En mis años jóvenes Barcelona lucía como faro de la modernidad. Madrid en aquellos años era poco más que un poblachón manchego. La ciudad mediterránea acumulaba moda, restauración, estilismo, escritores, pintores, y un grupito de intelectuales de izquierdas que compartieron sus inquietudes en discotecas y champagne muy a la moda francesa. «La izquierda caviar» dejó un anecdotario de excentricidades y aficiones poco usuales en la sociedad española. Además de ello una burguesía nutrida a los pechos de la dictadura emergía en una España prácticamente desindustrializada, a excepción del País Vasco. Viajar a Barcelona era acercarse a Europa.
Han trascurrido muchos años y de aquel esplendor apenas quedan las huellas de los Juegos Olímpicos. Barcelona ha entrado en una decadencia que parece imparable de la mano de una política surgida del activismo callejero, la agitación y el populismo tan rentable en estos años de confusión política y social. La alcaldesa de Barcelona, expresión esférica de la izquierda radical y extrema ha decidido romper el hermanamiento entre Barcelona y Tel Aviv y amparar el boicot a Israel decisión que lleva a «suspender relaciones institucionales con el Estado de Israel y el acuerdo de amistad y cooperación con Tel Aviv». Las tribus que aplauden esta decisión son difícilmente descriptibles. La cuestión de fondo es bien conocida, el pueblo judío ha sido perseguido, castigado, excluido, diezmado y masacrado a lo largo de la historia. En la execrable lista de anti semitas ahora se enmarcará el nombre de la alcaldesa de Barcelona quien debiera saber que esta decisión contraviene la Definición de Antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, adoptada por la UE y sus Estados miembros, incluida España, según advierte Shimon Samuels director del Centro Wiesenthal.
La ignorancia no tiene mucho reparo como no fuera leyendo y viajado. No es el caso, pero la ingesta descontrolada de ensaimadas causa estragos neuronales. Así me lo dijo un neurólogo danés jubilado en la costa de Almeria. Según este científico las grasas y los azucares invaden y colonizan las neuronas. Esto no tiene relación con el tema del artículo, pero de repente me ha venido a la cabeza la explicación de aquel neurólogo ya fallecido, trataba de responder a mi interrogante sobre el número de necios, estúpidos, idiotas, tontos y bobos que abundan en nuestro entorno. Y la mutación frecuente a rencorosos, envidiosos y odiadores de oficio que se camuflan en la franquicia de alguna ideología «ad hoc».
La alcaldesa de Barcelona es imposible que conozca algunas aportaciones en la historia milenaria de los israelitas; cuatro de los más influyentes modelos de pensamiento y conducta de la humanidad; el judaísmo, el cristianismo, el capitalismo y el marxismo. Alrededor de esto se mueve la mayor parte de la humanidad, incluyendo a la alcaldesa de Barcelona, aunque ella no lo sabe aún, es posible que tenga ocasión de comprobarlo. Debiera conocer también las circunstancias que llevaron a la creación de Estado de Israel. Y la estrecha e imborrable relación de los judíos con Barcelona a lo largo de la historia de esta ciudad. Pero ella se declara manifiestamente de izquierdas y ya sabemos, las izquierdas hispanas repudian al Estado de Israel por lo que es y por lo que representa. Es una opción política, pero en España con poco fundamento. Fueron los reyes hispanos que expulsaron a los judíos, los sefarditas.
