Siempre hemos considerado que las Pitiusas (Islas Baleares, España) han sido islas receptoras de infinitas culturas, de múltiples formas de ver la vida, la economía o la religión. Como ha ocurrido con tantos enclaves del Mediterráneo, Ibiza y Formentera han vivido recogiendo aromas y sabores de todos los rincones del Mare Nostrum.
Sin embargo, ya sea porque quedaron eclipsados por otras culturas, o bien por su menor entidad, los judíos han pasado desapercibidos en casi todos los relatos históricos y literarios de nuestra historia local. El elemento hebreo es casi testimonial pero constante en las escasas fuentes a las que podemos acudir para su estudio. El motivo del presente trabajo es el de intentar despejar algunas interrogantes sobre las comunidades judía y conversa en los diferentes periodos en los que podríamos diseccionar la historia de las islas, e intentar comprender la dinámica de un grupo que se sintió perseguido y que buscó la manera de integrarse económica, religiosa y socialmente en el marco de la cultura dominante del momento.
Este estudio trata de aportar un relato continuo de la historia de un pueblo que convivió con otras religiones durante buena parte de la historia de las Pitiusas. Su ámbito geográfico se ciñe a la isla de Ibiza y, de forma casi anecdótica, a Formentera.
Aunque no tengamos restos arqueológicos ni datos documentales que lo aseguren, es muy probable que los primeros judíos arribaran a Ibiza con los primeros fenicios. Apenas disponemos de un objeto romano (un ánfora) en un contexto púnico, como uno de los pocos testimonios que de aquel periodo conservamos en todo el territorio nacional. Este nos sirve como elemento argumental y como inicio de un viaje para recorrer las diferentes épocas y estudiar a las diversas culturas que, como la hebrea, han pasado por la isla y han vivido en ella. Fenicios, púnicos, romanos, vándalos, bizantinos, musulmanes y cristianos modelaron el paisaje y al paisanaje de las islas y, entre ellos, a los judíos.
La Edad Media es el periodo del que más aportaciones documentales disponemos. Desde la conquista cristiana en 1235, no dejan de aparecer referencias al grupo judío, en especial del siglo XIV, confirmando así que la Corona de Aragón albergaba grupos hebreos en todos sus territorios, incluidas las islas Baleares. Un colectivo, el judío, que fue fundamental para animar diversos aspectos de la economía insular, desde el tráfico de sal y el de esclavos, hasta el trabajo artesano en los oficios de tejedor, carpintero, herrero, tintorero y zapatero, así como en los relacionados con la transformación del cuero y la piel, y con la venta de telas, además de los de prestamista, cambista o corredor, vinculados directamente con las actividades financieras. Sin embargo, contra la opinión generalizada, la gran mayoría de los judíos no se dedicaba a estos oficios, aunque un reducido grupo sí lo hiciera y, por ellos, toda la comunidad fuera acusada de usura.
La dinámica de sana convivencia se rompió dramáticamente en 1391 cuando se produjeron los asaltos a las juderías en toda la geografía peninsular que pusieron casi punto final al elemento judío. Es muy probable que Ibiza no se viera libre de los sucesos acaecidos en el call de Palma y así constatamos que la mayor parte de las conversiones se dan a finales del siglo XIV e incluso en mayor medida en el siglo XV. La presencia judía o conversa es incuestionable. Dio lugar incluso durante este periodo a un carrer dels Jueus sin suficiente entidad para ser calificado de judería, pero sí de valía testimonial para constatar que la comunidad hebrea (o posteriormente conversa) necesitaba, por diferentes cuestiones, cohesionarse y protegerse. También dispondrían de cementerio y sinagoga, aunque todo ello se vería seriamente alterado después de los pogromos de finales del siglo XIV.
No obstante, la presencia judía o conversa no desaparecería durante los periodos posteriores. En los siglos posteriores podríamos hablar del problema converso, criptojudío o marrano.
El problema judío dio paso al inconveniente converso en sus diversas formas de manifestación, por ejemplo, en lo relativo a los nombres que fueron susceptibles de ser utilizados por los nuevos cristianos y los judíos conversos o marranos.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición pretendió limpiar la isla de todo elemento sospechoso de herejía, pero focalizó su atención, en el siglo XVIII, en la arribada a puertos ibicencos de judíos o de libros sospechosos. Los siglos XVII y XVIII no son pródigos en pistas de la presencia judía o conversa, sin embargo, cuando parecía casi imposible hallar algún rastro, nos encontramos en el siglo XIX con el relato del archiduque Luis Salvador Habsburgo y la reubicación del problema converso en nuestra isla.
Finalmente, el siglo XX es convulso pero rico en testimonios que hablan de una pequeña comunidad judía procedente del exterior de la isla y de otra interior, hebrea y conversa, aunque el contexto de guerras nacionales y mundiales diera la puntilla a los últimos elementos judíos en la isla.
En síntesis, el texto que se presenta pretende ofrecer un relato histórico de un grupo, el judío, que formó parte de la sociedad pitiusa y que recorrió buena parte de su historia. Sin su conocimiento nunca estaría completo el marco social y cultural de uno de sus pueblos integrantes.