A pesar de las leyes fascistas de la era de la Segunda Guerra Mundial que alejaban a los judíos de la sociedad, Rita Levi-Montalcini, una brillante científica, condujo experimentos pioneros en su propia habitación.
«De no haber sufrido discriminación y persecución, nunca hubiera recibido el premio Nobel», escribió la neurocientífica Rita Levi-Montalcini, quien compartió en 1986 el Premio Nobel de fisiología o medicina con el bioquímico Stanley Cohen.
En 1952, Levi-Montalcini descubrió el factor de crecimiento nervioso (NGF, por su sigla en inglés), una proteína que causa el crecimiento de las células en desarrollo al estimular el tejido nervioso circundante. En una investigación relacionada, Cohen había descubierto el factor de crecimiento epidérmico, que estimula la proliferación de células epiteliales. Ambos científicos realizaron sus investigaciones mientras eran miembros facultativos de la Universidad de Washington, St. Louis. Los hallazgos de Levi-Montalcini llevaron a importantes avances en la comprensión del crecimiento de las células y los órganos, así como de muchas afecciones graves, como tumores, malformaciones del desarrollo, cánceres, Parkinson y Alzheimer.
Levi-Montalcini nació en Turín, Italia, el 22 de abril de 1909, y en un primer momento su sueño era convertirse en escritora. En sus memorias de 1988, «Elogio de la imperfección», ella escribió con afecto sobre su vida familiar, que incluía a dos hermanas y un hermano: «Los cuatro disfrutábamos de un maravilloso clima familiar repleto de amor y devoción recíproca. Ambos padres eran muy cultos y nos inculcaron su gran aprecio por la búsqueda intelectual. Sin embargo, era un típico estilo de vida victoriano, todas las decisiones las tomaba el jefe de la familia, el esposo y padre».
El padre de la familia, Adamo Levi, sólo permitió que su hijo, Gino, asistiera a la universidad, a pesar de la inteligencia excepcional de todos sus hijos. Gino se convirtió en un destacado escultor y arquitecto, y a la hermana melliza de Rita, Paola, también le permitieron desarrollar una carrera como artista, y se convirtió en una famosa pintora. Pero Adamo temía que las carreras pudieran interferir en los roles de sus hijas como esposas y madres.
Rita comenzó a forjar su propio camino con la tenacidad y el enfoque que caracterizó toda su vida. «A los veinte años me di cuenta que no podía adaptarme a un rol femenino tal como lo concebía mi padre y le pedí permiso para dedicarme a una carrera profesional», dijo en su discurso de aceptación del Premio Nobel. Ella sintió mucho dolor cuando murió la niñera de la familia, Giovanna, y estaba decidida a convertirse en médica y curar a los enfermos. Al oír a su hija, Adamo ya no se interpuso en su camino. En ocho meses, ella completó sus carencias académicas en latín, griego y matemáticas y se graduó de la escuela secundaria. En 1930 ingresó a la escuela de medicina de Turín, una de las siete mujeres de la escuela, entre ellas se encontraba también su prima Eugenia.
«Fue un período importante de mi vida, a pesar de ser muy exigente», escribió más tarde. «Estaba feliz porque sentía que había encontrado la dirección correcta en la vida». Ella estudió con el famoso histólogo italiano Giuseppe Levi, quien enseñaba con un método riguroso y singular para abordar la ciencia biológica. Después de graduarse en 1936 de la escuela de medicina summa cum laude con una licenciatura en medicina y cirugía, Levi-Montalcini comenzó un programa de especialización en neurología y psiquiatría. Pero ese mismo año Mussolini emitió el «manifiesto de la raza», la primera de una serie de leyes antisemitas y raciales que para el año 1938 habían despojado a los judíos italianos de su ciudadanía, así como de cualquier cargo gubernamental, profesional o universitario.