Las investigaciones sobre los orígenes de los españoles señalan que al menos el 25,7% de la población actual son de ascendencia judía. La lista de apellidos de origen judío es interminable. La realidad histórica es difícilmente rebatible, aunque algunas ideologías o creencias religiosas se empeñen en ello. España es lo que es y conoció siglos de esplendor y decadencia. Y los españoles, todos, habríamos de tener algún interés por nuestros antepasados, fueran quienes fueran. Sería interesante conocer los orígenes de los firmantes de una propuesta claramente antisemítica en el siglo XXI. Tuve ocasión de viajar por las islas griegas en los años sesenta del pasado siglo. El barco entró en el puerto de Salónica y bajamos a conocer la isla. Sabía que esta isla era conocida como la «metrópoli judía». Me aventuré por callejuelas y bazares y quedé absorto ante una tienda de souvenirs que sobre la puerta lucia el letreo «Sefarad». No resistí la tentación de entrar. Un joven ataviado con traje típico salió de la trastienda y me preguntó en griego qué podía ofrecerme, le respondí en italiano; quería comprar unos pequeños posavasos de cerámica artesanal con el nombre de SEFARAD grabado en azul. Me entendió y me preguntó tímidamente de donde era; soy español, le dije, me miró detenidamente y me dijo en italiano, ¿puede esperar por favor? Entró en la trastienda y al poco salió acompañado de un señor con barba y bigote; Buenos días, me llamo Jeziel, ¿es usted español? Si le respondí, y él me respondió, yo también, soy sefardita y mi hijo Mosche también es español. Quedé asombrado. Esto me lo dijo en ladino y con cierta lentitud lo entendí perfectamente. Continué hablando en italiano y pregunté de que parte de España, me dijo que su familia eran carpinteros y vivían en un pueblo llamado Hervás ( Extremadura) cuando fueron expulsados, pero que guardaban las llaves de aquella casa, entró otra vez y salió con un pequeño cofre de madera tallada, la abrió y dentro vi una gran llave. Era un tesoro familiar, para no olvidar, me dijo. Pagué mi compra y cuando iba a salir me sorprendió con un abrazo fuerte y dos besos en las mejillas y me dijo «hermano», la misma palabra, el mismo sentido, un sentimiento común me devolvía siglos atrás en una isla griega cercana al Bósforo. Lo recuerdo con nostalgia mientras escribo estas líneas.El Estado español ha cumplido tardíamente con la aspiración de los descendientes de aquellos sefarditas, españoles expulsados de su país y de sus casas. Era una obligación imperativa; moral y de justicia histórica. La Ley 12/2015 concede la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados de España en 1.492 y sin exigencia de residencia en España. El Estado que representa al conjunto de los españoles tiende lazos a los españoles sefarditas de todo el mundo, pero la alcaldesa de Barcelona actúa contra el reloj de la historia y lanza una especie de «progrom» antisemita en 2023. Parece cuando menos paradójico que la izquierda extrema hispana se inspire en los decretos del Cardenal Cisneros y Fray Tomas de Torquemada sin revisar sus principios sobre la igualdad de derechos de todos los seres humanos, singularmente de los más perseguidos.
Una dirigente política tan exaltada como ignorante rige una gran ciudad, Barcelona, la que fuera la gran Cosmópolis de Europa, centro de una cultura de permisividad y progreso degradada por una gestión catastrófica; inseguridad, suciedad, violencia callejera y en la lista negra de los inversores que ahora abandera con el escudo municipal la repudiada causa del antisemitismo.
n mis años jóvenes Barcelona lucía como faro de la modernidad. Madrid en aquellos años era poco más que un poblachón manchego. La ciudad mediterránea acumulaba moda, restauración, estilismo, escritores, pintores, y un grupito de intelectuales de izquierdas que compartieron sus inquietudes en discotecas y champagne muy a la moda francesa. «La izquierda caviar» dejó un anecdotario de excentricidades y aficiones poco usuales en la sociedad española. Además de ello una burguesía nutrida a los pechos de la dictadura emergía en una España prácticamente desindustrializada, a excepción del País Vasco. Viajar a Barcelona era acercarse a Europa.
Han trascurrido muchos años y de aquel esplendor apenas quedan las huellas de los Juegos Olímpicos. Barcelona ha entrado en una decadencia que parece imparable de la mano de una política surgida del activismo callejero, la agitación y el populismo tan rentable en estos años de confusión política y social. La alcaldesa de Barcelona, expresión esférica de la izquierda radical y extrema ha decidido romper el hermanamiento entre Barcelona y Tel Aviv y amparar el boicot a Israel decisión que lleva a «suspender relaciones institucionales con el Estado de Israel y el acuerdo de amistad y cooperación con Tel Aviv». Las tribus que aplauden esta decisión son difícilmente descriptibles. La cuestión de fondo es bien conocida, el pueblo judío ha sido perseguido, castigado, excluido, diezmado y masacrado a lo largo de la historia. En la execrable lista de anti semitas ahora se enmarcará el nombre de la alcaldesa de Barcelona quien debiera saber que esta decisión contraviene la Definición de Antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, adoptada por la UE y sus Estados miembros, incluida España, según advierte Shimon Samuels director del Centro Wiesenthal.