Los judíos de Sefarad

Ayer 31 de marzo, fue un día especial para la colectividad, se recuerda este día del año 1492, los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, dieron a conocer el Edicto de Granada -el reino que acababan de conquistar a los moros- por el que disponían la expulsión de los judíos de España para que no judaizaran a los conversos.

El edicto, crucial para la historia de España, lleva el nombre de Granada, el último reino nazarí de la península, derrotado el 2 de enero del mismo año de 1492.

Ese fue el punto final de la guerra de Reconquista, iniciada en la batalla de Covadonga en 718, es decir, casi ocho siglos antes, y el punto de inicio del genocidio de América (Abya yala) iniciado el 12 de octubre también de 1492, que no ha terminado todavía.

En la redacción del edicto, también llamado “decreto de la Alhambra”, tuvo participación el Gran Inquisidor Tomás de Torquemada, confesor de Isabel, al frente de la Inquisición desde su fundación en 1478 en Castilla y 1483 en Aragón.

La expulsión de los judíos y de los moros fue un acontecimiento de enorme significación tanto para los obligados a salir del país como para la sociedad española en su conjunto, que perdió una masa irreemplazable de artesanos, administradores y eruditos.

No fue posible reemplazar a esta población de judíos ni de moros, lo que fue una de las causas de la decadencia española.

Los judíos españoles dieron a España posiblemente después de la expulsión el nombre de Sefarad, tomado del libro bíblico de Abdías, que lo aplica a una ciudad próxima a Babilonia. Desde entonces, los judíos españoles o sefardíes, viven en la diáspora, en diversas comunidades que fueron estableciendo a través de los siglos en diferentes partes del mundo.

Judíos hubo en España desde antes de Cristo, pero el período que terminó en 1492 se inició en 711 con la conquista musulmana del reino visigodo de Rodrigo, a cargo de una avanzada de bereberes del norte de Africa, recientemente islamizados.

La tragedia de Guadalete

La conquista posiblemente se produjo ante la debilidad de la resistencia visigoda, que trocó en ocupación lo que iba a ser sólo una correría más. En la batalla de Guadalete, en el 711, murió el rey visigodo Rodrigo y comenzó la conquista islámica de España.

Los árabes del califato Omeya de Bagdad terminaron instalando en la península, que ocuparon totalmente salvo el extremo norte, un estado de cosas muy favorable a los judíos, de buena tolerancia y convivencia, durante los siglos IX, X y XI, la Época de Oro.

Fue un tiempo único en la historia judía hasta tiempos modernos, porque tuvieron la oportunidad de desarrollar su sociedad, aunque sin poder en el Estado.

La historia de España entre el fin del Imperio romano y los reyes católicos fue tumultuosa. Así era la vida de los judíos, pero en los años anteriores a su expulsión prosperaban, y crearon una cultura rica y fuerte.

La situación económica y política, durante los siglos intermedios del gobierno islámico creó un ambiente en que los judíos podían aumentar su confianza cultural.

Los contactos entre judíos y árabes se iniciaron en la época preislámica, están evidenciadas en la biografía de Mahoma. Las relaciones culturales entre árabes y judíos se reafirmaron en la Edad Media en España.

Para los judíos el reino visigodo no fue fácil, los reyes cristianos fueron duros con ellos. Cuando llegaron los musulmanes supusieron para los judíos un respiro de sus opresores sino que estimularon la creación de una cultura equiparable en riqueza y profundidad, a lo mejor que cualquier pueblo haya podido producir en cualquier época.

La época de oro

En su obra “Los judíos en la España musulmana, Eliyahu Ashtor dice que en el siglo XI había eruditos totalmente inmersos en la tradición judía y familiarizados con todas las ramas del saber judío.

Según Simón Dubov “los siglos XI y XII marcan el meridiano del desarrollo intelectual del judaísmo medieval. La amalgama de cultura judía y árabe que tuvo lugar en suelo hispánico, produjo ricos resultados intelectuales, más perdurables y fructíferos que la unión de las culturas judía y helenizante en Alejandría”.

