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La ciudad turca acogía una de las diásporas de la comunidad judía más importantes en la época del Imperio otomano
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El Proyecto de Patrimonio Judío de Esmirna se encarga de preservar el legado cultural e histórico de este lugar singular
Unas calles más abajo, se ubicaba el hospital judío, la calle del Gran Rabí, donde estaba el Rabinat, y la calle dedicada a Bohor Levi, un adivino judío. A continuación, te adentrabas en una calle larga llena de comerciantes con una antigua bodega de vino kosher. Actualmente, es el Havra Sokak, “calle de las sinagogas” en turco. Bajando y rompiendo a la derecha, el silencio pasaba a ser el protagonista, hasta que podías oír unos cantos en la sinagoga Etz Hayim. En el siglo XIX en Esmirna se contaban 10 sinagogas además de seis diarios escritos en judeoespañol, y más de 110 libros publicados en la ciudad en la misma lengua.
“Queremos revivir cómo era la ciudad y luchar contra la ignorancia de la presencia judía en Esmirna”, defiende Nesim Bencoya, que lleva 15 años trabajando para preservar la memoria histórica de Esmirna. Junto con Tilda Koenka, hace cinco años creó el Proyecto de Patrimonio Judío de Esmirna y, hasta el momento, ha restaurado cinco de las sinagogas: “Es una lucha contra el tiempo. Por ejemplo, la sinagoga Hevra estuvo 21 años con el techo hundido. En 2020 recibimos una subvención europea y hemos podido preservar el suelo de 1890”, añade Nesim.
Herencia olvidada
«Nuestro proyecto tiene el objetivo de levantar las ruinas de una herencia que casi estaba olvidada», explica Tilda. Los judíos sefardíes expulsados de España y Portugal llegaron sobre todo a partir del siglo XVI y la comunidad fue creciendo paulatinamente. De hecho, algunas de las sinagogas tenían la misma estructura que las españolas, aunque por culpa de terremotos e incendios no se pudo conservar.
Sin embargo, desde el siglo XIX la comunidad ha ido disminuyendo notablemente, y se ha reducido hasta el millar de miembros: “Los motivos son muchos: el envejecimiento, las migraciones, los pogromos o las bodas mixtas. Antes había periódicos que anunciaban los eventos de la comunidad. Ahora nos comunicamos por móvil para anunciar los funerales”, detalla Tilda. La lengua también fue cayendo en desuso, comenta: “El judeoespañol se aprendía en casa, era la lengua madre. Ahora la gente joven le habla muy poco. Mi generación podemos considerarnos a los últimos hablantes del judeoespañol. Tuvimos la suerte de poder crecer en casa de los abuelos, que le hablaban más que el turco.”
“El patrimonio sefardí, en el marco europeo, ha sido infrarepresentado muchas veces por cuestiones históricas, de peso y demografía. Está muy presente en el ámbito del Mediterráneo, y desde aquí nos hace conectar de una manera muy directa y natural también porque la comunidad judía de Barcelona se ha nutrido de judíos que han venido de Turquía y de Esmirna en particular ”, argumenta Víctor Sorenssen, director de la Asociación Europea de Preservación y Promoción de la Cultura y el Patrimonio Judío (AEPJ).
“La cultura sefardí es parte de la historia de Esmirna. Por tanto, es patrimonio y herencia de todas las comunidades que viven”, lleva como bandera Nesim Bencoya. Por eso, hace cuatro años que organiza en Esmirna el Festival Internacional de Cultura Sefardita: unos días en que las sinagogas abren las puertas a todo el mundo para disfrutar de la música y el arte, aunque este año se ha anulado por la situación entre Israel y Palestina.
Festival
Quien ha tocado dos años en el Festival es el grupo turco Salut de Smyrne, que tiene repertorio musical sefardí: “Nesim nos habló del proyecto y nos ayudó a buscar canciones. Para nosotros es una oportunidad para aprender y profundizar en la cultura, así como para ayudar a preservar al judeoespañol” explica Murat Küçükarslan, músico del grupo.
El último día del festival suben al escenario representantes de diferentes comunidades étnicas y religiosas de Esmirna y encienden las velas de la menorá: “Queremos que la gente nos conozca de verdad, es la única forma de poder mantener un diálogo sano”, concluye Nesim Bencoya.
Por ANNA MONTRAVETA RÍO – ESMIRNA
Fuente: El Punt Avui | 11.4.2024
Traducción libre de eSefarad.com