
Una trama de calles empedradas, sinagoga desaparecida y casas colgantes conserva el legado sefardí de una ciudad aragonesa que vivió su esplendor financiero en el siglo XIII
Entre pendientes estrechas y fachadas de ladrillo rojo, sobrevive el rastro de una comunidad que durante siglos formó parte del alma urbana de una ciudad histórica a los pies del Moncayo. Lo que fue un pujante barrio judío acabó absorbido por el tiempo, las guerras y los olvidos. Hoy, en un casco antiguo que parece un palimpsesto, resurgen los nombres, las calles y las memorias de una de las juderías más importantes del noreste peninsular.
La ciudad es Tarazona (provincia de Zaragoza), y su judería ha sido destacada por National Geographic como un ejemplo de patrimonio casi olvidado. El barrio, articulado en torno a calles como la Rúa Alta, la Rúa Baja o la Cuesta de los Arcedianos, fue durante siglos un auténtico distrito financiero del Reino de Aragón. Allí vivió la influyente familia Portella, cuyos miembros llegaron a asesorar directamente a reyes como Jaime I o Pedro III, y cuya riqueza llegó a representar hasta una quinta parte de la recaudación de toda la aljama.
Este barrio es una de las juderías más bonitas de España, y sus laberínticas calles guardan los secretos de la presencia hebrea en la Edad Media. ✡
https://t.co/nAKk8x27Ip— Viajes National Geographic (@ViajesNG) April 8, 2025