La conversión forzada no estaba acompañada de ninguna convicción religiosa. De la noche a la mañana los judíos se vieron obligados a cambiar sus nombres por otro que tuviera una clara resonancia cristiana (los judíos locales tomaron apellidos prefiriendo nombres de los árboles y animales, aunque también se tomaron apellidos patronímicos- terminados en es- y referidos a las profesiones) y la obligación permanente de demostrar que se llevaban costumbres cristianas.
No obstante, la iglesia no estaba contenta. En el papado se dejaron oir severas críticas a la manera de como los portugueses manejaron“el problema judío”. La jerarquía católica fuertemente presionada desde Roma y España, comenzó e poner en práctica una fuerte diferenciación entre “velhos”(viejos) lindos” y los “cristianos nuevos” los recién convertidos.
Los frailes dominicanos acosaban al pueblo cual jaurías de lobos enfurecidos, predicando contra los nuevos cristianos , cosa que tuvo su efecto en abril de 1506, tiempo en que toda Europa estaba sufriendo la calamidad de la peste negra que además venía acompañada por una inhabitual sequía.
Mientras las muchedumbres desesperadas se amontonaban en espera de un milagro salvador en iglesias, capillas y plazas en las que los frailes culpaban de todas las desgracias a los nuevos cristianos, el rey Don Manuel acompañado de toda su banda de cortesanos, corrió a refugiarse en las montañas de Abrantes.
El 19 de abril, domingo de pascua, se desata el genio de la maldad y estalla en Lisboa un monstruoso pogromo que cual una ola sanguiolenta hecha de barro y miseria, siega la vida de más de 4.000 judíos que solo buscaban paz.
No fueron suficientes los frailes, los portugueses enajenados y sedientos de muerte para concretar la canallesca carnicería. Como bestias salvajes la turba corrió hasta el Barrio Alto de Lisboa para dar muerte a mujeres, niños a tiempo que los curas iban gritando: “herejía, herejía, herejía….!”
En 1531 “los cristianos viejos”, acusaron a los “marranos” de haber provocado el terremoto de Lisboa, y guiados por los frailes dominicanos comenzaron a presionar a la corona para el establecimiento del Santo Oficio en Portugal, lo cual se concretó en 1536. Hubo tribunales en Lisboa, Coimbra, Oporto, Lamego, Évora y Tomar.
El sistema inquisitorial portugués fue extremadamente cruel : partía del hecho ridículo de que el acusado debía adivinar de que cargo se le acusaba y quien o quienes eran sus denunciantes.
Algunos de los crímenes contra la fe que constan en los archivos de la Santa Inquisición, consistían en bañarse los sábados, lavarse las manos antes de sentarse a comer, poner nombre a los hijos que figurasen en el antiguo testamento o negarse a comer cochino.
El primer auto-da-fe, o sea el espectáculo en el que se quemaban vivos a los judíos tuvo lugar en Lisboa el 20 de setiembre de 1540.
En el año 1800, el rey de Portugal decidió publicar una invitación a los judíos a retornar al país; la verdadera intención era la de que algunos judíos vinieran a invertir sus capitales en un Portugal económicamente quebrado y sin salidas financieras. Los primeros judíos en volver a Portugal de forma abierta y libre, fueron judíos provenientes de Gran Bretaña.
En 1996, el gobierno de Jorge Sampaio, nieto de una marrana, una judía nacida en Marruecos, organizó una sesión nacional oficial en el parlamento de Portugal, en la cual todos su miembros votaron y firmaron la derogación oficial del edicto de expulsión de los judíos de Portugal.
Moshe Vainroj
Fuente: Por Israel de Dori Lustron
En el título se debería especificar que se refiere a los marranos de Portugal. La Inquisición portuguesa no fue mejor que la española, quizás más cruel aún. Los judíos fueron forzados, a empujones, a entrar en las iglesias y bautizados arrojando sobre ellos cubos de «agua bendita».