Los judíos de Istanbul

Wolfgang Vogt

Hasta la tercera década del siglo XX los sultanes otomanos gobernaban Turquía desde Istanbul, la antigua ciudad de Bizancio o Constantinopla. Pero cuando en 1923 Kemal Atatürk ocupa la presidencia de la recién fundada república turca, traslada la capital a Ankara, una ciudad nueva en el interior de Anatolia. Mientras Istanbul durante varios siglos había sido una ciudad cosmopolita, donde convivían los turcos con griegos, armenios y judíos sefardíes, era Ankara una ciudad puramente turca. La nueva capital carece de raíces históricas y de belleza natural. La ciudad más grande y capital mágica de Turquía es Istanbul, cuyos monumentos históricos bizantinos y turcos atraen a muchos turistas. Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura, nos describe las diversas facetas de la ciudad del Bósforo, donde nació, en su libro «Istanbul» desde la perspectiva turca.

Petros Markaris, un narrador griego nacido en Istanbul y quien actualmente vive en Atenas, añoraba las facetas cosmopolitas del Istanbul de su infancia, en cuyas calles se mezclaban el turco con el griego, armenio y ladino, el español arcaico de los judíos sefardíes. El comisario Charitos investiga en una de sus famosas novelas policiacas un crimen en Istanbul. Ya no es la ciudad de la infancia de Markaris. Muchos de sus antiguos palacios desaparecieron y sus lugares ocupan ahora edificios modernos de acero y concreto. En las calles de la ciudad se oye muy poco el griego, ladino o armenio. La antigua metrópoli cosmopolita hoy día es una ciudad marcadamente turca. Los nuevos gobernantes republicanos nunca han simpatizado con las minorías nacionales de la ciudad y les hicieron la vida difícil. Muchos griegos, como por ejemplo Petros Markaris, se retiraron a Grecia. Los armenios nunca se recuperaron completamente del genocidio que sufrieron a principios del siglo XX y muchos de los judíos sefardíes emigraron a Israel. El peso del nacionalismo turco es asfixiante para las culturas minoritarias, pero éstas todavía siguen con vida y manifiestan su presencia.

En la Feria del Libro de Frankfurt del 2008, Turquía presentó su enorme riqueza literaria a un público internacional. Entre las novedades bien recibidas se encontró la voluminosa novela «Istanbul fue un cuento de hadas» de Mario Levi. El original turco de esta novela se había publicado en 1999 y la traducción alemana apareció en el año 2008. Levi (1957) enseña Ciencias de la Comunicación en una universidad de Istanbul y es descendiente de los judíos quienes hace 500 años llegaron desde España a Turquía y todavía hablan en sus casas el ladino. Levi cita fragmentos de conversaciones en este idioma que sólo se habla en las familias, pero escribe en turco.

En una novela de más de 800 páginas de letra apretada nos cuenta la historia de tres generaciones de su familia y de muchas otras personas relacionadas con ella. Se trata de griegos, armenios y turcos. Así despliega delante de nosotros una alfombra que empieza en la época del viejo imperio otomano y termina a finales del siglo XX. Levi no es un narrador cronológico, sino que cuenta muchas historias de estilo oriental. La magia de estas narraciones nos hace pensar en los cuentos de hadas. A veces los hilos de una narración se confunden, desaparecen y en el momento menos pensado surgen de nuevo. Los contornos de sus personajes no son nítidos. El autor reconstruye las vidas utilizando sus pláticas, pero mucho de lo que cuentan se basa en ilusiones que les permiten evocar un pasado ideal, alejado de la realidad. «Finalmente cada uno creó de la mentira su propia realidad». Eso lo dice el autor, quien reflexiona sobre la veracidad de sus historias, sobre sus personajes.

Las historias de vida que nos cuenta en su novela son el producto de sus investigaciones basadas en lo que le cuentan sus personajes o los amigos y parientes de éstos. A casi nadie le gusta su vida como se había desarrollado en realidad. Todos platican una vida «tal como lo habían soñado». (p. 294) Con respecto a uno de sus personajes, dice Levi que estaba dispuesto a creer la «verdad» de su «última mentira». (p. 306) Es difícil distinguir entre verdad y mentira. Por eso el escritor jalisciense Arturo Rivas Sainz pone a un libro de cuentos suyo el título «Verdades mentidas».

Mario Levi es un investigador minucioso y trata de compenetrar la psicología de sus personajes, cuyos sueños para él son tan importantes como su vida real. Sabe perfectamente que no siempre puede lograr la reconstrucción auténtica de los hechos, porque sus personajes se llevan algunos secretos de su vida a la tumba. A diferencia de otros narradores, no se siente con el derecho de llenar las lagunas informativas con su fantasía. Así deja muchos enigmas que nunca se resuelven y eso crea un ambiente mágico en su novela. La verdad no siempre es tan importante, porque al fin y al cabo, Istanbul es, como dice el título de la novela, «un cuento de hadas». Pero todo eso no impide que el autor muchas veces se acerque a la verdad narrándonos la vida de tres generaciones de una familia judía de Istanbul y de las personas relacionadas con ella.

