ÁMSTERDAM – Ana Frank es solo una parte de la historia.
Durante mucho tiempo, el diario de la niña judía que creció escondida de los nazis en Ámsterdam ha sido la historia dominante de la experiencia de los Países Bajos durante la Segunda Guerra Mundial. La suya es una historia de motivación y resistencia que, en muchos sentidos, los neerlandeses han querido recordar.
Sin embargo, el resto de la historia del Holocausto en los Países Bajos se ha quedado sin contar y muchos, entre los que se encuentran los pocos supervivientes, quieren defender esa memoria.
Por esto, después de diez años de lucha, el Consejo de la Ciudad de Ámsterdam aprobó en mayo la ubicación para un muro conmemorativo que recuerde a los aproximadamente 102.000 judíos holandeses víctimas de los nazis. La decisión coincidió con la inauguración de un Museo Nacional del Holocausto, cuya construcción fue un gran esfuerzo, en ocasiones cuestionado, para levantar un lugar permanente en Ámsterdam dedicado a exposiciones sobre el Holocausto y otros genocidios.
Los dos proyectos reflejan un cambio entre los líderes judíos de segunda y tercera generación en los Países Bajos. Su objetivo es equilibrar lo que les parece una versión incompleta, e incluso distorsionada, de lo que sucedió durante los cinco años de la ocupación nazi en ese país.
“Cuando hablo con gente más joven, les digo que yo soy como Ana Frank”, dijo Jacques Grishaver, de 74 años, otro “niño escondido” que nació en Ámsterdam en 1942. “Con eso comienzo siempre, porque quiero decirles que no se trató solo de Ana Frank. Hubo más”.
Grishaver perdió hasta 50 parientes por el genocidio nazi. Hoy preside el Comité de Auschwitz, que lideró la batalla para lograr construir el muro conmemorativo.
Entre el 75 y el 80 por ciento de los judíos en los Países Bajos fueron asesinados durante la guerra, lo que constituye la tasa más alta de toda Europa occidental.
Aunque en 1940 cerca de 150.000 judíos vivían en los Países Bajos, entre los que se incluían unos 25.000 judíos alemanes que habían llegado como refugiados, en un censo posterior a la guerra, en 1947, solo se contó a 15.000.
En contraste, la vecina Bélgica perdió cerca del 40 por ciento de su población judía y Francia alrededor del 25 por ciento.
Desde el comienzo, la lucha por construir un monumento para honrar a estas víctimas contó con el apoyo de Daniel Libeskind, el arquitecto estadounidense de origen polaco del Ground Zero Master Plan en Nueva York y el Museo Judío de Berlín.
Libeskind estaba en Ámsterdam en 2011 para dictar la conferencia anual “Nunca más” ante el Comité de Auschwitz, se enteró de los planes y se ofreció como voluntario para diseñar el muro antes de que se hubiera fijado un presupuesto.
Se imaginó los nombres iluminados en el muro, según contó en una entrevista telefónica, “para escribir de nuevo sus nombres en el libro de la vida, sacarlos del libro del olvido y llevarlos al libro de la mente, el corazón y el alma de Ámsterdam y de Holanda”.
“Las principales ciudades europeas tienen monumentos para recordar el Holocausto, y Ámsterdam es en realidad una de las últimas en construirlo”, dijo. “Creo que es uno de los proyectos más importantes, por todo lo que pasó allí”.
“Casi todo lo que conocemos al respecto proviene del diario de Ana Frank y la mayoría de la gente relaciona la historia con ese documento”, añadió. “Sin embargo, cuando lees sobre lo que pasó en Holanda, es incomprensible que la gente aún no haya hablado de eso”.
El nuevo monumento, que costará alrededor de 5,5 millones de dólares, podría estar terminado para finales de 2017 o principios de 2018.
Tanto el muro conmemorativo como el museo, que podría costar 24 millones de dólares y estar finalizado en cuatro años, estarán ubicados en Jodenbuurt, el distrito judío en la sección oriental del viejo centro de la ciudad.
Hoy en día ese vecindario alberga un animado mercado al aire libre, el ayuntamiento, el Museo Casa de Rembrandt, el jardín botánico Hortus Botanicus y el zoológico Artis.
A finales del siglo XVI y principios del XVII, los primeros inmigrantes judíos de Portugal y España se establecieron en esta zona de Ámsterdam. En lo que ahora se llama el Distrito Cultural Judío todavía hay marcas de la antigua vida judía, incluyendo la Sinagoga Portuguesa, un conjunto de antiguas sinagogas que se convirtieron en el Museo Judío y el Hollandsche Schouwburg, un antiguo teatro que los nazis usaron como centro de deportación y que ahora es un museo y una capilla conmemorativa.
También fue en este vecindario donde los nazis reunían a los judíos antes de deportarlos a los campos de concentración.
A partir de 1943, aproximadamente 34.000 judíos holandeses fueron enviados al campo de exterminio de Sobibor en Polonia, y solo 18 de ellos sobrevivieron, según Maarten Eddes, presidente de la Fundación Sobibor en los Países Bajos. En este campo relativamente desconocido murieron cerca de un tercio de las víctimas judías del holocausto de este país, señaló Eddes, y el resto, en Auschwitz.
Para muchos, la aprobación del monumento fue todavía más emotiva debido a la muerte, ocurrida este mes, del superviviente del Holocausto y ganador del Nobel Elie Wiesel.
“La generación de supervivientes se nos está muriendo y ya no los tendremos para contar la historia”, dijo Emile Schrijver, el director general del Museo de Historia Judía y el Distrito Cultural Judío en Ámsterdam.
“Debemos seguir contando la historia por ellos, para luchar contra el olvido”.
Para Karel C. Berkhoff, investigador sénior en el Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio en Ámsterdam, estas historias no habían tenido una morada pública porque la gente quizá prefería olvidar.
“Había una sensación de que el pasado era horrible y debíamos deshacernos de él, y esa fue la actitud incluso entre algunos supervivientes”, aseveró.
Grishaver, que tenía tres años cuando salió de su escondite, dijo que 71 años eran demasiados para esperar cualquier tipo de conmemoración a gran escala.
“Ya era tiempo”, dijo. “Tenemos muchas personas de la edad de Elie Wiesel que rezan por que el monumento se construya antes de que ellos mueran, para poder tocar el nombre de sus familiares”.
Por
Fuente: NY Times