La historia perdida de los judíos del sur de Ecuador y el sorprendente detalle en la casa de un obispo

Por Yalilé Loaiza

Aunque hoy la comunidad en ese país no llega a los 500 miembros, en diferentes momentos de la historia llegaron al país sudamericano judíos que huían de persecuciones en otros lugares

Durante el régimen nazi, al menos 5.000 judíos llegaron a Ecuador. (Turismo religioso).

La comunidad judía, una de las más antiguas de la tierra, ha tenido en su historia que realizar varios peregrinajes para asentarse en lugares pacíficos y escapar de la persecución en su contra. En tres momentos, los judíos vieron en Ecuador un lugar para emprender una vida tranquila, especialmente en las provincias del sur del país, donde aún se observan tradiciones, apellidos y arquitectura judía.

A pesar de que existe el registro de diversos asentamientos judíos en el país, los cálculos actuales sugieren que hoy la comunidad no alcanza los 500 miembros, según datos de la Sinagoga Judía en Quito, donde ahora residen la mayoría de ellos.

Aunque la llegada más reciente se remonta a la época de la Alemania Nazi y la Segunda Guerra Mundial, en Ecuador, los primeros judíos arribaron antes de la formación de la República.

Los judíos buscaban lugares apartados e inaccesibles para vivier en paz, dejando sus usos, costumbres, dialecto, arquitectura. Mapa correspondiente a Loja, Ecuador. (eSefarad)

La influencia judía en el país ha sido recopilada en libros de distintos autores, nacionales y extranjeros, en reportajes y en documentales que tratan de conectar a las actuales generaciones con sus raíces sefardíes. Muchos ni siquiera conocen que proceden de una familia judía, pues la mayoría se convirtieron al catolicismo. En Ecuador, el 92% de ciudadanos profesan una religión, de estos más de 70% son católicos.

En un primer momento, varios se asentaron en lo que hoy es Loja y Zaruma, al sur del Ecuador, donde se contaron al menos siete sinagogas. Buscaban lugares apartados e inaccesibles para vivir en paz, dejando sus usos, costumbres, dialecto y arquitectura.

Este es el recorrido histórico de los tres exilios que hicieron que ciertas ciudades del Ecuador sean consideradas “sinagogas vivientes”.

Los orígenes
El pueblo judío, denominado así por descender de Heber, abuelo de Abraham, es original de la Mesopotamia, abandonó su tierra natal caldea de Ur hace más de 5 mil años para hacer un largo peregrinaje a la tierra que ahora llamamos Israel.

Navegó y comerció en los cuatro extremos del Mediterráneo, llegando incluso a la costa de España, conocida en hebreo como Sefarad. En el año 409, las tribus bárbaras de suevos, vándalos y visigodos invadieron el Imperio Romano y se apoderaron de Hispania y del norte de África, instaurando así el reino de los visigodos. Aquí empezó la persecución a los judíos.

Aproximadamente, 100 años después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632, los ejércitos árabes se extendieron por el norte de África borrando los últimos vestigios de la civilización copta y del reino de los vándalos, así como de su capital Cartago. Prosiguió luego el avance y conquista del Magreb, y de allí los Tarik Muza y Mughit se lanzaron desde Ceuta a la conquista de España. Los ejércitos árabe y godo se enfrentaron en una decisiva batalla a orillas del Río Guadalete donde pereció en el año 711 el último rey visigodo de España.

El primer exilio
Poco después de la llegada de los árabes y de que España se convirtiera en una provincia del califato de Damasco, surgieron numerosos grupos de resistencia cristiana contra los moros en las montañas asturianas y entre los vascos de Navarra y Euskadi. Alrededor del año 800, el líder del asturiano Don Pelayo derrotó a los árabes en la famosa batalla de Covadonga, creando el pequeño reino de Asturias, a partir de ese momento será una piedra de los emires cordobeses.

