Desde hace muchos años – décadas ya – canto las canciones antiguas de las mujeres sefaardies del norte de Marruecos, y he publicado varios artículos sobre ellas.
En abril del 2013, tuve la oportunidad inesperada de cantar en la antigua y pequeña ciudad de Larache, Marruecos y, de alguna manera, de devolver unas viejas canciones sefaradies a esas calles estrechas y a la gente que vive allí y que, sobretodo los mayores, todavía recuerdan a los judíos que durante siglos formaban una parte integral de la sociedad cotidiana.
Hace años que ya no queda ningún judío en Larache – El Araish. En abril de 1992, cuando pasé un día allí, quedaban exactamente once – el día anterior, había uno más.
Mi nueva «familia» – cuán feliz me siento al decirlo – Mohamed Laabi y Fátima Zohra – me acogieron en la pequeña casa del antiguo Mellah que van restaurando poco a poco; fue justamente Mohamed que se había enterado, por un CD mío que encontró en España, de mis años investigando y cantando las canciones judeo-españolas del norte de Marruecos, incluso de su querido pueblo Larache. Me contactó en enero para invitarme a cantar, para trabajar con las mujeres locales, y para compartir mis trabajos con las canciones de Larache y la zona – en el contexto del pequeño festival del Zoco Chico, que organiza desde hace un par de años, con su Asociación Dar Laraish.
En los años 80, sobretodo en mi ciudad natal, Montreal, yo preparaba mi tesis doctoral sobre la música sefaradí en Canadá, y también formaba parte del grupo «Gerineldo», formado y dirigido por la Doctora Oro Anahory-Librowicz.
Durante muchos años, tuve el privilegio de cantar, tocar y viajar con el grupo – con Oro, con el incomparable Solly Lévy, con la muy querida cantante Kelly Sultán Amar, y con el estupendo violinista Charly Edry. Aprendí con Oro y con Solly una parte enorme de lo que sé sobre la música y las tradiciones de los judíos del Norte de Marruecos. Yo era la única Ashknazí del grupo, y me faltaban muchos conocimientos, del tipo que sólo se puede adquirir viviéndolos.
Entre las muchas mujeres sefaradíes de Marruecos (y algunas de Salónica, de Esmirna, Estanbul, Sarajevo….) que compartieron sus tradiciones conmigo en aquellos años, había varias de Larache. Mercedes Bohbot z»l me enseñó mi primer romance judeo-español, «Landarico» (canto su versión en mi CD «Sefarad en Diáspora»), y Julia «Jumol» Edéry z»l me cantó y me contó canciones, anécdotas, tradiciones, siempre de Larache. Como vestían y decoraban a la vaca antes de matarla para la boda, como vestían a la novia, como sus padres decidieron con quien se iba a casar, como fue con su madre a Ouezzane, para rezar al Rebbi Amram ben Diwan, para tener a un hijo…
Durante mi estancia en Larache, volví a escuchar las grabaciones que realicé hace 30 años ya, de Jumol con Mohamed; él me iba comentando las costumbres que los judíos y los musulmanes de la ciudad compartían. Asistí a los ensayos dirigidos para mi nueva amiga/hermana musical Zara, que enseña a un grupo de adolescentes y jovenes mujeres los antiguos cantes religiosos de la hadra, acompañándose con percusión tradicional.
En el concierto que compartí con ellas, cantaron conmigo unos estribillos de canciones de boda sefaradíes, Zara aprendió otra que hizo conmigo, añadieron percusiones y el «youyou» típico de todas las mujeres de la zona, musulmanas o judías. Canté otros temas de Larache y de la zona – romances, cantares de boda y del año judío, cancioncillas en haketía con melodías que todos reconocieron, y les conté unas anécdotas de las mujeres de Larache que conocí hace tantos años en Canadá…
Durante los días antes del concierto, asistí a los ensayos, e iba conociendo a la gente de la calle, la gente genial del mercado cotidiano del Zoco Chico… fui invitada a entrar en la sala donde se celebraba una noche de al-henya tradicional y a la fiesta de la noche siguiente…. volví a Ksar-el-Kebir, donde tampoco quedan Judíos, pero donde busqué, con éxito, a una familia musulmana de la vieja medina que había conocido por casualidad 20 años antes, los niños ya eran padres, y pasé la tarde con ellos – todavía me queda parte de los bonitos diseños de henna que las jovenes mujeres me pusieron en las manos. Mohamed quiso honrar especialmente al muy apreciado Señor André Azoulay, miembro tan ilustre de la comunidad sefaradí marroquí, que fue especialmente desde Essaouaira a Larache para asistir al concierto y aceptar el bonito retrato que le habían preparado.
Tengo que dar las gracias infínitas a la Embajada Canadiense en Marruecos, que asumió el coste de mi billete de avión desde Canadá (no cobré nada para las actuaciones y los talleres; al contrario, fue un privilegio poder hacerlo, y poder devolver algo de lo que desde hace tantos años me sigue enriqueciendo la vida.) Hice también un concierto en la residencia de la Embajadora Canadiense – allí incluí no solamente cantes sefaradies sino también unas canciones indígenas y francesas canadienses, y hasta alguna en Yiddish, la lengua de mis abuelos. La Embajada también me mandó a Casablanca, para cantar y explicar la tradición a los alumnos del Lycée Maïmonide- son una mezcla de judíos y musulmanes. Mii amiga y colega Vanessa Paloma, que vive en Casablanca (como ya sabéis) pudo asistir al Liceo – por algunas circunstancias no pudo acudir a los dos otros conciertos – y cantó unas canciones de boda conmigo.
En Larache tengo nuevos proyectos ahora, para desarrollar con mi nueva «familia» – espero poder volver dentro de poco para trabajarlos juntos con ellos. Ha sido una ocasión bellísima, no solamente para compartir la música y para conocer a tanta buena gente – sino también me ha emocionado mucho poder devolver a esa pequeña ciudad una parte de su herencia musical, y poder contribuir de alguna manera, aunque al nivel muy local, a avanzar unas etapas hacia el entendimiento y, esperemos, poco a poco, a la verdadera convivencia, no la romantizada y, lo que todos deseamos, hacia la paz.
Agradezco a todos los que hicieron posible esa experiencia tan bella – a Mohamed , por su visión tan amplia, que tanto trabajó no solamente para el concierto sino para todo el festival de música y teatro del cual fue la nochada culminante; y a su mujer Fátima Zohra- ambos me trataron y me siguen tratando como familia; a la Embajada Canadiense, al Lycée Maïmonide, y a todos los hombres y todas las mujeres que he nombrado ya aquí, y a los que no he podido nombrar, de quienes tanto he aprendido y espero seguir aprendiendo siempre.
Dra Judith Cohen, etnomusicóloga,
Toronto, Canadá.
www.yorku.ca/judithc