Jaime Rubio Rosales
Visité Praga por primera vez, en 1989, recién derribado el comunismo en toda Europa, invitado por la Biblioteca Nacional Checa para un debate académico sobre mi novela, Misterio en Ripoche Street. En ella parte de la acción transcurre en el Berlín pre-reunificado y en una Praga en la que los vientos revolucionarios habían empezado a recorrer todo el país, reproduciendo una nueva, y definitiva, Primavera de Praga. Me pilló la caída del Muro y del bloque comunista mientras redactaba esa novela y aquello me marcó un poco. Fue como si lo que escribía se estuviera escenificando ante mis ojos, en las noticias de los telediarios.
Mas tarde fui invitado a la Universidad de Mons, cerca de Bruselas, a la lectura de una traducción crítica al francés de la misma novela, hecha por una brillante alumna fracófona. Casualmente, Mons es la sede de la OTAN en Bélgica, lo cual me mosqueó un poco teniendo en cuenta que el personaje femenino de esa obra, Lis, es agente de esa Organización y engancha a Marrero, el joven aruqense que es el centro de la novela, para que trabaje para ella.
Volviendo a Praga, ¡cual sería mi sorpresa al ver que en la entonces anticuadísima Biblioteca Nacional, fundada por los jesuitas en el S.XVIII, sólo había obras de dos autores canarios, Galdós y este que escribe! También me llamó la atención que las fichas de los libros se guardaban en cajas de zapatos, no en ordenadores. Otra cosa curiosa era lo bien que hablaban español aquellos profesores y bibliotecarios y su amplio conocimiento de la cultura española. Siempre recordaré lo que me dijo un catedrático en aquella reunión sobre mi novela. Dijo: “Señor Rubio, nos ha encantado su obra, excepto en una cosa, ¡que su crítica a los comunistas es demasiado light!”
En aquel año de derrota del comunismo estos pueblos eslavos del Este europeo odiaban profundamente a los rusos y su comunismo, pero mucho mas de lo que uno pueda expresar aquí. Gracias a ese viaje pudo darme cuenta de ello.
Después me enseñaron todas la dependencias de la Biblioteca, que había sido Universidad de los jesuitas, con la preciosa sala noble y el primer sistema de agua corriente de la ciudad. Por la tarde me invitaron a un convento cercano para un concierto de cámara privado, al que asistimos sólo 15 personas, entre ellas dos canarios, yo mismo y un familiar mío que me acompañaba. Las piezas eran de música clásica checa y alguna de Mozart. Aquellos fueron unos momentos maravillosos. Para rematar la faena pasamos a una sala donde se exponían obras de un artista praguense especializado en espiritismo y fenómenos paranormales. Allí vimos cuadros de personas levitando, en sesiones mediúmnicas y en contacto con seres de otro mundo. Aquello me impactó por lo raro, aunque ya sabía que Praga fue durante siglos la capital del esoterismo europeo, refugio de sabios, judíos y libre pensadores. La ciudad conserva viejas librerías esotéricas, multitud de sinagogas y un curioso cementerio judío, fundado por los sefardíes tras su expulsión de España en el S.XV.
Los tratados de Alquimia están por todos lados pues esta disciplina se cultivó ampliamente bajo la protección del emperador Rodolfo-II. Bajo su manto desarrollaron su labor astrónomos y alquimistas famosos, como Hájek de Hájek, Hustisany y, sobretodo, el famoso Tycho Brahe, conocido en España por haber realizado la carta astral de nuestro Felipe-II. Una carta astral considerada la mejor y mas completa que se ha hecho hasta la fecha.
Existen dos lugares de Praga íntimamente relacionados con la Alquimia, el Castillo de Praga, importante centro de experimentos alquímicos y el barrio de Malá Strana, donde residían gran parte de los alquimistas de la ciudad. A estos lugares hay que añadir la misteriosa Casa de Fausto, en la Plaza de Carlos, origen de leyendas macabras y extrañas, desde que en el S.XIV se instaló en ella uno de los primeros laboratorios alquímicos de la ciudad. Como amante del l misterio esta ciudad se me antojó como una especie de caja de Pandora donde a cada paso uno va descubriendo secretos prohibidos. Tal vez lo mas parecido a ese mundo oculto que quede hoy en Praga sea el teatro negro, que los checos cultivan con mimo y dedicación.
Además, como canario ni qué decir tiene que me emocioné ante el Niño de Praga, que fue donado en el S.XVII a un príncipe checo por la familia canaria de los Manrique de Lara. Esa imagen del Niño de la Bola, copia de la que se encuentra en Las Palmas, es muy venerada por los praguenses pues se encomendaron a su devoción cuando la ciudad sufrió ataques y plagas. Según la leyenda, el Niño de la Bola siempre salvó a la ciudad de ser destruida y por eso la podemos hoy contemplar en todo su esplendor, no en vano es una de las capitales mas bellas de Europa.
La verdad que es muy bonito perderse por sus viejas calles y descubrir las numerosas sinagogas, librerías esotéricas, puentes e Iglesias de gran valor artístico e histórico.
Lo curioso es que he intentado volver a Praga en otra ocasión pero tuve que quedarme en Viena contemplando como se desbordaba el Danubio y viendo en la tele cómo se inundaba la misteriosa ciudad capital de Bohemia.Así, pues, ¡Praga bien vale un viaje!
Jaime Rubio Rosales es periodista y profesor.
Fuente: TeldeActualidad.com