En pueblos y villas con presencia judía había calles y barrios dedicados a ellos, también como una forma de discriminación. Los barrios tenían calles estrechas, casas apiñadas, mercados y pequeñas sinagogas, además de un jéder o escuela básica, un Talmud Torá o escuela religiosa, un hospital para pobres y un cementerio. Todo este complejo se llamaba judería para distinguirla del resto de las ciudades cristianas.

El notable éxito económico y social de los judeoconversos, las continuas acusaciones en su contra y la declaraciones malintencionadas sobre una supuesta cooperación con los judíos en rituales sacrilegios y burlas a la iglesia se utilizaron como justificación de la instalación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Sudamérica.

El celo religioso de la Iglesia y la creencia del papado de que los criptojudíos contaminaban a los conversos convenció a los reyes católicos de España a expulsar a los judíos de todos sus reinos como último recurso y como solución definitiva a un problema que afecta a la sociedad española desde 1391. Los reyes católicos accedieron a esta petición, y el 31 de marzo de 1492 fue promulgada la expulsión. La orden exigía vender todos los bienes y abandonar la península o bautizarse como católico en un plazo de 90 días para poder quedarse en España.

Después de que Cristóbal Colón financiara y armara su expedición para trazar una nueva ruta a las indias, muchos judíos conversos se fueron con él. Según algunos historiadores, muchos de los marineros y tripulantes que trajo Colón en su primera expedición fueron liberados de prisión y de estos, 24 reos liberados de las cárceles españolas eran presos de conciencia, no delincuentes comunes.

Esta expulsión de 1542, llevó a los judíos al nuevo mundo, donde la persecución continuaría.

La segunda huida
La Ciudad de los Santos, hoy conocida como Lima, fue fundada el 6 de enero de 1535, convirtiéndose en la capital del territorio de Nueva Castilla y del futuro virreinato del Perú. Inmediatamente se convirtió en un importante centro de comercio marítimo de oro, plata y especias, además de un punto de comunicación con todas las ciudades y pueblos de América del Sur además de las ciudades más importantes de México, Macao y Filipinas.

El comercio en Lima no fue lo único que atrajo a los judíos conversos a Castilla la Nueva. El surgimiento y explotación de importantes centros mineros como La Plata, actual Sucre, Potosí en el norte del Perú, Cerro de Pasco, Huancavelica y León de Huánuco, la Villa Real de Zaruma, los pueblos mineros de la provincia de Yaguarsongo, las minas de oro del distrito de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, Cajamarca y muchos otros lugares se convirtieron en el destino de centenares de judíos que huyeron de la persecución. Los conversos usaban en secreto documentos falsificados para tratar de encontrar una vida mejor en las indias y la oportunidad de vivir en paz y prosperidad, lejos del Santo Oficio.

El segundo auto de fe del Tribunal de Lima celebrado el 13 de abril de 1578, merece mención porque estuvo presidida por Monseñor Pedro de la Peña, Obispo de Quito. Durante esta persecución, la mayoría de los reos eran comerciantes, obreros de las minas, viajeros, médicos y todos los casados con sevillanas. Esto resultó en una estrepitosa quiebra comercial no solo de Lima sino de todo el Virreinato. Los primeros pasos que tomó el clero después de su arresto fue el aislamiento de los presos y la confiscación inmediata de sus bienes.

Zaruma fue otra de las ciudades donde se registraron asentamientos judíos.

Además de los arrestados por la Santa Sede, cientos más huyeron de Lima y el Callao, a lugares remotos como Cajamarca y Loja, en la entonces Audiencia de Quito.

Como Quito no era una de las provincias más ricas del Virreinato, el Tribunal de Lima no tenía mucha actividad allí y el número de funcionarios asignados a esta jurisdicción era pequeño. Esta falta de controles ofreció un acceso a numerosas obras literarias censuradas por la Iglesia y prohibidas en Lima. La baja actividad de persecución convirtió a la Audiencia de Quito en un refugio para los conversos que empezaron a estabilizarse, prosperar y ganar reputación en las sociedades coloniales.

