La expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, el año 1492, hizo que los hebreos desaparecieran en general de España. La Vera y el Valle, y más concretamente Jaraíz de la Vera y Cabezuela del Valle, señalan las crónicas que eran los lugares más poblados de judíos en las denominadas “tierras de Plasencia”, en aquella época.
Sin embargo, después de algo más de cinco siglos, se dicta una ley por la que se devuelve a aquellos judíos que se vieron obligados a salir por la intransigencia religiosa y cristiana de la época la nacionalidad española, les ha puesto de moda por estos pagos y en general por todo el mundo.
Como es sabido, el pasado mes de octubre de 2015, ahora hace apenas cuatro meses, el Consejo de Ministros de nuestro país aprobaba un real decreto por el que se concedía la nacionalidad española, por carta de naturaleza, de momento, a 4.300 ciudadanos sefardíes que habían acreditado ser descendientes de los judíos que fueron expulsados en 1492 de España por los Reyes Católicos. Todo lo cual viene a resarcir el afecto y la añoranza histórica de aquellos judíos españoles.
Con la nueva normativa en vigor desde esa fecha ya no tendrán que renunciar a su nacionalidad anterior ni trasladar su residencia a España aquellos sefardíes expulsados de España. Según las notas ofrecidas por la FCJE, que representa oficialmente a los judíos españoles, del total de 80.000 judíos, que había en aquel tiempo en nuestro país, entre 40.000 y 50.000 eligieron marcharse. El resto se bautizó, aunque en aquellos años era dudosa su conversión, debido al acoso de la celosa Inquisición, a los que se denominó como «judaizantes», conversos o “falsos conversos” que continuaron con sus prácticas.
Los judíos que abandonaron el país formaron una diáspora que se dispersó sobre todo por Francia, el norte de África y el Imperio Otomano. Estos judíos desterrados conservaron paradójicamente su lengua española, el ladino, el castellano medieval, que han transmitido de generación en generación durante más de medio milenio, y algunas prácticas especiales en el rito y en el rezo español antiguo, y en parte también se dice que conservan cierto odio o rencor.
La investigadora, experta en estos temas, María Royo, dice que constituyen «un fenómeno único, porque en lugares como Bulgaria te puedes encontrar gente que habla el ladino (castellano medieval) perfecto, que mantienen sus costumbres, tradiciones y hasta los refranes, porque se los han transmitido por vía oral de generación en generación, no porque hayan pisado nunca España».
Según nuestras investigaciones puede haber hasta medio millón de personas que puedan considerarse sefardíes en el mundo, pero parece que menos de 100.000 acabarán solicitando finalmente el pasaporte español.
Esta noticia es importante, toda vez que el odio o resentimiento de aquellos judíos y sus descendientes se ha transformado, según la misma investigadora, María Royo, en un «fuerte vínculo de añoranza y afecto hacia Sefarad”, que es el término que utiliza la tradición judía para nombrar a España y en general con la Península Ibérica.
Bienvenidos sean los judíos sefarditas, también en la Vera.
JOSÉ V. SERRADILLA MUÑOZ
Fuente: planvex.es