Existió en Almería un contigente de población sefardí que vio desaparecer la judería tras el terremoto de 1522
A pesar de que no goza del prestigio y la trascendencia de sus homónimas en Málaga o Córdoba, Almería contó con su propia judería. Ciertamente más limitada en términos cuantitativos, su menor presencia ha provocado un cierto desinterés por ella entre los historiadores. Con motivo del quinto centenario del seísmo que derrumbó la práctica totalidad de la al-Mariyya conquistada, recuperamos el paso de los sefardíes por esta tierra.
Carmelo López Carrique, bajo la línea editorial Círculo Rojo, publicó una obra de carácter divulgativo que permite acercarse y tomar un primer contacto con la cultura sefardí en Almería.
El autor distingue dos periodos diferenciados en los que se puede clasificar la presencia de los judíos en Almería. La primera, localizada en el arrabal de Al -Hawd, demarcada cronológicamente entre los siglos X y XII. Según Carrique, la población judía que habitaba Bayyana, el núcleo del hábitat musulmán previo a la fundación de Almería, comenzó a instalarse en la futura ciudad con la construcción de las atarazanas califales. La inminente al-Mariyya fue tomando partido frente a Bayyana, con la construcción de grandes zonas dedicadas a la vivienda, el comercio y los talleres. Con la dotación de muralla y la calidad de Medina otorgada a la nueva urbe, Al-Hawd quedaba enmarcada a poniente del barrio principal, conectado a la Medina por una puerta proveniente de la Alcazaba.
El segundo periodo, bajo el relato de López Carrique, se ubicó en el arrabal de la Musalla, entre los siglos XIII y XV. En el marco de la llegada de los nazaríes, últimos soberanos musulmanes en la península, los judíos gozaron de una protección arrebatada en momentos anteriores. La breve conquista alfonsina y el periodo almohade sentaron mal a una maltrecha Almería que no gozaba del esplendor de antaño. Esto no amedrentó a la comunidad hebrea, que en seguida retomó las prácticas de intercambio de mercancías en una calle que hacía conexión directa con el camino hacia Pechina, centrados en servir como intermediarios de musulmanes y genoveses.
Lamenta Carmelo López la ausencia en la actualidad de restos reseñables que atestigüen la presencia judía en la Almería medieval: «Tan siquiera no quedan mínimamente viviendas, talleres, comercios o la sinagoga a la que acudían las familias judías de nuestra ciudad».
Más allá del relativo abandono historiográfico que ha experimentado la judería almeriense, existen algunos trabajos de calidad que, como el caso de Pilar Bravo Lledo, han buceado sobre las fuentes supervivientes para dar algo de luz sobre este tema. De la presencia sefardí en Almería lo primero que se señala es su brevedad, lo que dificulta la labor de estudio. En las investigaciones realizadas, vinculadas con el auge de Almería en época andalusí, se adscribe la presencia judia alrededor del ámbito comercial y artesanal. El primer arrabal documentado, Al-Hawd debe su desaparición a la ocupación cristiana por parte de los cristianos liderados por Alfonso VII. Según Bravo, el geógrafo al-Idrisi subrayó la riqueza del arrabal, subrayando el carácter cambista de los hebreos. También se comenta la posible existencia de un cementerio hebreo entre el muro del arrabal y el mar. Una vez concluída la conquista cristiana por parte de los reyes católicos es conocida la desdicha experimentada por la población hebrea, de la que se decretó su expulsión de la península de manera fulminante. Sin embargo, fuentes como el Libro del Repartimiento permiten acercarse al nuevo contexto del barrio de la judería, que se mantuvo a pesar de la ausencia de sus habitantes primigenios. Según la lectura del documento realizada por Bravo Lledo «la judería almeriense se situaba entre la collación de Santiago, la Plaza del Juego de las Cañas y la Puerta de Pechina». Señala la investigadora que esta judería de época bajomedieval «se encontraba al extremo contrario de la sitada en el arrabal de Al-Hawd, pero siempre cerca de la calle principal de la ciudad, junto a las puertas más importantes». Dicho libro del Repartimiento señala la existencia de 24 casas de judíos ya en periodo cristiano, lo que implica una considerable merma en el nivel poblacional comparándolo con los momentos previos a la conquista.
Los judíos que salieron expulsados de la península (que no de España, puesto que faltan cuatro siglos para poder hablar de ella con este término) salieron relativamente beneficiados, puesto que se llevaron consigo grandes cantidades de seda.
Una vez asentados cristianos «viejos» en las barriadas antes hebreas, habrá que viajar un par de décadas para conocer la desventura de dicho arrabal. El acta del cabildo catedralicio de Almería, a fecha de 22 de octubre de 1522, exactamente un mes después del devastador terremoto, da referencia del estado de afección del barrio de la judería, «cuyos vecinos se vieron obligados a trasladarse de lugar para no morir aplastados por las ruinas que dejaron los temblores». En otra reunión del cabildo se dan más detalles acerca de la situación geográfica de la judería en el momento de los hechos: «En dicho día hubo un espantoso terremoto que asoló la ciudad y su antigua catedral, destruyendo lo mejor de la población y barrio de la Judería, situada aquella entre la Alcazaba y la Mezquita Mayor, y este al otro lado de la rambla del puente, viéndose precisados sus moradores a edificar por el lado del oriente del camino cubierto, que corría de la Atarazana a la Alcazaba, de que aún hay señales por la rambla de la Almedina, hoy nombrada de Gorman, y del otro lado de la de San Cristóbal, que baja por la puerta antes de Purchena y hoy de Bilbao».
Este estado de ruina completa también está refrendado por los testimonios de Luis Gómez Pereira y Miguel Ruiz de Villanueva, que vienen a repetir lo mismo: un deseo expreso de que la corte destine presupuesto para la recuperación del recinto sagrado cristiano y la indicación del pésimo estado de las estructuras urbanas. «Hoy en día, en virtud de algunas excavaciones practicadas se hallan los vestigios de la población antigua, suponiéndose que el barrio de judería estaba al otro lado de la rambla del puerto».
A pesar de la insistencia demostrada por Carlos V en la reedificación de este y otros barrios afectados por los temblores, las fuentes de la época dejan entrever el miedo a establecerse de nuevo en dichos lugares por el pánico a nuevas sacudidas. «Para el monarca, Almería era el primer punto defensivo en su incesante lucha contra el corso berberisco y las incursiones moriscas de la Baja Alpujarrra», señala el estudio sobre sismicidad histórica liderado por Manuel Espinar Moreno.
Por ARACELI PÉREZ FERNÁNDEZ
Fuente: Ideal | Almería |