¿Por qué en el año 1233 en París, un grupo de monjes dominicos prendió fuego a las obras filosóficas de Maimónides?
En un día sombrío de 1233, en una plaza pública en París, un grupo de monjes dominicos prendieron fuego a una gran pila de las obras filosóficas de Maimónides, uno de los líderes rabínicos de su generación. De acuerdo con algunas fuentes históricas, varios seguidores judíos de los rabinos que se oponían a Maimónides lo acusaron de tener ideas herejes, denunciaron sus obras ante los dominicos y exigieron que quemaran sus libros. Los dominicos estuvieron sumamente complacidos de responder a su pedido.
La conflagración conmocionó a las comunidades judías de la Europa medieval y puso fin a una controversia que amenazaba con desgarrar el rabinato. Pero no completamente. Aunque la «Guía de los perplejos», la obra magna de los escritos filosóficos de Maimónides, es aceptada universalmente como un pilar básico de la erudición judía, algunos círculos la siguen viendo con suspicacia y temor.
¿Quién fue Maimónides? ¿Cuál fue su rol en la historia y la sabiduría judía? ¿Por qué las opiniones que expresó en la «Guía» despertaron tanta controversia? ¿Por qué se asustaron tanto sus oponentes, llegando a buscar la ayuda de las autoridades cristianas en una disputa interna judía?
Genio y erudición
Rav Moshé Ben Maimón, conocido para la historia como Maimónides, no desconocía las controversias. Él nació en 1135 en Córdoba, España, durante la época en que los califatos musulmanes rivales competían por el poder sobre España. En 1148, los fanáticos almohades conquistaron Córdoba y amenazaron con convertir a la fuerza a sus judíos. La familia Maimón huyó y fue de una ciudad a otra hasta llegar a Fez, en Marruecos. En 1166, la familia llegó a Egipto y se asentó en Fostat, el suburbio judío de El Cairo.
Durante este período nómada de su vida, a pesar de los trastornos, los peligros y las dificultades , Maimónides completó su «Comentario» sobre los sesenta tratados de la Mishná, la base del Talmud. El trabajo fue una muestra increíble de genio y erudición, que inmediatamente elevó a su autor a los más altos niveles del rabinato.
La primera controversia tuvo lugar 15 años más tarde. A los 45 años, Maimónides escribió la obra magistral, «Mishné Torá», la primera codificación formal de la ley judía escrita en un hebreo bello, claro, conciso y fácil de entender. Fue una obra de arte y ciencia que sacudió al rabinato. Todavía más, con miedo de que eso afectara su manutención, algunos de los rabinos menos ilustres de la época respondieron con condenas y una oposición furiosa.
A algunos les preocupaba que la obra de Maimónides simplificara y diluyera el complejo tapiz del Talmud. Hasta ese momento, las cuestiones de leyes y costumbres presentadas a los rabinos se adjudicaban únicamente con referencia al Talmud, el gran depósito de toda la ley judía. Pero el Talmud no es la clase de libros de leyes a los que estamos acostumbrados, en donde todas las leyes están ordenadas en una serie de artículos. Más bien, el Talmud es una transcripción voluminosa de los debates amplios y a menudo polémicos entre los Sabios del primer milenio del área moderna. Los debates se desvían por numerosas tangentes. A menudo comienzan en un tratado y vuelven a aparecer en otro tratado con otras pruebas y otros argumentos. Los debates rara vez se resuelven en las dos mil páginas del Talmud, dejando que las generaciones posteriores deduzcan la ley que debe aplicarse en los casos prácticos.
En consecuencia, para que un rabino pudiera emitir un fallo, necesitaba mucha habilidad y experiencia navegando los caminos y los atajos del Talmud. La gente común y corriente no tenía acceso a libros que pudieran orientarla sobre los problemas que surgían en su vida cotidiana. La única opción era consultar con los expertos rabínicos que formulaban sus interpretaciones particulares sobre los temas y emitían fallos basados en sus conclusiones personales. La mayoría de estos rabinos mantenían a sus familias con lo que cobraban por sus servicios.
Maimónides sintió que había una necesidad urgente de establecer un conjunto uniforme de leyes que todos los rabinos pudieran aplicar en sus tribunales rabínicos, y basándose en su conocimiento enciclopédico del Talmud, proporcionó ese código. Además, él creía que los rabinos no debían cobrar honorarios por sus servicios, sino que para mantener a sus familias debían dedicarse a trabajar en otros oficios a la vez que estudiaban la Torá. Maimónides mismo se ganó al vida como médico y finalmente se convirtió en el médico personal de la familia real en El Cairo.
Sus oponentes plantearon numerosas objeciones a su código. Declararon que la gente dejaría de estudiar el Talmud porque no sentirían la necesidad de hacerlo. También se quejaron de que Maimónides no había dado fuentes para sus dictámenes.
