general y los mayores coleccionistas del momento en la ciudad. Entre ellos se encontraban Samuel D’Orta, Caspar Duente, la familia d’Acosta Curiel y Efraín Bueno, célebre médico y pensador, también retratado por sus manos.
Para los historiadores del arte, la relación de Rembrandt con los judíos puede analizarse a través de sus obras. A pesar de que, al inicio de su carrera, los representó en algunos de sus cuadros según los habituales estereotipos negativos, no se puede negar que Rembrandt cambió su manera de retratarlos. El artista descartó las antiguas imágenes de judíos, comunes en el arte occidental, asociadas con demonios, avaricia, maldad y, a menudo, rasgos animales. Los judíos de Rembrandt tienen rasgos delicados y transmiten emociones profundas, extraídas de las diversas situaciones de la vida humana.
Sus obras son más que un documento histórico de la época: nos permiten comprender, a partir de los temas de sus pinturas, la cultura holandesa y las relaciones entre las dos comunidades. Al retratar a los Hombres de la Nación, Rembrandt no los captura simplemente como en una instantánea fotográfica; tu mirada suma y suma a la riqueza resultante de tu convivencia entre estas personas.
Abraham Bredius, una de las grandes autoridades en Rembrandt, enumeró en la obra del pintor aproximadamente doscientos retratos de hombres, excepto los que hizo de él mismo y de sus familiares: entre ellos, treinta y siete judíos. Entre las obras de la Casa Museo de Rembrandt se encuentran retratos de dos líderes de la comunidad judía, con sombreros negros de ala ancha y barbas cortas, miembros típicos de la aristocracia de Ámsterdam en ese momento. Estas obras demuestran la diferencia entre la vida judía local y la del resto de Europa.
Al retratar escenas inspiradas en textos bíblicos, Rembrandt siempre se preocupó por reproducir correctamente el simbolismo judío. La inclusión del alfabeto hebreo, por ejemplo, en cualquiera de sus obras, iba siempre acompañada de minuciosos estudios, encaminados a la perfecta reproducción de las letras. Rembrandt no fue el único artista holandés del siglo XVII que abordó temas judíos, pero lo que lo diferenciaba fue el cuidado que ponía en retratar hechos, situaciones y personajes vinculados al pueblo de los «Hombres de la Nación». En su cuadro “Moisés rompiendo las Tablas de la Ley”, a diferencia de lo que habitualmente se veía en otras reproducciones artísticas, Rembrandt muestra a Moisés portando dos Tablas y no un trozo de roca simulando la división en dos estelas.

La colección de obras de temática judía incluye varios óleos, entre los que los más famosos son dos del mismo nombre: «La novia judía». El primero, de 1665, representa a una pareja que algunos creían que era el poeta sefardí Miguel de Barrios (1625-1701) y su esposa, aunque no hay pruebas definitivas de ello. El otro óleo, Rembrandt lo pintó en 1684. Otros cuadros famosos son: «El médico judío Efraín Bueno», de 1647; «Retrato de un judío» y «Viejo con gorro de piel roja, en un sillón», ambos de 1654. El Libro de Ester inspiró obras como «El triunfo de Mordejai», de 1641, y «Amán y el rey Ajashverosh en el Banquete de Esther”, de 1660. Entre los grabados y dibujos podemos destacar los retratos de Menasseh ben Israel (1636) y Efraín Bueno (1647), “Abraham e Isaac”, 1645, “Una sílfide o La gran novia judía” , hacia 1635. Este último representa a una novia sosteniendo en sus manos la ketubah, un contrato matrimonial judío. También vemos el famoso grabado «Judíos en la sinagoga», de 1648, que representa a miembros de la comunidad asquenazí de Ámsterdam.
Bibliografía
Cabanne, Pierre, Rembrandt, Ed. Profils de l’art chêne, 1991
Bockemuhl, Michael, Rembrandt, Ed. Taschen
Artículo de Ivy Judensnaider Knijnik, «Rembrandt y los judíos en Amsterdam: algunas consideraciones entre arte y ciencia», Revista de Arte Digital, abril de 2005
Fuente: morasha.com.br