Para evitar la judaización de los lugares al sur del país, la iglesia católica impulsó la devoción a la advocación mariana de la Virgen de El Cisne, que es venerada hasta la actualidad en las provincias de Loja, Azuay y El Oro y que atrae en una romería anual a miles de devotos que caminan 70 kilómetros pidiendo favores o agradeciendo por milagros.

En 1742, había una gran preocupación sobre la influencia de los conversos en las ciudades en el entorno de Loja, como Cuenca, Zaruma, Zamora, Saraguro o Cariamanga. En 1829, Simón Bolívar, en calidad de presidente de Colombia, país del que formaba parte el Ecuador como país federado, decretó las fiestas de romería y feria en homenaje a la Virgen de El Cisne, llamada popularmente como “La Churonita”, termino judío que significa mujer de cabello rizado.

La venerada imagen se convirtió en un símbolo permanente de la cristiandad presente en todas las ciudades del sur de Ecuador y el norte de Perú. De esta manera, la Iglesia Católica dio el paso más importante hacia la cristianización definitiva del entonces Corregimiento de Loja, cumpliendo con las aspiraciones del obispo Frey Luis López de Solís, que celebró el segundo sínodo Diocesano en Loja en 1595 preocupado por la judaización de Loja.

En este evento político y religioso sucedido en 1787 los judíos conversos y criptojudíos aceptaron la religión oficial del Imperio español. El Corregimiento de Loja les dio la posibilidad de estabilizarse, vivir en paz y prosperar con el floreciente negocio de extracción y comercialización de cascarilla, un potente remedio contra la inflamación y los dolores de cabeza. Muchas familias de origen sefardí comerciaban este producto desde la época colonial hasta mediados del siglo XX.

La economía de Loja se impulsó comerciando productos y mercancías peruanas traídas desde Piura hasta Cuenca, desplazando el comercio y las manufacturas a lugares tan diversos como Zaruma, Guayaquil y Santa Rosa. Así prosperaron familias que se hicieron ricas e importantes y su situación económica fue tan cómoda que muchos de ellos enviaron a sus hijos a prestigiosas escuelas de Quito, Guayaquil e incluso de Europa.

Un pasaporte para huir del nazismo
Con la llegada al poder de Adolf Hitler en 1933, miles de judíos comenzaron a escapar primero de Alemania y después del resto de Europa antes que el régimen nazi terminara con sus vidas, como ocurrió con millones de ellos.

Imagen de uno de los pasaportes otorgado por el cónsul ecuatoriano Muñoz Borrero para salvar a judíos de la persecución nazi. (eSefarad)

Según un artículo del periodista Miguel Cabrera, la comunidad judía en Quito se creó en 1938. Para 1950, se contaban al menos 5.000 judíos en el Ecuador.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el nombre de un diplomático ecuatoriano fue clave. El entonces cónsul general de Ecuador en Estocolmo, Manuel Antonio Muñoz Borrero, salvó a muchos judíos de la persecución nazi, desde 1936 a 1945.

El investigador Efrain Zadoff, que recopila la historia de Muñoz Borrero en uno de sus estudios, asegura que el cónsul entregó pasaportes ecuatorianos a los judíos que buscaban salir de Europa y escapar de los campos de concentración.

Dr. Munoz Borrero
El entonces cónsul general de Ecuador en Estocolmo, Manuel Antonio Muñoz Borrero, que salvó a varios judíos de la ​​persecución nazi, desde 1936 a 1945. (eSefarad)

Según Zadoff, de acuerdo a lo publicado en El Mercurio, “entre enero y septiembre, fueron deportados al campo de concentración de Bergen-Belsen 3.670 judíos holandeses antes recluidos en un campo de transición, había 110 personas con pasaporte de Ecuador. Dos familias que los poseían certifican que fueron firmados por el cónsul Muñoz Borrero”.

Asimismo, de los internados en el campo de Bergen Belsen, 32 tenían pasaporte con nacionalidad ecuatoriana. Zafoff asegura que tras la rendición de los alemanes al fin de la guerra, pudieron ser liberados más de 100 judíos con pasaportes ecuatorianos.