La tormenta duró poco tiempo, y luego amainó. Mishné Torá se convirtió en uno de los pilares de estudio judío, y lo sigue siendo hasta la actualidad. Pero el resentimiento que esta obra desencadenó siguió hirviendo a fuego lento por debajo de la superficie, hasta que diez años más tarde estalló con rabia.
La controversia por la «Guía de los perplejos»
En 1190, Maimónides publicó la «Guía de los perplejos», una obra de teología judía que tenía el propósito de llegar a una síntesis entre las tradiciones de la Torá y los principios de la filosofía aristotélica, y de esta manera colocar al judaísmo sobre una base firme de racionalismo y ciencia. Los árabes habían traducido las obras de los griegos antiguos al árabe, y los jóvenes judíos intelectuales se veían atraídos a ellas. Maimónides escribió su libro para demostrar que la fe y la razón no se contradicen.
En el libro, Maimónides aceptó las proposiciones de Aristóteles. Sin embargo, una buena parte del libro está dedicada a una vehemente refutación del argumento de Aristóteles respecto a que el mundo siempre existió. Sólo puede haber dos posibilidades: o que el mundo siempre existió, o que fue creado ex nihilo por un Dios en la concepción judía. Maimónides demuestra que la segunda opción es mucho más racional que la primera.
El libro es magnífico en su alcance y originalidad. Presenta un sistema brillante de teología judía como nunca antes había sido formulado. Comenta sobre todas las referencias antropomórficas de Dios, tal como la risa, el vuelo, estar sentado, tener manos y pies, etc.; lo que podría llegar a interpretarse como corporeidad, y explica a cada una como una metáfora de una u otra de las acciones de Dios. Habla de la profecía, la Providencia Divina y las razones subyacentes de todos los mandamientos. En su totalidad, defiende y aclara los principios básicos de la teología judía, pero los detractores del autor le encontraron muchas fallas.
Las comunidades judías en la época medieval eran insulares, al igual que la comunidad cristiana en general. Todos temían mucho de la filosofía griega, porque creían que conducía a la herejía. Desconfiaban de la línea delgada que Maimónides había trazado y no creían que sus lectores pudieran mantenerse del lado correcto. También se opusieron a algunas de las interpretaciones de la Torá de Maimónides por considerarlas radicales.
Maimónides limitó la confianza en lo sobrenatural para explicar los fenómenos naturales, mientras que otros veían milagros en todas partes. Maimónides interpretó muchos episodios de la Torá, como el asno de Bilaam que habló, como que tuvo lugar en una visión profética y no en la vida real. Maimónides creía que la Providencia Divina tenía límites, lo que permitía que hubiera en el mundo hilos aleatorios. Además, Maimónides no escribió sobre la resurrección física de los muertos, una omisión que corrigió en una de sus epístolas posteriores.
La controversia perduró entre los rabinos durante décadas después de la muerte de Maimónides. Muchos rabinos condenaban al libro y otros salieron en su defensa. Para colmo de males, dos rabinos muy prominentes emitieron un «jerem» (una prohibición) sobre el libro, un hecho impactante si tenemos en cuenta que Maimónides fue reconocido universalmente como el mayor rabino de su generación. Temblores sísmicos sacudieron a la comunidad judía. En ambos bandos hubo personas exaltadas que alentaron el caldero del disenso. Finalmente, algunos radicales denunciaron el libro ante los monjes dominicos y ellos decidieron arrojarlo a las llamas.
El impacto de este evento increíble hizo que el rabinato recobrara el sentido. Los rabinos que habían emitido las prohibiciones se retractaron y se arrepintieron públicamente, y el libro fue aceptado y citado como una de las más importantes obras de teología judía de todos los tiempos. Un episodio vergonzoso de la historia judía había llegado a su fin.
Es poco probable que el libro representara una amenaza seria para la fe de los judíos de la época, ya que sólo se puede penetrar en él después de un estudio prolongado y minucioso. Aunque las otras obras de Maimónides están escritas en un estilo claro y hermoso, la «Guía» está escrita en un estilo completamente diferente, intrincado y casi opaco, probablemente similar al estilo de los filósofos musulmanes con quienes competía.
Además, en el libro hay muy poco que pueda considerarse incluso una pequeña ventana a la herejía, pero la idea misma de dar validez a los filósofos griegos consternó a las comunidades insulares. Incluso hoy en día, existe cierta reticencia residual a estudiar el libro y a abordar el judaísmo desde la perspectiva del racionalismo en vez de hacerlo desde la fe simple.
Sin embargo, la mayoría de los judíos en esta era de acceso ilimitado a la información, están abiertos a la combinación de la fe y la razón, entendiendo que la síntesis fortalece a ambos.
por Rav Iaakov Iosef Reinman
Fuente: Aish Latino | 07/06/2023