Lubna de Córdoba, la erudita andalusí

No existen imágenes de Lubna, pero este cuadro de José Luis Muñoz la imaginaCasa Sefarad de Córdoba
No existen imágenes de Lubna, pero este cuadro de José Luis Muñoz la imagina – Casa Sefarad de Córdoba

 

La historia ha sepultado a esta figura del califato de Córdoba, nacida esclava y que se convirtió en escriba y una de las bibliotecarias más importantes de la historia

Al-Ándalus, Gran Biblioteca de Córdoba, siglo X. Con agilidad, una mujer recorría los pasillos tras concebir una idea para reorganizar la biblioteca, mientras intentaba apartar de su mente los recuerdos sobre sus orígenes cristianos. Aceptaba que había nacido esclava y se consideraba afortunada por crecer en el palacio del sultán Abderramán III, donde exploró el «Libro Sagrado», los saberes de Arquímedes y la recién recopilación «Kitab al-agani». En ese momento había comprendido que su corazón estaba en los libros. Mientras avanzada rápidamente, echó un vistazo desde los miradores del Alcázar, observando la ciudad con casas entrelazadas, mezquitas, hospicios, baños y escuelas públicas. Solo destacaba la majestuosa Mezquita de Córdoba, visible desde cualquier punto de la ciudad. Magnánima. Omnipresente. Llegó a la entrada de la biblioteca y abrió la puerta con premura. Múltiples ojos se volvieron hacia ella: sus ayudantes eran copistas, iluminadoras, miniaturistas y encuadernadoras. Se trataban de algunas de las más de 170 mujeres que trabajaban a cargo del segundo califa omeya de Córdoba, Alhakén II (915-976). Lubna respiró hondo e intentó calmarse. Saludó a todas en árabe, y se acercó lentamente para supervisar el trabajo de Fátima, quien copiaba un manuscrito valiosísimo cuya única copia en el mundo se encontraba en Córdoba. De la decorada escribanía surgieron unos ojos inquietos que preguntaron: «Maestra, vas a irte a por más libros, ¿verdad?». Lubna respondió: «Sí, Fátima, a Alejandría, Damasco y Bagdad, pero antes organizaré la biblioteca».

Una corte de saber

Esta narración se trata de la recreación novelada de un pedazo de la vida de Lubna de Córdoba, erudita destacada del siglo X. Nacida y criada como esclava en el palacio de Abderramán III (891-961), Medina Azahara, fue educada en un ambiente intelectual. Su inteligencia la llevó a ser copista en la biblioteca y, posteriormente, a ser manumitida, es decir, liberada de la esclavitud. En una corte que valoraba a los eruditos, y donde se hablaba simultáneamente árabe, griego y latín, Lubna ejerció múltiples oficios a lo largo de su vida: comenzó como copista y escriba, pero cuando Alhakén II sucedió a su padre en 962, Lubna se convirtió en su secretaria personal y en la encargada de la biblioteca. A la par, realizaba comentarios en forma de anotaciones de las obras que leía, costumbre que otros intelectuales paganos habían hecho en siglos anteriores, como por ejemplos los neoplatónicos. Ulteriormente sería nombrada encargada de la adquisición de nuevas obras, lo que conllevaba viajar a otras importantes bibliotecas orientales para conseguir el mayor número de ejemplares. La Gran Biblioteca de Córdoba llegó a poseer 500.000 libros en el periodo en que ella ejerció de conservadora real.

Un terrible incendio

Esto fue posible únicamente porque el segundo califa omeya promovió un ambiente pacífico y tolerante en tan solo 15 años de reinado, donde el esplendor de la mezquita de Córdoba llego a su máximo exponente. En esa ciudad, cualquier persona ilustrada era bienvenida sin importar su sexo. Este contexto facilitó que Lubna se interesase por la gramática, la poesía y las matemáticas. Aunque impulsó la creación de la biblioteca de Medina Azahara junto al hispanojudío Hasday ibn Shaprut (médico y consejero de la corte), Lubna entendía que el conocimiento no podía estar limitado a cuatro paredes. Quizás por ello es conocida su labor como maestra con los más necesitados, enseñando en las calles ecuaciones a los niños.

Es sorprendente reconocer que la historia ha sepultado a esta figura andalusí que debería ser considerada como una de las bibliotecarias más importantes de la historia. Si bien el influyente biógrafo Ibn Bashkuwal (1101-1183) la menciona, modernos estudiosos cuestionan si Lubna pudiera ser una figura que amalgama la vida de varias mujeres debido a la escasez de datos conocidos (incluyendo entre ellas a su asistente, Fátima).

El tiempo, a menudo, distorsiona los recuerdos. Concluimos esta narración de Lubna, ensalzando su figura: Córdoba. 979. Rojo y amarillo se perfilan como los únicos colores de «la ciudad brillante» en el reflejo de los ojos de Lubna. Sus lágrimas limpian su cara ennegrecida por el hollín, sin comprender cómo Hixan, el hijo adolescente de Alhaken II, ha permitido que los ulemas quemen todas las obras sobre religión, filosofía y astronomía. Siglos de conocimiento, perdido. Se encuentra en una carroza, de camino a Carmona, observando la hoguera a lo lejos. Sabe que morirá pronto de tristeza, pero no será hasta años después, en 984, cuando la historia la olvide por completo.

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