Rita Levi-Montalcini construyó en su dormitorio una pequeña unidad de investigación para estudiar embriones de pollo, inspirada en el trabajo previo de Viktor Hamburguer, quien había estudiado cómo los precursores de las alas en los embriones de pollo promueven el crecimiento embrionario y el desarrollo de los nervios que los controlan. Durante ese tiempo, las revistas italianas no publicaban el trabajo de los científicos judíos, por lo que Levi-Montalcini publicó sus hallazgos en el extranjero, o a través del Vaticano. Luego escribió: «Debería agradecerle a Mussolini por haberme declarado de una raza inferior. Eso me dio la alegría de trabajar, lamentablemente ya no en institutos universitarios, sino en un dormitorio».
Cuando los alemanes invadieron Italia en el otoño de 1943, la familia Levi-Montalcini huyó a Florencia, donde vivieron escondidos hasta el fin de la guerra. Rita Levi-Montalcini trabajó con la Cruz Roja en Florencia, tratando a los refugiados de guerra heridos o gravemente enfermos. Una epidemia de tifus afectó el campamento de refugiados, matando alrededor de cincuenta pacientes cada día. La experiencia fue tan agotadora emocionalmente que ella decidió enfocar el resto de su carrera a la investigación y no a la medicina clínica.
Después de la guerra le devolvieron su puesto en la Universidad, pero el Dr. Hamburger, quien se había impresionado por la obra publicada por Levi-Montalcini conectada con su propia investigación, la invitó a trabajar con él en la universidad de Washington. Esa invitación cambió el curso de su vida. La colaboración de investigación planificada para un año fue tan fructífera que permaneció allí durante 30 años, aunque a partir de 1962 dividió su tiempo entre St. Louis y Roma, donde había establecido una unidad de investigación y durante varios años también se desempeñó como directora del Instituto de Biología Celular del Consejo Nacional Italiano de investigación en Roma.
En el 2001, su labor pionera llevó a que el presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, la nombrada senadora italiana vitalicia, un prestigioso cargo otorgado «por méritos patrióticos sobresalientes en el campo social, científico, artístico o literario».
Levi-Montalcini nunca se sintió atraída hacia la maternidad o la vida doméstica, y nunca se casó. En una entrevista en el año 2006 dijo: «Mi vida se ha enriquecido con excelentes relaciones humanas, trabajo e intereses. Nunca me he sentido sola». Junto con su hermana gemela, Paola, creó la Fundación Rita Levi-Montalcini Onlus, que financia becas educativas para mujeres en África. Activa casi hasta el final de su larga vida, continuó escribiendo y dando conferencias. A los 99 años, estuvo casi una hora parada en un escenario, hablando con un grupo de casi mil estudiantes y sin mostrar signos de cansancio. «Había algo magnético en ella, era alguien tan cautivante que no podías evitar escuchar cada palabra», dijo uno de los presentes.
Un año más tarde, en el 2009, Levi-Montalcini dijo: «Gracias a la experiencia, a los 100 años tengo una mente superior a la que tenía a los 20 años». Ella falleció el 30 de diciembre del 2012, a los 103 años.
Además de recibir el Premio Nobel, Levi-Montalcini recibió muchos honores y premios por su investigación pionera en neurociencia. En 1963 fue la primera mujer científica que recibió el Premio Max Weinstein, otorgado por la Asociación Unida de Parálisis Cerebral por sus contribuciones a la investigación neurológica. En 1975 se convirtió en la primera mujer de la Academia Científica Pontificia y recibió la medalla nacional de ciencias en 1987.
Tras haber desafiado los estereotipos sobre lo que pueden lograr ls mujeres, y desafiar los intentos nazis y fascistas de apartarla de su trabajo, Rita Levi-Montalcini siguió siendo una fuerza imparable a tener en cuenta, una mujer que tenía «un huracán de ideas y un ímpetu para saber más y seguir adelante», dijo Pietro Grasso, ex presidente del senado italiano.
En sus memorias, Levi-Montalcini escribió: «La vida no termina con la muerte. Lo que transmitiste a otros sigue existiendo. La inmortalidad no está en el cuerpo, que un día va a descomponerse. Eso no importa… lo que importa es el mensaje que dejas a los demás. Eso es la inmortalidad».
por Judy Gruen
Judy Gruen es autora de: The Women´s Daily Irony Supplement. Lee sus trabajos en www.judygruen.com
Fuente: Aish Latino | 04/06/2023