La convivencia entre judíos y cristianos decae a partir de la segunda mitad del siglo XIII
En la Europa bajomedieval, se llevaron a cabo expulsiones de judíos en distintas naciones y diferentes épocas, siendo la chispa prendida en el IV Concilio de Letrán, convocado en 1215 por Inocencio III, la que exacerba la latente intolerancia social y religiosa. En los reinos hispánicos, la convivencia entre judíos y cristianos decae a partir de la segunda mitad del siglo XIII, levantándose muros de segregación y de odio. El primer éxodo sería el provocado por el asalto de 1391 a la judería de Sevilla, que se extendió como un reguero de pólvora por tierras de Castilla y Aragón, conllevando un número elevado de muertes y el exilio voluntario de muchos hebreos. Se promulgaron después sucesivos decretos de expulsión: el de Andalucía, 1483; el del arzobispado de Zaragoza, 1486; el general para los reinos de Castilla y Aragón, 1492; el de Portugal en 1496 y el de Navarra en 1498, completando todo el espacio peninsular.
Las causas de las deportaciones son diversas, pero la prevalente fue la de intentar una unidad religiosa y lingüística en la naciente España, avalada por la toma de Granada por los Reyes Católicos y la incorporación de Navarra. Así, se aislaba a los conversos de los judíos, que «inducían» el mantenimiento de prácticas judaizantes entre los cristianos nuevos. Unos cien mil judeoespañoles salen finalmente de la península, mientras más de doscientos mil reciben el bautismo cristiano y permanecen en su tierra natal. Dado el alto número de conversos -bajo apellidos comunes- y los cinco siglos de integración transcurridos, David Hatchwell, presidente de la Comunidad Judía de Madrid, afirma: «Nadie en España puede decir que no tiene algún tipo de ascendencia judía».
El regreso de los sefardíes -descendientes de judíos españoles- comienza en la segunda mitad del siglo XIX, cuando familias procedentes del norte de África vuelven a Sefarad a través de Sevilla. Actualmente, la comunidad judaica española alcanza las cuarenta y cinco mil personas, la mayoría sefarditas, que integran la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), promoviendo la conservación y divulgación de su patrimonio histórico-artístico y cultural. La Comunidad Israelita de Sevilla con sede en la calle Bustos Tavera, de tendencia ortodoxa, aglutina desde hace más de medio siglo a judíos residentes en la capital, siendo algunos de ellos personas relevantes en el ámbito político, periodístico o industrial. Más recientemente, ha germinado la Comunidad Beit Rambam, con su central en la Plaza de España de Sevilla, de orientación aperturista y con ansias de engarzar definitivamente el judaísmo andaluz en una sociedad avanzada, plural y tolerante. Todos deberíamos impulsar la recuperación de la memoria sefardí…
«Pariome mi madre/ una noche oscura,/ ponime por nombre/ niña sin fortuna./ Ya crecen las yerbas/ y dan amarillo;/ triste mi corazón,/ vivo con sospiro./ Ya crecen las yerbas/ y dan de colores;/ triste nací yo,/ vivo con dolores»(Cantar sefardí).