El médico y filósofo Moisés ben Maimón, Maimónides, nació en Córdoba en el siglo XII. Escribió la mayoría de sus obras teológicas en árabe, que estimaba “un hebreo algo corrupto”. Otro judío español Yehudá Haleví, habla del hebreo, el árabe y el arameo como lenguas relacionadas y sugiere que el idioma materno de Abraham era el arameo.

Recuerdos de Sefarad

Los moros que conquistaron España en una década a partir de 711 eran pocos y en cada ciudad que conquistaron necesitaron ayuda para mantener control militar. Los judíos ayudaron a los árabes porque eran una oportunidad de liberarse de los visigodos.

Tras el decreto de expulsión en 1492, a los judíos se les presentó un dilema:

Quedarse en España al precio de convertirse en cristianos, renunciar a las creencias y tradiciones y estar bajo mirada de la Inquisición, ser en cualquier momento denunciados, juzgados y sometidos a tortura y ejecución.

La otra opción era marcharse de España llevando sólo con ellos algunas pertenencias, y el saber, los conocimientos, las tradiciones, la lengua, en definitiva los orígenes de la cultura sefardí que mantienen sus manifestaciones hasta nuestros días en diversas partes del mundo.

Es posible que muchos de los que decidieron abandonar España murieran caminando por los caminos hacia los puertos.

Las persecuciones anteriores ya habían producido conversiones forzosas. La Inquisición actuó con dureza contra los conversos y acentuó la presión sobre los judíos: eran obligados a escuchar las predicaciones de los dominicos en las sinagogas, tras lo cual se producían las conversiones.

Los Reyes Católicos, ocupados en la guerra de Granada, habían aceptado la financiación ofrecida por Isaac Abravanel y Abraham Senior, contador mayor de Castilla y rabino mayor del reino. Para sufragar los gastos de la guerra, lo que no les impidió firmar el edicto de expulsión.

Las súplicas de Isaac Abravanel en favor de sus hermanos fueron rechazadas por los reyes católicos. La política real basada en la unidad dinástica, el poder real y la unidad religiosa se apoyó en la Inquisición y en fray Tomás de Torquemada para conseguir la conversión de los judíos.

Todos aquellos que no aceptasen el bautismo deberían abandonar España en el plazo de cuatro meses dejando todos sus bienes. Unos 100.000 judíos abandonaron España. Muchos se radicaron en el norte de África, otros en Holanda, Grecia, Turquía, en los Balcanes o en Palestina. Algunos exhiben todavía, cinco siglos después, las llaves de la casa que dejaron en España, casa que no existe más desde hace siglos.

De vuelta a España

Con el tiempo, algunos judíos volvieron a España, con el cambio de condiciones. Hoy en día hay una pequeña comunidad judía en Sevilla.

Madrid cuenta con unos 5.000 miembros, tiene una sinagoga, Bet Yacob, construida en 1968, y una escuela en el barrio de La Moraleja dedicada al filósofo Ibn Gabirol. Muchos de ellos llegaron huyendo de la persecución nazi en Alemania.

Barcelona tiene unos 3.000 miembros en su comunidad, y dos sinagogas, una de rito sefardita y otra askenazi, mikvá, biblioteca, salones, centro de documentación y el departamento Noar Vehejalutz de la Organización Sionista Mundial. La comunidad de Barcelona posee igualmente una carnicería kosher y recintos propios en el cementerio.

Málaga posee unos 1.200 miembros. Tienen sinagoga y un cementerio situado a 25 km. de la ciudad, próximo a Casabermeja, y una sede social, Beth Saadia, en donde se imparten cursos de Talmud y Torá.

Valencia no tiene más de 120 miembros, casi todos originales del norte de África, de los antiguos territorios del protectorado español.

Ceuta y Melilla, las dos perlas españolas en el norte de África, forman las comunidades más antiguas establecidas en territorio español. Entre las dos ciudades puede haber 2.500 miembros, la totalidad de ellos de origen sefardita procedentes de Marruecos y Argelia. Melilla tiene diez sinagogas repartidas por la ciudad y cementerio propio. (I: AIM)

Fuente: El Heraldo – 1.4.2021

 

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