La judeidad de Colon por Eduardo Sancho

Colón judío es una obviedad. Si se hubiera de medir en grados de verosimilitud la judeidad de Cristòfor Colom superaríamos el noventa por ciento. Aún para los que lideran la hipótesis de un Colombo genovés motivados por intereses espurios, la judeidad de Cristóbal Colón resulta escasamente discutible. Obvio también, y evidente, resulta el protagonismo judío, no sólo económico sino también intelectual, en el Descubrimiento de América. Y como ocurre siempre, se teje una confabulación, auténtica conjura “de Estado” destinada a “desjudaizar” la epopeya. En el caso del Descubrimiento se trataba también de borrar todo vestigio de Aragón en la empresa americana.

El descubrimiento del nuevo mundo se resume en un poema épico castellano: “A Castilla y a León nuevas tierras dio Colón”. Estrofa y estribillo de una canción de gesta castellana muy aplaudida en la Corte imperial de Isabel y Fernando. Y eso es lo que la historiografía institucional predica hasta hoy en el mundo entero: el Descubrimiento de América es la gran hazaña de un misterioso genovés y de una Reina que llegó a empeñar sus joyas para pagar el heroico Viaje. No resiste un análisis de verosimilitud y sin embargo permanece en la Historia como versión “oficial”.

Los que pronto serían ungidos como los Reyes Católicos mandaron urdir una identidad y un origen, nebulosos, para Cristófor Colom, y ocultar quién era: hijo bastardo del Príncipe de Viana, hermano del Rey Fernando, y de una preciosa hebrea mallorquina llamada Margalida Colom. Ese bastardo de sangre real no hubiera podido siquiera subir a bordo de las naves del Descubrimiento, por ser judío. Y como súbdito aragonés, Colón hubiera sido apartado del Viaje descubridor como lo fue el propio Rey Fernando, su tío. Las nuevas tierras habían de ser de titularidad rigurosa y exclusiva de la Corona de Castilla.

Por vía paterna, la sangre de Colón era la misma sangre real de los Trastámara que corría por las venas de Isabel y Fernando. La Reina de Castilla fue una gran protectora de los hijos bastardos de la Nobleza, y Colón fue su debilidad. El padre de Colón, Príncipe de Viana, había sido el primer prometido de la entonces heredera del trono y eso debió potenciar sus sentimientos por el bastardo judío mallorquín. Es obvio que Colón fue el candidato único de la Reina para capitanear el Viaje. Previa desnaturalización, naturalmente. Cristòfor Colom, bastardo del Príncipe de Viana, fue trocado en un misterioso “ginovés”, cartógrafo y navegante que sabía cómo alcanzar las Indias navegando hacia el Oeste. Todo debidamente nebuloso. Con ese personaje, lanero y marino extranjero, ya podían negociarse unas Capitulaciones que sólo podían acordarse con extranjeros porque la Corona no acepta condiciones impuestas por los súbditos. El súbdito obedece. Un aragonés no podía ser Almirante de Castilla, ni ser  el “Vicerrey” de un territorio de la Corona de Castilla. Adoptar esa nueva identidad era también esencial para los propios intereses de Cristóbal Colón. Únicamente siendo extranjero podía la Corona acordar con él los privilegios que finalmente le fueron concedidos en las Capitulaciones de Granada.. Con el cambio de identidad tutti felice e contenti.

Colón no sólo accedió de muy buen grado a convertirse en un “genovés errante” genial sino que colaboró eficazmente en el diseño de su nueva personalidad. Fue Colón, verosímilmente, quién proporcionó la pista genovesa de unos lejanos parientes ligures de su madre, Margalida Colom, para convertirlos en su nueva familia y en su nuevo y plebeyo origen. Todo se llevó a cabo con deliberada turbiedad, emborronado. Y así  ha pasado a la historiografía “oficial”, con la complicidad aterradora de historiadores apesebrados.

Cristófor Colom era judío, converso pero judío. Y nunca se sabe, mejor cambiarlo por un Colombo ligur cristiano, súbdito  de la Serenísima República de Génova. Se liquidaba así la existencia de un sobrino bastardo del Rey de Aragón, para siempre, amen. Por lo menos hasta que un fum de historiadores modernos iniciaron la revolución anti Colón italiano.

Isabel de Castilla (41 años en 1492) estimaba a Colón (32 años en 1492) por ser hijo bastardo del que fue su primer prometido, el desgraciado Príncipe de Viana, hermano paterno de su esposo Fernando. Isabel era la protectora de los bastardos de sangre noble. Llegó a institucionalizar su labor protectora; y Colón era su bastardo predilecto.

Isabel de Castilla había otorgado el título de Almirante de la Mar Océana a un plebeyo “ginovés” pero ella mesma y los que a ella importaban sabían que el Almirante y Virrey era de sangre rea!. El impronunciable Colom transformado en Colón por la fonética imperial castellana fue el primer judío que logró colarse en América pese a la vigilancia de la Santa Inquisisción. Bueno, se dice que Rodrigo de Triana, más propiamente Rodrigo de Lepe, el marinero que profirió el “Tierra, tierra…”, en la madrugada del 12 de Octubre, también era cripto-judío.  

Eduardo Sancho

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