Se cree que el diplomático emitió al menos 300 pasaportes. En el 2011, la autoridad israelí de Recordación de los Mártires y Héroes del Holocausto Vad Yashev lo proclamó “Justo entre las naciones”, un distintivo que Israel reserva para las personas que se arriesgaron para salvar judíos durante el holocausto.

La herencia desconocida
Como la mayoría de judíos, en distintos momentos de la historia se asentaron en el sur del país, aún existen rasgos judaicos en los lugares donde las familias sefardíes se instalaron. Incluso, muchas de esas tradiciones, dialectos y arquitectura son desconocidas para las nuevas generaciones.

En un documento datado del 2013, el historiador José Aguilar Reyes recoge la visita de Eliyahu Yerushalmi, embajador de Israel en Ecuador a Zaruma, que evidenció algunas costumbres sefardíes en Zaruma y sus alrededores.

Entre las tradiciones judías, Aguilar menciona los apellidos, algo que también recoge el autor Ricardo Ordoñez Chiriboga, historiador y miembro de la Comunidad Judía de Quito, en su libro La herencia sefardita en la provincia de Loja. Algunos apellidos que tienen orígenes judíos son: Espinoza, Maldonado, Aguilar, Aguirre, Arias, Sánchez, Ortega, Romero, Pacheco, Mejía, Feijoo, entre otros.

También Aguilar describe algunas tradiciones que serían sefardíes como: colocar en la puerta de sus casas herraduras o colgar plantas que atraigan buena suerte, colocar una escoba detrás de la puerta, cuando la visita no era agradable para que el visitante se retirara, mantener núcleos familiares cerrados, entre otras.

La Calle Lourdes en Loja es considerada una judería. Su pequeña vía y las casas apiladas son características.

Una de esas tradiciones sería salar las carnes y secarlas al sol, que está reflejada en uno de los platos tradicionales y representativos de Loja: la cecina, cuya preparación consiste en asar la carne de cerdo que ha sido salada y secada al sol.

Incluso hoy en ciertas comunidades de la provincia de Loja y El Oro, los mayores hablan ladino, una variedad dialectal del castellano que hablan los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV. Según declaró en una entrevista en el 2019, Felix Paladines, que fungió como Presidente de la Casa de la Cultura de Loja y que ha sido considerado uno de los intelectuales de la ciudad, muchas de las palabras que se usan en Loja tienen origen judío y están presentes en el diccionario judaico.

A pesar de estas evidencias, hay familias que ignoran su origen sefardí, pues sus ancestros se convirtieron al catolicismo. Un relato recogido por Ricardo Ordoñez Chiriboga, grafica esto. El historiador captura el asombro de Roberto Levi Castillo, un escritor y genealogista guayaquileño que cuando visitó Loja se impresionó por el gran parecido de algunos de los callejones y rincones de la ciudad con las antiguas juderías de España. Lo que más llamó su atención fue la puerta de un antiguo palacete en donde encontró un mezuzá en su portal. Abrumado, entró a la casa y preguntó por el propietario.

Sinagoga de la comunidad judía en Quito. (Turismo Religioso)

Cuando salió el dueño de casa, Levi emocionado lo llamó “hermano”, lo abrazó y le preguntó cuánto tiempo había sido dueño de la propiedad. El dueño sorprendido y confundido respondió que era su mansión y que pertenecía a su familia desde la fundación de la ciudad. El investigador le preguntó al anfitrión si sabía qué era una mezuzá y por qué estaba en la puerta de su casa. Una pregunta que su interlocutor no pudo responder.

La mezuzá es un rollo que contiene dos versículos de la Torá. Generalmente se colocaban en delicados contenedores cilíndricos que se adosan a las puertas o portales de las casas judías.

Lo más sorprendente de toda esta historia, relata el historiador Ordoñez Chiriboga, es que el dueño de la propiedad era Juan María Riofrío, el sexto obispo de Loja en 1956.

Fuente: infobae.com

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