En el centro de la acción está Monsieur Jacques, el patriarca de la familia. Su padre tenía un taller de reparación de alfombras y acumuló bastante fortuna, hasta que un día las llamas acabaron con el taller y sus valiosas alfombras. Monsieur Jacques se dedica al comercio y después de algunos fracasos logra abrir una tienda próspera. Tiene dinero suficiente para pagarle a su hijo Berti estudios en Oxford. Los judíos ricos de Istanbul mandan a sus hijos a colegios franceses e ingleses. En la casa se habla ladino, en el comercio turco; pero en sociedad se usa el francés, una lengua internacional que domina sólo la gente culta.

Nesim, el hermano de Jacques, había estudiado en Viena antes de la Primera Guerra Mundial y se enamoró de la cultura alemana. Pero en 1918 el imperio austro-húngaro desaparece y el imperio otomano -con el cual Nesim se identifica- cede su lugar a la república de Atatürk. Nesim, quien se siente ciudadano de un mundo que desapareció, ya no puede vivir en una Turquía sin sultanes y tampoco en Viena, donde ya no gobierna el emperador. Por eso se establecen en Francia, pero durante la Segunda Guerra Mundial él y casi toda su familia mueren en un campo de concentración. No huyó a tiempo, porque no se podía imaginar que los alemanes, cuya cultura tanto amaba, lo iban a matar.

Pero a muy pocos judíos turcos les afecta el Holocausto. Ellos viven más bien una vida tranquila marcada por las costumbres de su comunidad. Las familias determinan el destino de cada individuo, eran, como dice Levi «pequeños estados, prisiones que no enseñaron sus rejas, eran muertes largas para los que vivían allí». (p. 494) Las familias eran como «estados que a sus habitantes sólo daban la apariencia de libertad». (Idem) Cada generación produce nuevas celdas de cárcel. Bertí, el hijo de Monsieur Jacques trató de escaparse de la cárcel, pero no tuvo la fuerza suficiente. En Oxford se enamoró de una mexicana, pero la familia la rechazó como extraña. Era extranjera y nada tenía que ver con la comunidad judía de Istanbul. Bertí cedió a la presión de sus padres y se casó con una mujer de su entorno. Pero su hermano Jerry emigró a Estados Unidos y nunca regresó con su familia. Una hija de Bertí se casó con el marido que le habían escogido y se murió en un accidente, pero lo más probable es que se trató de un suicidio. La otra hija se fue a vivir a otra ciudad para organizar su vida sin injerencia de su familia. Un caso extremo era la actitud de un comerciante de la generación de Monsieur Jacques, quien era viudo y sólo tenía una hija. Para no perderla la encerró en su casa, cuando se iba a trabajar. Así ésta nunca se casó.

Los judíos de Istanbul se sienten extraños. La lengua de su hogar no es la del país, en el cual viven. Esta situación la comparten con los griegos y armenios. Pero a diferencia de estos últimos, no se identifican con ninguna nación, por lo menos al principio. Con la fundación de Israel algunos emigran a este nuevo país. Sin embargo, el hecho que Mario Levi escriba su novela en turco y no en ladino y que en ella encontramos referencias a la cultura turca, parece indicar que la minoría judía de Istanbul se está integrando cada vez más a la sociedad turca. Las nuevas generaciones ya no aceptan la tradicional cárcel familiar y se escapan de ella.

Fuente: El Occidental

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2 comments

  1. Voy a viajar a Stambul y Turquia en Setiembre , me gustaria que me indicaran que sinagogas conocer y que familias visitar
    Gracias
    Mabel

  2. De origen stambulí, mi familia era amiga de la de Mauricio Stamati, a quien conocí de muy niño
    (era el Benjamín de la familia). Hoy tengo 80 años (estoy jubilado, pero debo trabajar porque no alcanza y entonces me falta tiempo para frecuentarlos por el momento). Guardo numerosos y vívidos recuerdos de lo que me contaban mis padres sobre Estambul, especialmente del barrio de Perá, donde vivía la mayor parte de la comunidad. En cuanto me sea posible, me gustaría reunirme en vuestra sede con los paisanos de la mayor edad posible. En estos días tuve un encuentro casual con Elías Salem, que vive en Jerusalem, y que me dijo haber sido directivo e incluso, uno de los fundadores de V. entidad. Un saludo cariñoso y cordial para todos ustedes y
    felicitaciones por la gran calidad y cantidad de tareas de todo tipo que realizan ¡ SHALOM !

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